Inicio. MEVYT en voz. Módulo: Nuestro Planeta, la Tierra

El aire en la tierra

El aire es una mezcla de gases. No puede verse ni tocarse y, si está limpio, tampoco tiene olor; pero podemos sentirlo sobre la piel cuando se manifiesta como viento.
Está formado por diversos gases; los principales son el nitrógeno, el oxígeno, el bióxido de carbono y el vapor de agua; también contiene polvo, semillas, organismos que no pueden verse y partículas de contaminantes. Los gases del aire no se encuentran dispersos por todas partes, sino que se distribuyen de un modo específico. Eso da lugar a que la atmósfera, es decir, la capa de aire que rodea la Tierra, tenga diferentes características, temperaturas y nombres.
La atmósfera terrestre abarca desde el suelo hasta una altura máxima de mil kilómetros, más o menos. Si pudiéramos conducir un auto hacia arriba manejando a una velocidad de 50 kilómetros por hora, por hora, tardaríamos casi un día en llegar a la parte más alta de la atmósfera.
La zona de la atmósfera que está más cerca de la superficie del planeta recibe el nombre de biosfera; se caracteriza porque en ella se desarrolla la vida de plantas, animales y otros organismos. También en esta zona se producen las lluvias, la formación de nubes, los vientos, el clima y varios de los fenómenos que observamos en el cielo.
Los astrónomos opinan que la atmósfera del planeta ha ido cambiando a lo largo de 4 mil 500 millones de años. También señalan que hace tiempo la Tierra no tuvo atmósfera; ésta apareció conforme el planeta, después de formarse, se fue enfriando y se combinaron los gases provenientes de su centro, el agua de los océanos y los gases que produjeron los primeros seres vivos.
La mayoría del oxígeno fue producido por las plantas verdes microscópicas, tanto en la tierra como en el mar.
Cuando en la atmósfera hubo suficiente cantidad de oxígeno respirable, aumentaron las posibilidades de diversificar las formas de vida en el planeta, hace más de 570 millones de años.
La atmósfera protege la vida del planeta de varias maneras. Por una parte, filtra la energía que proviene del Sol regresando al espacio los rayos que producen graves daños a los seres vivos. La capa de ozono, otro gas que se encuentra en la atmósfera, es como una pantalla que nos protege de los rayos ultravioleta, causantes de cáncer en la piel.
El aire de la atmósfera y las corrientes marinas mantienen el equilibrio climático del planeta e impiden los cambios bruscos de temperatura. Una de las funciones más importantes del aire es que hace posible la circulación de muchos de los componentes que sostienen la vida.
El aire también transporta nutrientes al fondo del mar disolviéndolos en el agua; así los organismos acuáticos pueden respirar y realizar sus funciones vitales.
A veces la dirección de los vientos y la velocidad que adquieren se combinan de tal manera que se convierten en una fuerza destructora, creando lo que conocemos como huracanes, ciclones, tifones o tornados, que ponen en peligro la vida.
Es sabido que el viento transporta toneladas de tierra de un lugar a otro, perjudicando al suelo, y de ello se le responsabiliza, pero para que esto suceda es necesario que el viento encuentre a su paso áreas de tierra seca, sin árboles y pobres en vegetación, lo que casi siempre es causado por el ser humano.
Los fenómenos con fuerza destructiva también obedecen las leyes de la naturaleza. La contaminación del aire, por ejemplo, se produce cuando la atmósfera se sobrecarga con gases y sustancias como bióxido de carbono, óxidos de azufre, plomo y mercurio, por mencionar algunos.
Algunos contaminantes, como los óxidos de azufre, al combinarse con la humedad del aire y la lluvia, se vuelven sustancias ácidas, que caen a la tierra junto con la lluvia; ésta es la llamada lluvia ácida, que se ha convertido en un problema mundial, ya que el viento la transporta a todos los lugares del planeta, causando graves daños a los seres vivos, principalmente a las plantas.
Muchas actividades humanas en los últimos dos siglos han creado verdaderos riesgos para el equilibrio del planeta y para la vida. Muchos de esos peligros pueden erradicarse con una conducta de respeto a la vida y con acciones que moderen el uso de los recursos.

Existen ciertas condiciones del ambiente que hacen que los gases que forman el aire se muevan. El viento es aire que se mueve con rapidez. De ese modo transporta polen de unas flores a otras, disemina semillas y frutos, y favorece la reproducción y la propagación de algunos vegetales.
El aire ayuda a la comunicación entre los seres vivos, ya que los sonidos se mueven en forma de ondas a través de éste (aunque los sonidos también viajan en el agua e incluso en los cuerpos sólidos).
Las ondas del sonido se propagan en forma longitudinal, a diferencia de las ondas transversales, que se forman cuando agitamos una cuerda tensa o en las olas del mar alejadas de la playa.
Las ondas longitudinales se producen cuando hablamos, ya que las cuerdas vocales golpean el aire. El sonido viaja en el aire hasta que es captado por el oído de otra persona. Sin el aire, no podríamos percibir ruidos, ni voces.
Los sonidos nos permiten actuar oportunamente ante algunos peligros y también nos sirven para entendernos. ¿Te imaginas una vida sin sonidos?

El agua

Los primeros seres vivos de este planeta surgieron en el agua, hace millones de años; allí se originaron y se expandieron. Algunos de ellos poco a poco fueron, primero, conquistando e invadiendo el medio terrestre; luego, el aéreo. Lograr esta hazaña le tomó a la naturaleza muchos miles de millones de años, y todavía hoy los organismos que viven en la tierra o en el aire siguen dependiendo del agua para sobrevivir.
El agua tiene una gran relación con la historia de nuestro plantea. Actualmente los ríos, lagos, lagunas y mares ocupan la mayor parte de su superficie. Sin agua no sólo moriríamos de sed, también el planeta se vería afectado.
El agua es un medio en el que viven múltiples organismos; también es un importante componente en los tejidos de todo ser vivo. Plantas, animales y microbios, todos tienen agua en su interior y todos realizan sus funciones vitales en un medio acuoso. Tomamos agua del exterior y luego la devolvemos.

El agua y la vida en la tierra

El agua es el componente natural más común en el planeta, por lo que podemos encontrarla en muchos lugares.

Casi tres cuartas partes de la superficie terrestre están cubiertas por agua líquida, que se distribuye en mares, ríos, lagos, lagunas y manantiales; en los polos Norte y Sur hay agua congelada; en forma de nieve en las montañas más altas del mundo, y en el subsuelo, formando depósitos subterráneos. También la encontramos en forma de nubes y hasta en el aire que respiramos.

El agua tiene algunas propiedades extraordinarias: es el solvente universal, ya que sustancias tan diferentes como la sal, el azúcar, el alcohol y el aire se disuelven fácilmente en agua; esto la hace un medio muy adecuado para transportar los nutrientes en el interior de los seres vivos y para llevar al exterior sus desechos orgánicos.

También funciona como un gran regulador de la temperatura del planeta. Los océanos tienen la capacidad de calentarse muy lentamente y luego de enfriarse también lentamente; así influyen en el clima. Permanecen fríos en las épocas de calor y refrescan los continentes con ayuda del viento; por el contrario, se encuentran calientes en época de frío y proveen a la tierra de aire caliente, evi­tando cambios bruscos de temperatura que afectarían a los seres vivos.

En la naturaleza existen principalmente dos tipos de aguas: las marinas, que son grandes acumulaciones de agua salada y forman los océanos, y las continentales, que forman los ríos, lagos, lagunas y corrientes subterráneas, y casi siempre son dulces. El agua que se renueva y cae en forma de lluvia es la mayor fuente de agua dulce del planeta.

Los océanos son una gran reserva de agua que podría ser desalinizada, pero ahí llegan muchos desperdicios de la industria y las aguas negras producidas por los seres humanos.

Mucha gente cree que el oxígeno es producido principalmente por las plantas terrestres. Lo cierto es que la mayor parte del oxígeno que consumimos lo debemos a las plantas que habitan en los océanos. Por esa razón, además de cuidar los bosques y selvas, también debemos detener la contaminación de los mares.

La naturaleza tiene capacidad de renovar el agua casi en su totalidad. Conforme ha crecido la población humana también han aumentado las necesidades de agua para los múltiples usos que se hacen de este recurso en el hogar, la agricultura, la industria y el comercio. Adicionalmente, en muchos casos se desperdician grandes volúmenes de agua en forma de fugas y malos hábitos de uso. Como resultado, en muchas partes del mundo, el consumo de agua es mayor que la capacidad de renovación natural del recurso. Este problema se complica aún más cuando se modifican los elementos que forman parte del ciclo del agua (por ejemplo, con la eliminación de bosques o la erosión de la tierra) y se altera la capacidad de renovación. Como consecuencia se ha provocado un agotamiento del recurso disponible; esta es una de las causas de que el agua escasee en muchas regiones.

La cantidad de agua necesaria en una casa depende de la cantidad de personas que viven en ella, pero también del uso o abuso que hagan del líquido. A escala mundial, hay distintas opiniones acerca de qué cantidad de agua requiere diariamente una persona para cubrir sus necesidades de alimento y aseo; pero eso no nos impide darnos cuenta de cuando la gente vive en situaciones de gran escasez de agua, y no pueden cubrir sus necesidades de manera digna. Por ejemplo, hay lugares en que una familia con cuatro miembros debe ajustarse a consumir 20 litros diarios. En el caso contrario se encuentran personas que pueden disfrutar diariamente hasta de mil litros de agua, muchos de los cuales son utilizados sin control alguno para lavar autos o regar jardines.

Aunque el planeta tiene mucha agua, sólo 2.5% es agua dulce. De esa cantidad, aproximadamente, 69% se encuentra congelada en los polos y en lo alto de zonas montañosas, 30% son aguas subterráneas y sólo 1% es la que podemos obtener con facilidad de ríos y lagos. Por desgracia, la calidad de esa agua no siempre es adecuada para consumo humano.

La naturaleza tiene distintos procesos de purificación, por ejemplo, cuando el agua es filtrada al pasar por diferentes depósitos de tierra y piedras, o cuando ciertos organismos atrapan la materia que ensucia el agua para alimentarse. Sin embargo, la creciente contaminación, que los seres humanos provocamos en nuestro entorno, hace insuficientes esos procesos naturales de purificación y obliga a que la desinfectemos antes de hacerla llegar a la población, para prevenir enfermedades.

En experimentos de laboratorio se ha demostrado que si a un organismo se le priva de agua, se reduce su actividad vital y muere. Esto es así porque todos los seres vivos estamos compuestos por agua más que por cualquier otro componente. El agua representa hasta 75% de lo que pesa un recién nacido, y más o menos 57% del peso de un adulto normal. A mayor edad, disminuye la cantidad de agua del organismo.

El agua que bebemos los seres vivos debe ser suficientemente pura para que no nos dañe. Debe ser transparente, sin color, olor, ni sabor. El agua que se obtiene abriendo la llave, o la que las autoridades del agua distribuyen mediante pipas, ya recibió un tratamiento para desinfectarla. Sin embargo, en ocasiones el agua puede ensuciarse durante su conducción hacia los hogares, o si se almacena en un tinaco o en una cisterna que no se lava con frecuencia. Como medida de precaución para eliminar ese problema en casa, se recomienda hervir el agua durante 15 minutos, o agregar sustancias que la purifiquen, matando muchos organismos diminutos que viven en ella y provocan infecciones.

Para sobrevivir, una persona debe beber al menos litro y medio de agua al día, casi la misma cantidad que pierde al sudar, orinar y respirar diariamente. Esto no quiere decir que sólo se beba agua pura, pues gran parte del líquido que consumimos está en los alimentos, principalmente en las frutas y verduras, que están compuestas en su mayoría por agua.

También necesitamos agua para la higiene personal y del lugar en que habitamos; la limpieza nos proporciona salud y bienestar, al evitar que se formen focos de infección. Consumimos agua al bañarnos, al lavarnos los dientes y las manos cada vez que comemos, al lavar la ropa y los trastos y para realizar muchas de nuestras actividades diarias.

Mucha gente aún no tiene acceso al servicio de agua potable. Para poder lograr que todos tengamos agua limpia en nuestras casas, los gobiernos deben invertir grandes cantidades de dine­ro para el desarrollo y mantenimiento de infraestructura de potabilización, conducción y distribución de agua. También deben planear el crecimiento de zonas urbanas y rurales tomando en cuenta, entre otras cosas, la cantidad de agua disponible; pero es cierto que ninguna acción gubernamental será suficiente sin el apoyo de la población.

Cada persona es responsable de hacer buen uso del agua, de no desperdiciarla y de no fomentar su contaminación, además de promover la conservación de las condiciones necesarias para la renovación de este recurso en la naturaleza.

El agua es un componente muy importante para todos los seres vivos, por eso debemos utilizarla racionalmente, es decir, sin desperdiciarla ni contaminarla.

La semana pasada me levanté temprano para ir a trabajar; me fui directo al baño, abrí la llave y no cayó agua. Salí del baño y me arreglé sin asearme.

Sintiéndome un poco incómoda, decidí preparar un rico desayuno para la familia, jugo de naranja y huevos revueltos. Quise lavar las naranjas y recordé que no había agua, así que nos conformamos con los huevos revueltos y un vaso de leche.

Durante el desayuno pensé: el agua es un líquido extraordinario, porque la utilizamos en una gran cantidad de actividades, se puede combinar con otras sustancias y es necesaria para todos los seres vivos. Incluso son más agradables los lugares donde hay agua y la época de lluvias.

Recordé lo que Yuri Gagarin, el primer astronauta que vio la Tierra desde el espacio exterior en el año de 1961, exclamó al verla: “Es maravillosa y es azul”. Desde el espacio la Tierra se ve llena de agua, pero en mi casa no había. ¿Irónico, no?

El agua en los seres vivos

Los seres vivos contienen en su organismo entre 70 y 80% de agua. Este líquido desempeña un papel básico en las funciones del cuerpo y regula la temperatura.

El agua que se pierde por el sudor, la orina o las heces fecales es compensada con la que se bebe y la que se adquiere a través de los alimentos. Se considera que en promedio perdemos poco más de 2 litros de agua al día. Mediante la comida se consumen 700 mililitros, por lo que debemos tomar alrededor de un litro y medio.

El suelo es importante para los organismos que viven en el medio terrestre, al menos por dos razones: la primera, porque les sirve de basamento en el que se apoyan y se cobijan, y la segunda, porque les proporciona los nutrimentos que necesitan para vivir.

El suelo sirve de soporte a los vegetales; en él hunden sus raíces y encuentran los minerales y el agua que necesitan para su desarrollo. Los animales encuentran también en el suelo un sitio para vivir y buscar su alimento.

El suelo se parece a las aguas del planeta porque en su interior se produce una variedad impresionante de formas de vida. En él viven animales, como las lombrices, que al alimentarse remueven la tierra, aflojándola y facilitando la filtración de agua y aire. También viven organismos tan diminutos que no podemos verlos con nuestros ojos, como las bacterias y ciertos hongos; ellos transforman los desechos que encuentran en el suelo, y los convierten en productos útiles para la alimentación de las plantas.

En el suelo se cultiva gran cantidad de plantas de las que se obtienen diversos alimentos. El agricultor reconoce algunas de sus características para cultivar, sabe que en cada lugar es diferente y de ello depende lo que podrá cultivar ciertos productos. Generación tras generación, los campesinos han aprendido que es necesario dejar eventualmente de cultivar, abandonar los residuos de las cosechas y agregar sustancias químicas, como los fertilizantes, para incrementar la fertilidad del suelo y producir cosechas más abundantes.

El suelo que pisamos es importante

La gran esfera que conocemos como planeta Tierra está formada por varias capas, que se extienden desde su centro o núcleo hasta el suelo que pisamos. Estas capas se formaron a lo largo de miles de millones de años, por acumulación de rocas y otros componentes. La capa que se encuentra en la parte más alejada del núcleo se llama corteza terrestre, y es la superficie del planeta sobre la que se encuentran los continentes, los océanos y todos los seres vivos.

El suelo es la capa de la corteza terrestre con la que muchos estamos más familiarizados, porque es la superficie sobre la que vivimos y desarrollamos la mayor parte de nuestras actividades. Las personas acostumbramos llamarla sencillamente tierra, pero también se le llama suelo, para distinguirla de otras capas del planeta.

El suelo se compone de materia orgánica y materia inorgánica. La materia inorgánica se obtiene de una capa de roca sólida llamada roca madre, porque a expensas de ella se forma el suelo cuando el agua, las raíces de las plantas y algunos organismos la fragmentan en pequeñas rocas y guijarros.

La materia orgánica está formada por los desechos de animales (excremento y orina) y los restos de plantas y animales muertos, en proceso de descomposición. La materia orgánica forma el humus o tierra negra, que es fina como harina. Este material es rico en mi­nerales y de gran utilidad para la alimentación de las plantas.

También son componentes importantes del suelo los organismos que viven en él, como ciempiés, lombrices, cochinillas y otros insectos y microorganismos. A la capa que está entre la roca madre y el suelo se le llama subsuelo.

Las capas más profundas de la Tierra contienen más minerales y menos materia orgánica; por el contrario, las capas superiores son más ricas en materia orgánica que en minerales. El suelo del planeta tiene diferentes profundidades. Hay lugares en que el suelo tiene varios metros de espesor o profundidad, mientras que en otros sólo alcanza algunos centímetros. También hay suelos de diferentes colores y texturas; su aspecto nos indica algunas de sus características.

Cuando el ser humano dejó de va­gar por diferentes lugares, como lo hacen otros animales, y se quedó a vivir en un sitio fijo, cambió la relación que tenía con algunos componentes de la naturaleza, por ejemplo, con el suelo.

Aprendió a criar algunos animales y a ocupar extensiones de tierra para cultivar diferentes plantas. Así nacieron la agricultura y la ganadería. Al cabo de miles de años, la práctica de la agricultura enseñó a los seres humanos que el suelo pierde sus nu­trientes naturales y su empobrecimiento disminuye la producción de alimentos.

Los rápidos ritmos de siembra y cosecha no dan tiempo a que la tierra recupere sus nutrientes de manera natural, por lo que es necesario fertilizarla; algunas sustancias que sirven de abono son de origen natural, como los excrementos de animales y las compostas. Pero también se usan productos industrializados que contaminan el agua, el aire y los alimentos que se cosechan.

Para ampliar los campos de cultivo, en muchos lugares del mundo se han destruido bosques y selvas, sin considerar los daños ocasionados a los seres vivos de la región. La pérdida de esta vegetación también acarrea daños al suelo, como la erosión, que ocurre cuando el viento y el agua arrastran y dispersan grandes cantidades de tierra.

Para proteger la parte superior del suelo, es necesario garantizar la existencia de plantas que sujeten la tierra con sus raíces.

Prácticas como la mencionada logran detener los escurrimientos de agua y disminuir la acción de los vientos. Pero la mejor medida es evitar la tala inmoderada de árboles y el exterminio de la vegetación natural de cada lugar.

El suelo no existe únicamente para satisfacer las necesidades de producción humana. Es necesario reflexionar en que la vida sobre la Tierra es un gran logro de la naturaleza; y todos los seres vivos que la habitan dependen de ella y del agua, para vivir.

Es indispensable que el suelo se conserve como lugar habitable para todos. Cuidemos el suelo para preservar la vida.