


Las leyes consideran diversas circunstancias para calificar la severidad de la sanción que ha de aplicarse en cada caso. Las atenuantes son circunstancias que toma en cuenta el juez para disminuir la dureza de la pena, mientras que las agravantes son circunstancias que llevan al juez a endurecer su sanción.
Un ejemplo de una circunstancia atenuante es cuando el autor del delito actúa bajo el efecto de una emoción o de un temor considerable. Un ejemplo de agravante es cuando el delincuente actúa con premeditación, alevosía o ventaja sobre su víctima; como es el caso de quien finge ser una persona discapacitada que necesita ayuda para cruzar una calle y que, al acercarse alguien a ayudarle, lo amenaza para que le entregue su dinero. Dadas las circunstancias, esa persona debe ser castigada con mayor dureza por el juez, dentro de los límites establecidos en las propias leyes.
Entre las agravantes que el juez considera al momento de imponer la sanción a quienes delinquen están la premeditación, esto significa que el delincuente tuvo la oportunidad de reflexionar con calma, y por cierto tiempo, sobre la acción que realizaría.
La alevosía se refiere a que la persona pudo planear muy bien la forma en que cometería el delito, tomar las precauciones necesarias para tener éxito y no correr riesgos, o correr el menor riesgo posible y evitar las consecuencias negativas.
La ventaja, por su parte, significa que el delincuente se encontraba en una situación de superioridad o de ventaja respecto a la víctima, por ejemplo, al disparar desde un lugar oculto un arma de fuego contra la otra persona.
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