1 Selección:
Primero identificar qué valor está
en juego, elegirlo libremente observando las alternativas existentes y
considerando las consecuencias que puede traernos a nosotros y a los demás;
optar por una u otra de las alternativas posibles.
Hay que pensar,
no sólo en consecuencias utilitarias, sino también en aspectos
de carácter emocional, o de conciencia, que nos hacen «sentir
bien» porque actuamos congruentemente, incluso en perjuicio de algunos
intereses, deseos o afectos personales. «El sentirse mal»
después de una acción refleja alguna inconsistencia en el
juicio previo o revela conflictos de valores no superados.
2 Estimación:
Considerar si en realidad apreciamos la selección
que hemos hecho, si nos sentimos cómodos con ella y si estamos
dispuestos a afirmarla en público.
3 Actuación:
Comportarse en forma congruente con la selección
que se ha hecho y aplicarla habitualmente.
Como puedes ver, la evidencia
de si poseemos o no firmemente un valor está dada por la congruencia
entre lo que pensamos y sentimos, lo que decimos y lo que hacemos: con
la cabeza, el corazón y las manos.
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