Los
padres, generalmente, se preocupan cuando la adolescencia está
próxima. A veces, hasta le temen a esta etapa, que ha sido calificada
como años cruciales, etapa crítica, edad problema, crisis
de la adolescencia y muchos nombres más que ensombrecen, en parte,
esta hermosa etapa de la vida.
Y
en definitiva, ¿qué es la adolescencia?
Es
un período de transición, entre la infancia y la adultez.
Comienza
con la pubertad y tiene expresiones en las esferas biológica, psicológica
y social. Su duración es variable e irregular y no tiene límites
exactos; no es fácil, así, poder asegurar en un muchacho
determinado en qué momento empezó la adolescencia y cuándo
va a terminar.
En
la pubertad, se produce un incremento grande y abrupto de hormonas en
el organismo, que da lugar a cambios muy importantes en el cuerpo y en
la mente de la mujer y del varón.
Este
hecho no sucede igual en todos los lugares, ya que en los climas cálidos
ocurre más temprano que en los climas fríos.
En la mujer aparecen cambios entre los 11 y los 12
años y en el varón, comienza entre los 13 y los 14 años,
como promedio. Por esta época se produce un marcado aumento de
la estatura (el llamado estirón) y del peso corporal, que acompañan
al desarrollo sexual. En algunos muchachos estos cambios se producen temprano,
en otros tardíamente, aunque todos son normales.
En
las niñas púberes se inicia un periodo de transformación,
aparecen los primeros vellos en las axilas y el pubis; los pechos crecen,
a veces en forma desigual, lo cual preocupa a la muchacha, que se cree
portadora de alguna deformación; la grasa se acumula en las caderas,
se afina la cintura y hay también un crecimiento de los órganos
sexuales.
Todo
esto indica la proximidad de la menstruación. Al principio, las
reglas son irregulares, y después, en forma espontánea,
se regularizan.
En
los varones, la pubertad también produce cambios variables, que
se evidencian de diferentes formas: la voz se hace más ronca, a
la vez que se escapan los típicos “gallos” al hablar,
aparece el vello axilar y pubiano; crecen los órganos sexuales
y aparecen las poluciones y eyaculaciones nocturnas. Posteriormente se
desarrollan la barba y el bigote.
Es
muy conveniente que los adolescentes tengan información sobre estos
cambios y conozcan el significado de los mismos.
Los
padres no deben dudar en abordar esta temática, esto aclara las
inquietudes de los hijos y enriquece la comunicación entre todos.
Quizá
los cambios emocionales son los que crean más conflictos entre
el adolescente y su familia.
La
adolescencia
En
la adolescencia, hay un cambio notable en la conducta y el carácter.
Los muchachos se apasionan fácilmente por una actividad,
pero
con la misma rapidez, se aburren. Son muy dinámicos, pueden bailar
durante horas y, otras veces, esfuerzos menores les provocan cansancio
y fatiga.
Esto es interpretado por los padres como una simulación y, aunque
esta posibilidad puede existir, en realidad, es cierto que, el crecimiento
brusco y los cambios físicos que sufre el organismo en
un corto periodo ocasionan
sensación de debilidad y somnolencia en algunos, irritabilidad
e insomnio en otros.
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Lo
más sobresaliente en los adolescentes es el afán desmedido
por ser independientes; desean decidir sus propias vidas y formarse
por sí mismos.
Se
vuelven críticos hacia los adultos y tratan de evadir la dirección
de éstos. Una
vez más, la confianza entre los hijos y padres puede salvar la
situación, ya que las conversaciones amistosas entre unos y otros,
contribuyen a solucionar el conflicto de independencia del adolescente
y el control de sus padres.
Es útil facilitar la propia casa para que se reúna con
los amigos.
Los
muchachos en estas edades aparecen como autosuficientes y vanidosos;
no aceptan consejos y se consideran con la experiencia adecuada. Sin
embargo, los padres se exceden en aconsejar sobre aspectos muy conocidos
por los jóvenes, que los han escuchado desde que son pequeños,
tales como: abrigarse bien porque hace frío; lavarse las manos
cuando llegan a la casa; tener cuidado al cruzar la calle y muchos más,
que los adolescentes rechazan porque es el mismo trato que les daban
cuando eran niños, niños que ya no quieren ser.
Los
adolescentes son rebeldes y aparentan ser fríos e indiferentes
ante las preocupaciones de sus padres; a la vez son tiernos, todavía
niños que sueñan despiertos, y tienen un gran afán
de vivencias y aventura, donde ellos son los protagonistas de actos heroicos.
Para muchos adultos todo esto resulta extraño, incomprensible.
Surgen choques, críticas y juicios a veces contradictorios: eres
demasiado niño o niña para gobernarte. Acto seguido: es
increíble que no te des cuenta que ya eres un hombre para jugar
así. La sexualidad está entre los aspectos que más
preocupan a padres e hijos en esta etapa de la vida.
Los
adolescentes experimentan sensaciones nuevas, a veces inquietantes, más
aún si no tienen una buena formación acerca de la cuestiones
sexuales. Muchos de ellos sufren preocupaciones y temores relacionados
con la masturbación.
Ésta es normal y no tiene nada que ver con el acné juvenil,
la locura, ni la tuberculosis. Algunos padres piensan erróneamente
que esta práctica puede ocasionarle daño al hijo o la hija
y los atemorizan con advertencias. El resultado es que los jóvenes
lo hacen, por impulso propio de la edad, pero a su vez, les crea una gran
culpabilidad y preocupación hacerlo.
Una educación sexual que oriente al adolescente acerca de su sexualidad
y de los sentimientos que la misma acarrea, es un factor de consideración
que contribuye a la seguridad y autocontrol de la o el
joven, a la vez que desarrolla y refuerza su responsabilidad y su conciencia
acerca de este importante aspecto de su vida.
Es
muy conveniente que los padres reflexionen y se informen sobre todas
las cuestiones que tienen que ver con la adolescencia de sus hijos,
ya que no les pueden encontrar solución cuando a veces no se
atreven ni siquiera a consultar el asunto con un médico.
Gutiérrez,
Elsa. “La adolescencia está próxima” y “Los adolescentes
en el mundo de hoy”, en Mensajes a los padres. Editorial
Científica, La Habana, Cuba, 1985, pp.95-117. |
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