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En todas las familias
es frecuente que se vivan problemas o dificultades; esto hasta cierto
punto es normal, lo importante es cómo se enfrentan y resuelven.
Las dificultades pueden ayudar a aclarar malos entendidos,
a reconocer errores y fortalecer los lazos afectivos y de comunicación
entre los integrantes de una familia.
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Cada grupo familiar se adapta a las circunstancias que le toca vivir,
dependiendo de la personalidad de sus miembros, la época en que
se viva, sus valores, su propia historia. Por ejemplo, el nacimiento de
un nuevo integrante; el primo que se queda un tiempo; la muerte de alguno
de ellos, etcétera.
Los integrantes de una familia reaccionamos de diferente
forma frente a las dificultades. A algunos nos pueden dar ganas de gritar,
a otros de hablar; también podemos hacer como que no pasa nada
o evitar hablar de lo que sucede.
Cuando no se resuelven las dificultades familiares, se
puede ocasionar un ambiente de tensión, enojo o violencia, que
afecte el estado de ánimo de sus miembros. Esto puede llevarlos
a buscar sus propias soluciones, que muchas veces pueden exponerlos a
diversos riesgos. Por eso es tan necesario que juntos analicemos y busquemos
posibles salidas a los problemas.
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