::Editorial::

El asesor y el servicio educativo

Se han planteado y replanteado muchas veces, en estos casi 28 años de trabajo del INEA, las tareas educativas de los asesores y asesoras, siempre tratando de poner énfasis en los aspectos pedagógicos; sin embargo, el cumplimiento de metas, como prioridad, y la poca formación que reciben son aspectos que han influido en el desarrollo de una práctica educativa, que muchas veces no cumple con las expectativas de las personas jóvenes y adultas.

La Dirección Académica, consciente del gran problema que representa formar a aproximadamente 80 000 asesores y asesoras en todo el país, con una rotación de cercana a 30 % anual, ha advertido de la necesidad de realizar un trabajo  conjunto con los Institutos y Delegaciones Estatales, en el que se establezca con claridad la importancia de asumir la formación de los asesores como detonador para brindar un servicio educativo de calidad.

Primero tendríamos que identificar al tipo de asesores y asesoras que colaboran con la educación para personas jóvenes y adultas, no solamente considerando su perfil, que es un factor sumamente importante, sino también la labor real que realizan; por ejemplo, hay asesores que apoyan a las personas jóvenes y adultas de manera individual, revisan sus avances, los motivan para que concluyan lo más rápido posible, pero también hay asesores que realizan actividades colectivas de aprendizaje, o bien actividades de promoción de los servicios educativos.

Otro factor que debemos considerar son las características de los diferentes sectores de la población que acuden a los servicios educativos que promueven los Institutos y Delegaciones Estatales, y darles respuesta; por ejemplo, para brindar un servicio de calidad a la población indígena es necesario que se le realice la entrevista inicial en su lengua materna por alguna figura bilingüe, que se disponga de material didáctico para la ruta de la que sea candidato, que el asesor esté formado y también sea bilingüe, que se le oriente y motive permanentemente sobre su proceso educativo, y además del asesor, en general que todas las figuras, tanto institucionales como solidarias, participen en algún momento del proceso, estén preparadas para brindar la atención al educando en tiempo y forma.

Entonces, ¿qué tipo de asesores queremos? Más que desear un perfil determinado, de entrada debemos pensar en el proceso de formación que requiere cada uno de ellos para dar respuesta oportuna y eficiente a las necesidades educativas de las personas que atiende, diversificando las posibilidades de atención de acuerdo con cada tipo de contexto.

Es necesario determinar las competencias que necesita desarrollar el asesor, las rutas de contenidos por seguir, con el fin de planear una formación pertinente a cada asesor; sin embargo, todos deben recibir la formación de inducción e inicial, como lo marca la normatividad, para después especializarse.

Habrá que hacer uso de toda la oferta de formación existente para los asesores y asesoras, pero no sólo a través de talleres presenciales, sino también debemos instrumentar estrategias para utilizar la tecnología como herramienta de formación, y la autoformación y la vinculación con instituciones educativas para profesionalizarlos.

Siempre y cuando se dé un trabajo coordinado, eficiente y pertinente de todos (oficinas centrales del INEA-Institutos y Delegaciones Estatales) se podrá lograr un servicio educativo de calidad.

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