Las empleadas del hogar podemos vivir situaciones de violencia que ponen en riesgo nuestra integridad física, emocional, económica o sexual en el hogar donde prestamos nuestros servicios. En ocasiones, algunos de nuestros empleadores, o sus familiares, intentan imponer su autoridad con gritos, malas palabras, insultos y humillaciones, hasta llegar a los golpes o empujones. Todas estas acciones son ejemplos de la violencia que se puede dar en nuestro trabajo.

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Violencia física

Cuando hablamos de violencia física en el trabajo, generalmente pensamos en el daño a nuestro cuerpo por golpes, empujones o porque nos aventaron algo. Sin embargo, la violencia física consiste también en no darnos suficiente alimento o alimentarnos con comida de mala calidad o dejarnos las sobras de la comida.


La violencia física se da cuando nos exigen realizar actividades que lastiman nuestro cuerpo –como cargar muebles muy pesados–; nos obligan a permanecer dentro de la casa, sin salir en nuestro día de descanso o vacaciones. También, si nos exigen pagar los favores o regalos que recibimos, con más carga de trabajo.

Violencia emocional

La violencia emocional se da cuando lastiman nuestros sentimientos, mediante críticas, insultos, gritos, palabras ofensivas, actitudes humillantes o vergonzantes. Por ejemplo, al hacernos sentir que no valemos, cuando nos hacen comer paradas, nos acusan falsamente de algo, nos miran de manera amenazante o con desprecio, o nos llaman, “criada” o “india”, con el fin de ofendernos.

Otra forma de ejercer la violencia emocional es cuando se nos obliga a ser cómplices de lo que hacen nuestros empleadores o empleadoras. Por ejemplo: una patrona nos puede pedir que aguantemos los gritos de nuestro patrón y nos callemos.