Allá en los tiempos muy remotos, un día de los más
calurosos del invierno, el director de la escuela entró sorpresivamente
al aula en que el grillo daba a los grillitos su clase sobre el arte
de cantar, precisamente en el momento de la exposición en el
que explicaba que la voz del grillo era la mejor y la más bella
entre todas las voces, pues se producía mediante el adecuado
frotamiento de las alas contra los costados, en tanto que los pájaros
cantaban mal porque se empeñaban en hacerlo con la garganta,
evidentemente el órgano del cuerpo menos indicado para emitir
sonidos dulces y armoniosos.
Al escuchar aquello el director, que era un grillo muy viejo y muy
sabio, asintió varias veces con la cabeza y se retiró,
satisfecho de que en la escuela todo siguiera como en sus tiempos.
3 Augusto Monterroso, Obras
completas y otros cuentos. La oveja negra, México,
Joaquín Mortiz/SEP, 1986, p. 65.