Y vos, señor conde Lucanor, aunque sería bueno que os aprovechaseis del dinero u otras cosas que podrían redundar en vuestro bien, os aconsejo que, si hay peligro para vuestro cuerpo por deteneros en aquella tierra, no os quedéis allí mucho tiempo por codicia de dineros o cosa semejante. Y aún más, os aconsejo que no expongáis vuestro cuerpo si no fuere por cosa que ataña a vuestra honra, o fuera en mengua vuestra algo que dejarais de hacer; por que el que poco se precia, y por codicia o devaneo se expone a la muerte, podéis estar seguro de que no piensa fatigarse mucho; el que en realidad se estima, obra de manera que lo estimen los demás. Y no es preciado el hombre porque él se precie, sino por hacer tales obras, que merezcan la estima de sus semejantes. El que así lo hiciere, estad seguro de que cuidará su cuerpo y no se expondrá a perderlo por codicia ni por cosa en que no haya gran honra; pero si es preciso aventurarse, creed que no habrá hombre en el mundo que más pronto lo haga que el que vale y se precia mucho.
El conde tuvo éste por buen ejemplo, obró así y se sintió feliz.
También don Juan entendió que el ejemplo era bueno, hízolo escribir en este libro y compuso estos versos:
A quien por codicia se aventure
será maravilla que el bien le dure. |