La paloma, el cuervo y el cazador9
 
 

Se hizo amiga de un cuervo una paloma,
y algún tiempo después tan bien graznaba
que, al oírla sin verla, era forzoso
que todos por un cuervo la tomaran.

Fue tal su aplicación que, en breve plazo,
a robar aprendió con arte y maña.
¡No es raro!, ¡ya se ve!, con tal maestro
debió salir muy buena la oficiala.

Muchos granos de trigo, uno por uno,
de cualquier sementera se robaba;
y hurtó tanto, que al fin los labradores
cansados, acordaron atraparla.

Ella, que sus ardides no conoce,
cayó indefensa en la traidora trampa
y al llegar a las manos de un labriego,
a sabroso manjar fue destinada.

Se aflige la infeliz y se disculpa,
diciendo que un mal cuervo la enseñaba
a graznar y robar. —Pues no te vale,
contesta el labrador, tu excusa es vana:

Si con otras palomas anduvieras,
o te quedaras metidita en casa,
no serías ladrona ni atrevida,
ni te vieras al plato destinada.

Mas ya que con el cuervo te juntaste
y aprendiste tan bien sus malas mañas,
yo te asaré a la noche, y con tu vida
pagarás las espigas que me faltan.

 
 
  Continúe realizando la Actividad 2 del tema 1 en la Unidad 1 del curso Saber leer.
 
9 José Joaquín Fernández de Lizardi, “La paloma, el cuervo y el cazador”, en Fábulas morales. México, Porrúa, 1963, pp. 7-8.