Editorial
 

La lengua —aseguran algunas personas— es como una esponja cultural. Por medio de ella se crean y se comunican todos los saberes. Las lenguas —resulta fácil probarlo— comportan una variedad, acaso ilimitada, de posibilidades de ver y estar en el mundo. Por lo mismo, dentro de ellas no hay buenas ni malas formas de hablar, sólo palabras en acto y uso; es decir, palabras cuyo significado se construye en actos de comunicación.

Aun así, en muchos casos y situaciones la comunicación se obstaculiza, se quiebra, se rompe. Pero no es la lengua la que funciona mal, es la diferencia de intereses de las personas lo que impide llevar a cabo una buena comunicación. pues la lengua, contrario a lo que pudiera suponerse, posee las características necesarias para adecuarse a cualquier situación comunicativa. Es más, la lengua permite a todas las personas crear puntos de vista en común, de suerte que pueden construirse amistades permanentes y duraderas. Además, por medio de ella puede comunicarse el pasado, construirse el presente y pensar el futuro.

Así, con el principio de que la gente aprenda a comunicarse con todos sus semejantes, nace esta revista. Su propósito fundamental se centra en crear puentes comunicativos por medio de la palabra escrita, pues ésta (como la palabra oral que usamos todos los días) tiene la virtud de engendrar y crear una estrategia fundadora de amistad permanente. Leer un libro o una revista como esta es platicar y conversar con un amigo. De esta manera, la revista, con sus diversos y sorprendentes apartados, se ofrece como un discurso que intenta mantener vivo, por medio de una palabra amistosa, el amor al conocimiento.