Juan Rulfo. Nació en Sayula, Jalisco, México, en 1918, y murió en la Ciudad de México, en 1986. Creció en el pequeño pueblo de San Gabriel, villa rural dominada por la superstición y el culto a los muertos, y sufrió allí las duras consecuencias de las luchas cristeras en su familia más cercana. Su padre fue asesinado. Esos primeros años de su vida habrían de conformar en parte el desolado universo que Juan Rulfo recreó en su breve pero brillante obra.

En 1934 se trasladó a la Ciudad de México, donde trabajó como agente de inmigración en la Secretaría de Gobernación. A partir de 1938 empezó a viajar por algunas regiones del país en comisiones de servicio y publicó sus cuentos más relevantes en revistas literarias.

En los quince cuentos que integran El llano en llamas (1953), Juan Rulfo ofreció una primera sublimación literaria, a través de una prosa sucinta y expresiva, de la realidad de los campesinos de su tierra; en relatos que trascendían la anécdota social.

En su obra más conocida, Pedro Páramo (1955), Rulfo dio una forma más perfeccionada a dicho mecanismo de interiorización de la realidad de su país y creó un mundo (Comala) donde cohabitan lo misterioso y lo real, y creó una de las mejores obras de la literatura iberoamericana contemporánea.

Rulfo escribió también guiones cinematográficos, como Paloma herida (1963) y otra novela de corte magistral, El gallo de oro (1963). En 1970 recibió el Premio Nacional de Literatura de México; y en 1983 el premio Príncipe de Asturias de las Letras, en España.
 
  Disfrute de la lectura de un fragmento de El llano en llamas.4
 
 

¡Diles que no me maten!5

¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles, que lo hagan por caridad.
No puedo. Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti.
Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo haga por caridad de Dios.
No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a de veras. Y yo ya no quiero volver allá.
Anda otra vez. Solamente otra vez, a ver qué consigues.
No, no tengo ganas de ir. Según eso, yo soy tu hijo. Y, si voy con ellos, acabarán por saber quien soy y les dará por afusilarme a mí también. Es mejor dejar las cosas de este tamaño.
Anda Justino. Diles que tengan tantita lástima de mí. Nomás eso diles.
Justino apretó los dientes y movió la  cabeza diciendo:

No.
 
4 Lo encontrará en la mediateca de la Plaza Comunitaria más cercana a su domicilio.
5 Juan Rulfo, Obra completa, Venezuela, Ayacucho, 1985, p. 54.