Historia de los dos que soñaron22
 
 

Cuentan unas crónicas muy antiguas, escritas por hombres sabios y amigos de la verdad, que hubo en el Cairo un hombre muy rico, tan generoso y caritativo que terminó por repartir entre los pobres toda su fortuna, quedándose solamente con la casa de sus padres.

Una tarde regresó tan cansado del trabajo que se durmió debajo de una higuera de su jardín, y en sueños vio a un desconocido que le dijo:

―Tu fortuna está en Persia, en Isfajan, vete a buscarla.

A la mañana siguiente el hombre despertó en la madrugada y emprendió un largo viaje hasta Isfajan. Atravesó desiertos, cruzó ríos caudalosos, peleó con fieras que lo atacaron. Al fin llegó a Isfajan, pero tan cansado estaba que no pudo entrar a la ciudad y se acostó a dormir en el patio de un templo a Mahoma, que allá se llamaban mezquitas. Junto a esa mezquita había una casa grande y lujosa, y tocó la casualidad que esa misma noche, mientras el hombre del Cairo dormía profundamente, una pandilla de ladrones atravesó el patio de la mezquita y se metió en la casa para robarla.
 
 

Despertaron los dueños y pidieron socorro a gritos; despertaron los vecinos y también gritaron, mientras que los ladrones huían por las azoteas. Cuando el jefe de los vigilantes llegó, hizo registrar la mezquita y en ella dieron con el hombre del Cairo y lo llevaron a la cárcel. El juez lo hizo comparecer y le dijo:

―¿Quién eres y cuál es tu patria?

El hombre declaró:

―Soy de la ciudad famosa del Cairo y mi nombre es Yacub El Magrebí.

El juez le preguntó:

―¿Qué te trajo a Persia?

El hombre dijo la verdad:

―Un hombre me ordenó en un sueño que viniera a Isfajan, porque ahí estaba mi fortuna. Ya estoy en Isfajan y veo que la fortuna que me prometió ha de estar en la cárcel.

El juez se echó a reír.

―Hombre desatinado ―le dijo―, tres veces he soñado con una casa en la ciudad de El Cairo, en cuyo fondo hay un jardín y en el jardín, un reloj de sol y después del reloj de sol, una higuera, y bajo la higuera un tesoro. No he dado el menor crédito a esa mentira. Tú, sin embargo, has venido caminando hasta aquí bajo la sola fe de tu sueño. Que no vuelva a verte en Isfajan. Toma estas monedas y vete.

El hombre las tomó y regresó a su patria. Debajo de la higuera de su casa (que era la del sueño del juez) desenterró el tesoro.

Así dios lo bendijo y lo premió.
 
22 Anónimo, “Historia de los dos que soñaron”, en Español. Quinto grado lecturas, México, SEP, 1999, pp. 50–51.