En busca de mejores oportunidades
 
Querida abuela:
 
Parece que fue ayer cuando iniciamos esta aventura, aún recuerdo cuando llegó el enganchador al pueblo a apuntar gente que quisiera venir a trabajar a Sinaloa. ¡Cuántas cosas ofrecían: camión, lonches pa'l camino, escuela pa'los niños, servicios médicos pa'todos, y un cuartito pa'estar todos juntos; ¡ah y, sobre todo, lo principal!, ¡trabajo!, ese que hace tanta falta por allá, en nuestra tierra.
 
Al principio, no nos decidíamos, nos parecía imposible salir del pueblo, la verdad es que tú tuviste mucho que ver, de no ser por ti, por tu valor y ánimo, jamás nos habríamos venido.
 
Durante el camino, los niños, felices, disfrutaban el viaje, y yo, en cambio, mientras el camión se alejaba más del pueblo, más triste me ponía.
 
Nunca habíamos salido del pueblo y ya eran dos lunas seguidas que llevábamos de camino, el clima cambiaba, en unos lugares hacía frío y en otros calor... Al final de todo llegamos a nuestro destino:
 
El campo agrícola, en medio de las tierras de cultivo y rodeado de árboles, muy limpio y recién pintado, María —mi esposa— estaba feliz, al fin una casa pa'
nosotros solos —dijo—.
 
El dueño del campo es un gran hombre, le pregunté cuánto íbamos a pagar de renta y el respondió: "Esto es de ustedes, no les estoy dando nada, sólo les devuelvo un poco de lo que me dan con su trabajo, siéntanse como en su casa y disfruten lo que hay aquí. Necesito que se apunten en la guardería dos mujeres para que en lugar de trabajar en el campo lo hagan allí para cuidar a los niños".
 
María ni lo pensó dos veces, rapidito se apuntó y le ha gustado tanto que todavía trabaja allí.
 
Nos han pasado tantas cosas buenas. María ya aprendió a leer y a escribir, esta carta la está haciendo ella, los muchachos de ISEA vienen aquí y le están enseñando, le trajeron libros y hasta va a terminar la primaria pa'la próxima zafra, ha valido la pena venir a este lugar.
 
Bueno abuela, me despido, ya te seguiré contando lo que sucede, un beso.