Todos debemos aceptarnos
 
Querida abuela:
 
Ya me tienes otra vez aquí. Voy a cumplir la promesa que te hice, voy a empezar por decirte por qué me salí de la secundaria y nunca más volví a ella.
 
Me salí porque ya no aguanté más estar allí. Mira, fueron muchas las razones. La primera fue la cuestión económica de mi tío Benja, no le alcanzaba su "raya" para darnos de comer a todos.
 
Eso me fue bajando el ánimo y, para ayudar, me dio por trabajar en la albañilería, era peón. Hacía la mezcla y todo lo que me decían el "maistro" y el arquitecto. Me pagaban poco, pero así como me lo daban, se lo entregaba a mi tío pa'que se ayudara con el gasto de la semana. Yo seguía en la escuela, pero empecé a faltar y a quedarme atrás. Mi ánimo por estudiar también había empezado a decaer, porque mis compañeros del grupo se burlaban mucho de mí.
 
Desde que llegué, me pusieron de sobrenombre "El sierris". Nada de lo que decía les agradaba, decían que era bronco, como si fuera un pecado haber nacido en el rancho. Me acuerdo que hasta la profesora de la materia de español me hacía quedar mal con los compañeros del grupo. Vieras, abuela, cómo sufría vergüenzas. Cada vez que hablaba me abochornaban. Me acuerdo que yo le decía a la profesora: "Miri, profi, esti plebi mi está molestandu. Nu li gusta comu hablu y mi'stá diciendu sierreñu bajadu a tamburazus, li vuy a pigar, ¿eh?" Y entonces la profesora, en lugar de corregir a los que me molestaban, me decía que yo tenía la culpa, que tenía que aprender a hablar bien, o sea, como ellos.
 
Fíjate, abuela, y yo que creía que ya había aprendido a hablar. Me acuerdo que allá en San José de las Delicias nadie se burlaba de mí, todos me entendían, y aquí siempre que hablaba era motivo de risa, lo cual me molestaba mucho, pero mucho, como si ellos fueran tan perfectos, por eso fui perdiendo poco a poco el entusiasmo por el estudio. Llegó el momento que era tanta la necesidad de trabajar, eran tantas mis faltas a la escuela y demasiado lo que me molestaban mis compañeros que un día decidí nunca más ir a la escuela.
 
Ahora pienso que me faltó un poco de carácter para sobreponerme. Después se vinieron otros amigos míos de allá del rancho y ellos no sufrieron lo mismo que yo, porque ya no era lo mismo, las personas ya habían aprendido a convivir y respetar a sus semejantes tal como son.
 
Sabes qué abuela, con esto lo que estoy comprobando es algo que tú dijiste varias veces. Me acuerdo que me decías que la clave para crecer era la escuela y el trabajo, por eso, te quiero pedir que me animes. Que yo puedo hacer cuanto desee, que es un asunto de imaginarlo y de poner manos a la obra.
 
Finalmente te quiero decir, que te traigo dentro de mí y que es
imposible olvidarte.
 
Te quiero y te extraño mucho.