No teniamos nada para vivir
Pedro y Dolores
 
 

El primero en llegar a la frontera fue Pedro. Llegó atraído por la posibilidad de encontrar un empleo que le permitiera tener un ingreso fijo para sostener a su familia.

Al igual que otros hombres de su comunidad, Pedro fue enganchado por las promesas de trabajo que le hicieron personas que iban desde la frontera hasta su pueblo en autobuses enviados para ese propósito.

Atrás, en un pueblo de Veracruz, quedó Dolores con sus dos hijos. Unos meses más tarde Pedro decidió ir hasta su estado natal y traer a su familia.

En el momento de la entrevista, la pareja y sus dos hijos, de nueve y siete años de edad, comparten una vivienda de dos habitaciones con dos parientes del mismo pueblo. Para llegar al barrio donde se encuentra la casita se hace en autobús aproximadamente hora y cuarto, desde la plaza principal de la ciudad.

 
 
En la búsqueda de una mejor forma de vida
 

Dolores: Yo nací en un lugarcito que se llama Aguapinoles, en Veracruz. A mi papá no lo conocí, pues yo tenía un mes de nacida cuando él se murió. Mi mamá planchaba y lavaba ajeno, en ese tiempo estaba más fácil, pero ahorita ya no. Vivíamos en una casita de palmas, cerca de donde le dicen Yaguas; tenía dos cuartos nada más. No teníamos luz, ni drenaje, tomábamos agua de un pocito de manantial. Hacíamos las necesidades así, en el monte...

Allá en aquellos tiempos, toda la gente estaba así. A mí me sacaron de la escuela y mis hermanos también se salieron porque no nos daban dinero para comprar cuadernos.

Pedro: Nos dedicábamos a dos cosas, al campo y a los animales de un tío, allá en Acayucan desde que llegué me puse a trabajar para una compañía que se llamaba Concentrados del Sureste, en donde hacíamos alimento para ganado. Se cerró la planta, y de ahí, pues me dediqué de vuelta a lo mismo, la ganadería, a ordeñar.

Dolores: Yo ya no trabajé, porque tenía a los dos niños chiquitos.

Pedro: Planificamos la familia porque si ya con dos no nos alcanza, con tres o cuatro, menos. Si no tiene uno ni tierra que trabajar, no teníamos ni para hacer casa. Luego nos fuimos a unos ranchos, ahí anduvimos como otros tres años afuera.

Dolores: Nos movíamos siempre adentro de Veracruz, porque se tiene el mismo lugarcito. Ya después de Veracruz a Juárez, él se vino primero.

Pedro: Pues yo me vine, porque en el último rancho que trabajé estuve como seis meses; era la vida muy matada y el sueldo muy poco; pero me dijo mi compadre:

--Si quieres te regalo el boleto y vámonos a Juárez, allá ganas más y es menos matado el trabajo.

Y es por eso que me vine a Juárez. Veníamos buscando trabajos, por la economía de la familia, allá no teníamos nada, ni tierras donde hacer una casita, nada para vivir. Ella se quedó en Acayucan en casa de su hermana.

 
 
Trabajo y organización familiar
 

Pedro: Cuando llegué aquí, a Juárez, me fui directamente con mis hermanos y mis primos. Ellos me echaron la mano durante quince días, que para el carro, que para esto y lo otro; bueno, luego uno de ellos me lo cobró y se lo pagué. Yo necesitaba para el autobús y ellos me mandaron doscientos pesos.

A los dos días me fui a trabajar a la corporación como guardia de seguridad. Mientras, estuve con ellos, ya después mi otro hermano, el más chico, que estaba también aquí, me fue a ver.

--Fíjate que estoy solo en la casa y la casa es grande, si quieres vámonos.

Y sí, cuando me pasé ahí fue cuando le dije a ella: "pues, te vas a venir", y le mandé para el pasaje del autobús.

Dolores: Pagamos cuatrocientos pesos de renta. Son dos cuartos y el baño, uno es de cemento y el otro es de ladrillo. También tenemos agua adentro, nada más nos falta el fregadero.

 

Pedro: Ahí vive mi primo, un sobrino de ella y nosotros, o sea, cuatro adultos y dos niños. El sobrino y el primo trabajan para la misma maquiladora en donde yo estoy de arnesero. Mi turno de trabajo es de lunes a viernes, de la tarde hasta la media noche, llego a casa ya muy tarde, y me vengo levantando como a las once de la mañana.

Dolores: Yo sí me tengo que parar temprano para llevar a los niños a la escuela. Y luego hacerles de comer para llevarles.

 
 
Redes de traslado, contratación y hospedaje
 

Pedro: Nos venimos para acá porque allá llegó el rumor de que aquí el trabajo se paga muy bien. O sea que en el radio lo anuncian y todo, hasta hay autobuses dispuestos a traer a la gente.

Dolores: Las radiodifusoras hablan de venir. Uno baja a las calles y en cualquier poste, o en cualquier pared se ven los anuncios de que se necesita personal para trabajar en maquiladoras y todo eso. O propaganda de la línea de transporte, ellos mismos hacen el movimiento.

Pedro: Por ejemplo, ahí en la línea llegan los gerentes o los encargados de las maquilas y pegan su lote de anuncios, los ve uno y va directamente con ellos; la maquila paga el viaje a los transportistas.

Aquí llega uno directamente a unos cuartos especiales, que tienen para unos quince días, mientras buscan trabajo, ya tienen todo controlado.

Dolores: Los camiones sí cobran. Supongamos que ahorita dijera un familiar de él que se quiere venir, él va y habla con el del transporte para que se lo traigan y acá le paga. Así hacen muchos.

Pedro: En el hospedaje caben hasta cincuenta personas acostadas en el piso. Lo del hospedaje sale de uno mismo. Por ejemplo, el dueño del hospedaje le dice:

--Te voy a dar quince días, una semana es gratis, después de eso te voy a cobrar trescientos pesos.

Al que le gustó ahí, pues se queda, paga los trescientos y la comida aparte.

 
 
Salud y servicios médicos
 

Dolores: La niña tiene nueve años y no sabe leer. Apenas es el primer año que está estudiando, porque en general nada más estudiaba un mes y ya.

Pedro: Siempre ha padecido de asma bronquial, a veces a punto de desarrollársele bronconeumonía o bronquitis.

Dolores: Sí, había ido a escuelas, pero se pasaba más tiempo internada que en la escuela.

Pedro: En Veracruz nos decían los doctores que a esta niña le hace falta estar en un lugar frío y seco, eso es un poco por lo que me vine, y dije: ahora me la voy a traer, y ahora aquí está bien seriecita y ya.

Dolores: O sea, aquí sí le da gripa pero se le quita y ya, pero antes era una cosa que...

Pedro: Cada quince días con el doctor. Se enfermaba de gripe, y yo decía: ésta se me va a morir. Nada más llegamos aquí y se compuso. Ahora en junio vamos a Veracruz, y llegando allá se pone con el asma, porque aquel clima no le está, porque es húmedo.

Dolores: Es que aquí ella no sale a jugar a la tierra.

Pedro: Nada más se la pasa adentro, en la casa, no juega.

Dolores: Pero allá sí, y se junta con todos mis sobrinos y otros chiquillos, y ya es un relajo el que hacen afuera, y como el solar es grande...

Dolores: Él tiene una bola.

Pedro: Se llama bocio tiroideo y afecta la glándula tiroides, toda la parte de la garganta. Antes me gustaba cantarle a los borrachitos y ahora ni para eso me sirve.

Cuando yo era chamaco así era como me ganaba los cinco o los veinte pesos, cantándole a los que estaban tomando, para tomarme una soda o comprarme una galleta.

Esta semana tengo cita con la especialista para que me dé un tratamiento, me va a dar una dosis y me va a incapacitar un mes. Esa dosis es muy cara, cuesta alrededor de 2500 pesos.

Dolores: Hace como dos años o tres que le salió bocio.

Pedro: Allá en Veracruz llegué a vender hasta el comedor y otras cosas para poderme curar. Y luego le digo a ella, mejor vámonos, si no vamos a acabar con lo que tenemos.

Dolores: Pues acabamos.

Pedro: Sí, acabamos. Me traté allá en Veracruz pero se me acabó todo lo que tenía, tenía mis animalitos y todo eso se fue. Yo podía haber comprado el seguro porque trabajaba antes en una compañía, pero nunca me dijeron cómo hacerle. Alguien me dijo:

--Allá en Juárez hay mejores especialistas y te vas a componer.

Aquí la doctora me dice:

--Para qué lo hago gastar en seguros mientras lo opero, con la ayuda que le estoy dando va a salir adelante. El IMSS le va a pagar la incapacidad y si lo corren hay más trabajo y tiene derecho a cuarenta días del seguro.

A lo mejor, como me dice la especialista... nunca me dijeron, y uno de mente cerrada, pues viene uno de ranchito. Pero de haber sabido que se podía comprar el seguro no hubiera acabado con las cosas.

 
 
Una historia de maltrato infantil
 

Pedro: A mí me pegaba mi tío, mi mamá me regaló con él cuando tenía ocho años, con él me crié.

Nosotros éramos cinco, a los demás los repartió con sus hermanos, yo como estaba más chamaco, me jaló con el más chico.

Me regaló porque se juntó con otro hombre y ¡vaya!, ¡palabra que era el diablo!, Llegaba el hombre y quería que le quitáramos los zapatos y los calcetines, y si nos encontraba en la calle nos metía a cuerazos. Una vez me correteó, me dio una que fue la primera y la última; yo tenía ocho años, entonces, en lo que se acostó, agarré yo el cebollero y ya se lo iba a meter en la barriga, cuando despertó ¡me dio una tizna!, y le dijo a mi mamá que si no me regalaba él se iba a ir y ella prefirió regalarme a mí y quedarse con el señor.

La verdad sí le tengo rencor, pero nunca le reclamé.

Y salí de Guatemala para meterme a guatepeor, pero tan siquiera mi tío me enseñó a trabajar, ya no fui a la escuela, como no era yo hijo legítimo.

--Ya te vas a tener que ganar lo que te comes --decía el tío.

Empecé a tomar saliendo de la escuela, a los catorce años, por lo triste y decepcionado, no tenía quien me ayudara.

 
 
El trato a los hijos
 

Pedro: Ellos, mientras esté yo con ellos se sienten felices; le decía yo a la niña.

--Fíjate que me voy a ir a los Estados Unidos.

Y ella me decía:

--Si te vas tú, me voy yo.

Por eso le digo yo a ella que a mí me duele que les pegue a los niños, a la niña, principalmente a la niña, los dos son de carne y hueso, los dos sienten, a mí no me gusta nada eso de que "por tu culpa a mí no me hacen caso", no hay necesidad de andarles pegando, hablándoles entienden los chamaquitos.

 

Dolores: No les pego seguido, nomás de repente les doy sus nalgadas.

Pedro: Yo les hablo y ellos entienden, y a veces solamente conque yo les hable, lloran; lloran y los ando chiqueando, que no llore m'ijo. Ella dice:

--Es que no me hacen caso.

Dolores: Es que yo a veces los regaño, y él no, es que hacen travesuras y a veces les doy su codazo, por eso me reniegan más. Y él no, los ve hacer una travesura y ni siquiera les habla ni nada.

 
Pedro: No sé, como a ella no le pegaban, por eso ella les pega a ellos.
 
 

Pedro, Lola y sus dos hijos forman una de las miles de familias de veracruzanos que radica en Ciudad Juárez a partir de los últimos cinco años de la década de los noventas.

De extracción básicamente campesina, Pedro y Lola únicamente estaban preparados para desempeñar las labores tradicionales del campo: la agricultura y la ganadería. En temporadas, cuidando ganado, en otras, cultivando la parcela familiar o contratándose en la pizca, la familia había sobrevivido varios años.

Finalmente la crisis agrícola de aquella entidad y la enfermedad crónica de Pedro, al no contar con servicios médicos de asistencia social, los llevaron a un empobrecimiento todavía mayor.

En ese momento dirigieron sus esperanzas a la ciudad fronteriza, un tanto por necesidad, otro tanto porque había constantes campañas de contratación dirigidas por las empresas juarences que requerían en esos momentos de más y más mano de obra.

Primero Pedro, luego Dolores y los niños, la familia se instaló en la frontera. Comparten su vivienda con otras dos personas del mismo pueblo y luchan cada día por adaptarse a sus nuevas condiciones de vida.

Mantienen una esperanza, la de obtener una casa propia y alcanzar la salud en esta ciudad, gracias a las prestaciones y servicios médicos que les brinda el empleo de Pedro en una maquiladora.