Soy de Gómez Palacios, Durango y tengo tres años aquí. Tengo veintinueve años y cinco hijos, dos hombres y tres niñas. Un niño de trece, una niña de diez, otro de nueve, una niña de siete y una de cuatro.
Mi papá era trailero y mi mamá se dedicaba a la casa, tuve nada más un hermano.
Yo me casé a los quince años. Él y yo nos empezamos a tratar y, después de tres meses, me casé.
Desgraciadamente tuve mala suerte. Justamente yo me salí de mi casa por el maltrato y por estar encerrada, me salió poquito peor, me salió muy golpeador el muchachito.
Yo digo que no lo quería. Lo único que yo quería era buscar, supuestamente, otro tipo de ambiente, lo que quería era salirme de mi casa.
Mis papás nada más me decían que yo tenía la culpa, porque no lo dejaba, hasta que yo me decidí y dije: "Ya, hasta aquí".
Me divorcié de él un año. Después conocí al papá de mis hijos y me casé con él. Él era doce años mayor que yo. Yo tenía dieciséis años. Con él sí me casé por la iglesia y por el civil.
Viví un matrimonio ejemplar con él. Sí hubo problemas, pero fue una persona muy tranquila. Todos mis hijos son de mi segundo matrimonio, que duró aproximadamente diez años.
A él lo mataron. Poco antes de que muriera yo quedé embarazada de mi niña, que ahorita tiene cuatro años.
Empecé a trabajar cuando me quedé sola, con mi pancita y mis cuatro hijos, pues yo dije: ¿ahora qué voy a hacer? Sola, sin el apoyo de nadie, mi mamá estaba en Estados Unidos, mi hermano, tenía como catorce o quince años, y dije yo, ¿en qué me puede ayudar?
Mi padrastro estaba muy grave y ya era como un niño. Murió cinco meses después que mi esposo.
Yo pensaba: ¿Ahora qué voy a hacer? En la maquila no, porque estás embarazada, en una casa no, porque estás embarazada, o sea, me ponían trabas, y dije: ¿pues qué les estoy pidiendo?
Bueno, allá hay salones de baile y me fui a bailar. Nada más a bailar. Dice el dicho, El hombre llega hasta donde la mujer quiere. Muchas veces, cuando se quieren propasar, les digo:
--¿Sabes qué? Déjalo así, págame lo que me debes y me retiro.

Iba en la noche. Dejaba a mis hijos encerrados y con mi pancita, pues ahí voy. Estaban chiquitos, el más grande tenía unos ocho años. Cuando me salía los dejaba dormidos.
Me preocupaba, decía:
--¿Y si les pasa algo a mis hijos por andar yo acá?
Pero también decía:
--Bueno, pero tengo que llevarles qué comer.
Por noche sacaba por decirlo así como unos $100.00, $110.00, $120.00 Nada más lo que me daban los clientes.
Con el tiempo que duré trabajando conocí a los clientes y me decían:
--¿Qué "panzona", cuándo te vas a aliviar?
--Pues ya me faltan dos o tres semanas.
--Pues ahí te van $50.00 para que te ayudes.
O sea, muchos señores me ayudaron, sin mala intención.
--Ten ahí te van $50.00, los... ¡ya vete!
Me iba yo con mis $50.00 ó $100.00, muy contenta porque yo ya tenía qué darles de comer a mis hijos.
Para ese entonces yo le dije a una persona: Sabe qué, le dejo a mis dos hijos, y a otra persona le dejé los otros dos, porque pues ¿cómo hacerle?
Cuando me alivié, otra persona cuidó a mi bebé y yo seguí trabajando. Les llevaba dinero para que comieran y todo, nunca los desatendí ni deje de verlos. Siempre estuve al pendiente de ellos, a su lado.
Seguí trabajando, conocí a mi tercer pareja, ahí, en ese lugar; nos empezamos a tratar, cuando yo me alivié de mi niña, él estuvo conmigo; como si fuera el papá.
Cuando me junté con este muchacho dejé de trabajar en la noche en la bailada. |