 |
Dos veces intenté cruzar |
Esperanza |
|
|
Antes de llegar a Ciudad Juárez, Esperanza vivió una realidad en extremo dramática; por un lado, es una persona de enorme voluntad para salir adelante y luchar por su familia y su comunidad, por otro, vivió un matrimonio en el que la violencia fue la nota constante.
La necesidad de tener un mejor medio de subsistencia y la ilusión de encontrar otra forma de vida la llevaron a arriesgarse a pasar a los Estados Unidos como "mojada". Dos veces lo intentó, dos veces la regresaron. Finalmente, encontró trabajo y creó lazos amistosos en la ciudad fronteriza. |
|
|
La mujer que trabaja quiere mandarse sola |
|
Yo nací el 24 de octubre de 1965 en Tapachula, tengo 35 años. No estoy casada, viví en unión libre, ahorita soy soltera. Tengo dos hijos varones, uno de 13 años y uno de 14. Estudié nomás hasta cuarto año de primaria.
Salí de allá el 25 de Febrero del año pasado porque mi esposo, bueno, mi pareja, se enojó cuando conseguí trabajo, me decía:
--Pues-- ya ganas tu dinero.
Como queriendo decir que yo ya no lo necesitaba.
--Pues no --le decía yo-- así nos ayudamos mutuamente. |
|
Yo seguí trabajando en un hotel, de camarera. Entré ahí para ganar 800 pesos al mes; cuando yo cobraba ese dinero, ya lo debía todo en la tienda, porque él se desobligó, ya no me quiso dar el gasto.
Se desavoluntó, empezó a andar con otra muchacha, según él porque "la mujer que ya trabaja, quiere mandarse sola, ya le levanta la voz a uno". De la noche a la mañana decidió irse de la casa y se marchó.
Fue cuando les dije a mis hijos:
--Ni modo, ahora sí tenemos que |
|
|
apretarnos un poco la tripa, cuando haya vamos a comer y cuando no, no.
--Mis hijos ya no querían estudiar:
--Mami, ya no va a alcanzar para darnos escuela a nosotros.
--Cómo no, papito, yo sé que sí.
Mi suegra me quiere mucho, ella ha sido como una madre para mí, ella me impulsó a que yo decidiera salirme de allí. En mi casa yo vivía lo más económico que se podía, teníamos que sacar agua del pozo, no hay drenaje.
--Tal vez, estando tú allá, metan drenaje en la colonia y trabajando tú allá tienes cómo mandar el dinero para meter las tuberías, anda ve --me decía ella.
--¿Cómo? ¿Irme de veras? --le contestaba--. Yo lo que quiero es que mis hijos estudien, hacer más grande mi casa, que mis hijos tengan cada quien su cuarto, porque ellos son varones. El día de mañana se casan mis hijos y tengo que dejarles donde vivan siquiera.
--Si m'ija, ándate para allá, la única manera en la que yo te puedo apoyar es cuidando a tus hijos. |
|
|
A los polleros les vale |
|
Aquí voy a tener un año, aunque mi idea original no era venir a Juárez; era irme al otro lado. De Chiapas me fui a México y de ahí a Agua Prieta, me fui hasta el otro lado pero nomás llegué a Phoenix porque nos agarró la migración.
Al pollero yo no lo contraté, lo contrató mi hermana por medio de una amiga.
Ella me dijo por teléfono:
--En tal hotel está un pollero, él es muy buena gente, él no deja tirada a la gente.
--Pero ¿cómo le voy a pagar?
--Tú le vas a pagar hasta que te lleve ahí, mientras no hay ni un centavo.
--¿Y la comida?
--También corre por su cuenta.
--¿Y el hotel?
--Creo que ese si lo tienes que pagar tú, mira, te vas y agarras el camión en México para Agua Prieta, preguntas donde está ese hotel, llegas ahí y preguntas por él, le dicen El Tigre.
Y sí, cuando llegué a la terminal de Agua Prieta, le pregunté a la gente que estaba ahí afuera y llegué hasta el hotel.
--¡Oiga! ¿quién es El Tigre?
--Ahorita viene.
Y sí, al rato llegó:
--¿Usted es la que viene de Chiapas? ¡Ah, bueno! Vaya a descansar un rato, vamos a salir a las siete de la noche. De preferencia póngase dos pantalones, uno de mezclilla de esos gruesos.
|
 |
Me puse un pantalón negro de mezclilla y como estaba haciendo mucho frío entonces me puse tres camisas y luego mi chamarra, las demás cosas ahí quedaron en el hotel.
Cuando uno se va todo se da por perdido. A los polleros "les vale"... |
|
 |
|
|
La migra a mí me agarró... |
|
Caminé 14 horas, yo sentía que me iba a morir aguantando sed, aguantando frío, el hambre, ya ni se diga. Yo tenía los pies bien hinchados, y una señora llevaba a su niña de nueve años que ya no aguantaba. Éramos 17 personas, iban más hombres que mujeres, pero los hombres ya no podían cargar a la niña porque también ellos ya iban muy cansados y la niña ya no aguantaba.
Nosotras le decíamos:
--Señora, pero por qué se arriesgó a traer a la niña, si usted ya no aguanta, imagínese su criatura.
--Pero, es que tengo que llegar.
Esa fue la primera vez que nos agarró la migración. Nos vieron y nos subieron a la troca, pero no veníamos nomás nosotros. Para saber en dónde habían agarrado más, la troca venía llena y nos regresaron, regresamos a Agua Prieta.
Nos dijo el pollero que descansáramos cuatro días. Vinimos a Altar, Sonora y de ahí agarramos otra vez camino.
No habíamos caminado más de cuatro horas en el desierto cuando nos asaltaron unos cholos. Yo llevaba 50 dólares y me los quitaron. Nos amenazaron con pistola, y uno que iba con nosotros se negó a dar los 100 dólares que llevaba, lo mataron ahí, delante de todos nosotros, yo me asusté muy feo y sentía que me iba a desmayar. La esposa del señor quedó ahí con su esposo tirado y los demás seguimos caminando. Yo les decía:
--Esperemos a la señora, llevémosla.
--Ahí que se quede --dijo el pollero--, el que se quiera quedar, que se quede y el que me quiera seguir, que me siga, y si se quieren regresar, pues regrésense.
Pero, ¡para saber por dónde es, con tantas huellas que hay, pues no se puede, no se ve!
Ya habíamos caminado algo cuando vimos que el helicóptero apareció por donde habían matado al señor; como estábamos en un cerro, al rato vimos que iban subiendo el cadáver. Pero ¡qué necesidad!
Caminamos dos días por todo el desierto, no llegamos ni a Phoenix, porque ahí nos agarró la migración. Nos descubrió. "La mosca", o sea, el helicóptero. Cuando oímos que venía el helicóptero, todos se tiraron al suelo. Yo no me despegaba del pollero porque pensaba: "me pica una culebra y le tiene que picar a él y aquí quedamos los dos". Todos los que más o menos ya conocían, porque habían hecho el intento otras veces, nomás se dejaban desbarrancar en los barrancos que había y ahí se quedaban quietecitos hasta que terminaba de pasar la luz esa, y a seguirle antes de que volviera a regresar...
Yo di gracias a Dios cuando nos encontró la migra, porque ya eran dos días y una noche de caminar y caminar. Me daban unas grandes calenturas por tanto porrazo; el camino tiene muchas subidas y muchas bajadas, y en las bajadas, pues se le van los dos pies a uno.
Nos regresaron a Altar, Sonora. Ahí tomé la decisión de ya no irme, me quería regresar, pero me quedé sin dinero.
De ahí le hablé a mi suegra y me dijo:
--Pero m'ija ¿por qué no te vas a donde una de tus cuñadas, a Ciudad Juárez?
--No tengo dinero.
--Yo de acá le voy a hablar para que te manden dinero por Electra.
--Pues si usted me hace el favor, porque yo ya no tengo dinero ni para pagar el hotel, ahorita ya tengo dos días de estar trabajando aquí en el hotel.
Ahí, donde estaba yo hospedada, trabajé dos días de recamarera. |
|
|
La vida en Ciudad Juárez |
|
Cuando me vine de Nogales para acá, llegué en la madrugada. Mi cuñada me recogió en la Central de Autobuses y me llevó a su casa, ahí viví un mes.
Acá conocí a unas amigas de la maquila donde trabajo. Yo ahora le contaba a una que es de Veracruz:
--Fíjate Chelo, que ya no quiero estar con mi cuñada, ella es muy fina y yo soy muy rústica, y como que no me hallo, en cambio contigo me he llevado muy bien desde que te conocí.
--Si quieres, vente a vivir conmigo.
--Pero, no tengo ni cama.
--¿Y tú crees que nosotras tenemos cama? No, nosotras dormimos en un colchón que nos regalaron, vente y ahí nos hacemos bolas, además, somos puras mujeres, mis dos hijas, mi hermana y yo.
Luego luego agarré ambiente con ellas. Entrábamos a trabajar cada quien en su turno y hacíamos mucho tiempo extra. Yo juntaba mi dinerito, cuando se acababa el gas lo compraba yo, el agua también y ya con eso se conformaba la muchacha.
--Esto no es de cada ocho días ni de cada quince días, un día vas a comprar tú el agua y otro día que se termine la voy a comprar yo y así nos vamos a ir turnando y con el gas igual --decía ella.
--Pero me tienes que decir cuánto pagas de renta.
--No te preocupes.
Todas trabajaban, y sí, me sentía más a gusto con ellas, porque había veces que si no me tocaba trabajar, hacía yo comida para todas y ellas, pues también se sentían bien. Una de ellas ya se casó.
Ahorita hay una conmigo, entre las dos pagamos un cuarto, y las otras, pues siguen juntas en esa casa.
Antes yo trabajaba en el turno "c", que es el de la noche, pedí mi cambio a este turno, al "b", porque me estaba haciendo mal el desvelo. Mi compañera trabaja toda la noche y duerme todo el día, yo trabajo todo el día y duermo toda la noche, y compartimos la cama, porque yo sí compré mi cama, una litera.
--Mira, si nos vamos a separar de las otras --le dije-- compro la litera y tú duermes arriba y yo duermo abajo.
--Entonces voy a comprar mi cobija.
--Sí cómprala --le dije.
Yo compré mi litera, mi cuñada me regaló unas cobijas y yo compré otras dos, así es que ella duerme arriba y yo abajo, porque ella no tiene cama y allá cuando vivíamos juntas, pues todas dormíamos en una sola cama. No tenemos estufa, en casa comemos puro Corn Flakes con leche en platos desechables, porque ni a |
trastes llegamos. Por ejemplo: trabajamos de jueves a domingo, así que lunes y martes hacemos tiempo extra, y el miércoles descansamos, porque el jueves entramos otra vez a nuestro turno. Todo ese día se nos va en puro dormir, estamos ahí, andamos en la casa, sacamos el Corn Flakes y nos volvemos a acostar a dormir; nos levantamos a lavar la ropa y nos acostamos; cuando de veras queremos comer, pues salimos al centro, nos sirve de distracción y allá comemos cualquier cosa. |
|
|
|
|
Allá en Chiapas |
|
Vivíamos a la orilla de un río, una vez las lluvias desbordaron el río y se llevó las casas, entonces el presidente municipal nos reubicó en unos terrenos que están en la montaña, y ahí empezamos a abrir calles. Metimos un oficio al palacio municipal para que nos dieran balastre, arena con piedra y todo eso, no sé acá cómo le llaman. También solicitamos una aplanadora para preparar el terreno.
Estuvimos pide y pide al presidente y al dueño un terreno para fundar una escuela, a mí me nombraron presidenta del comité de padres de familia, porque a mí siempre me ha gustado hablar y defender mis derechos. Durante casi cuatro años fui presidenta.
Mientras, empezaba yo a meter oficios, a decirle al presidente que nos diera cemento, arena y todo lo que se necesita. Los soldados nos ayudaron a hacer cimientos para las aulas, de primero hasta sexto de primaria.
Luego, entre todos hicimos un pozo. Compramos 30 kilos de lazo y con cubetas y garruchas sacábamos el agua, porque ni a luz llegábamos.
Así es como se iba formando la colonia, sí, nos costó... y sufrimos, sufrimos allí, sobre todo nosotras como mujeres, porque los hombres, pues se iban a trabajar y ya regresaban borrachos, y al otro día también, sólo las mujeres luchábamos ahí.
Nos costó mucho, pero logramos meter pavimentación, ahora me estaba comentando mi hijo que están metiendo postes para teléfonos. |
|
|
Violencia en la familia |
|
Antes, me maltrataba mi esposo, y yo, pues lo defendía. En una ocasión, los niños vieron que me estaba golpeando. Él les estaba hablando y no se movía ninguno de los dos. Les decía que miraran cómo me iba a matar, y ni lloraban, ni nada, ahí estaban, parecían clavados en el piso, y dijo:
--¡Qué no les estoy hablando, hijos de la tiznada!
Agarró el machete, no de filo sino de lado, y les dio un golpe a cada uno, los hizo que se retorcieran de dolor. Ahí fue donde gritaron, los dejó bien pintos, todos morados.
--¡Maldito, cómo les vas a pegar a mis hijos así, desgraciado perro! --le grité y agarré un picahielo-- ¡Ahora sí me vas a matar, pero primero te mato yo!
Se me acercó mucho, agarré bien duro el picahielo y que le doy en el estómago y ahí se dobló, mis hijos estaban en el suelo retorciéndose del ardor por el golpe con el machete.
Él era así, otro día los cortó, los tuve que llevar al Seguro, llegó el ministerio público y él tuvo que huir. Llegó gente del DIF, pero también mis hijos defendían mucho al papá. |
 |
Hubiera visto después cómo se puso, aventó a uno de mis hijos al pozo y yo pensé que sí lo había matado, de veras, yo me volví loca, me traumé tanto que estuve seis meses con esos doctores que miran a los locos, con un psicólogo.
Veinticinco metros tenía de profundidad el pozo, y quería aventarme a mí también. Se tuvo que meter un muchacho con un lazo para sacarlo. Yo le gritaba a mi hijo y él sí me contestaba. Cuando lo vi, todo esto de acá le colgaba, todo este cuero que tenemos aquí, porque |
|
 |
cuando iba cayendo le chocaba la cabeza por toda la pared, luego la quijada se le torció así para atrás. Al caer en el fondo se le quebraron dos costillas. Lo llevamos al Seguro y hasta allá llegó el ministerio público y le preguntaron: |
|
--¿Quién te tiró?
--Nadie, yo me caí solo, fue por estar sacando el agua.
Quién sabe por qué pero él no dijo que fue su papá. Será porque él quiere mucho a su papá.
Después, todo el tiempo parecía que mis hijos estaban volviendo a vivir aquello. Por eso cuando la doctora vio que ya estábamos más o menos bien, nos preguntó por qué nunca habíamos tenido el valor de denunciarlo, y dijo que no era ninguna obligación estarle aguantando, que yo debí pensar en todo el mal que le estaba causando a mis hijos al estar aguantándole a él, que si yo no tenía el valor de irme lejos.
Conocí una amiga que me ayudó a salir de ese problema, ella me hacía recapacitar.
Y sí, cuando su papá se fue mi hijo decía:
--Mami, yo quisiera dinero para comprar cuetes porque ya se fue ese hombre, ya somos libres, ahora sí vamos a dormir tranquilos, ahora sí vamos a comer tranquilos, tú crees que nosotros nos dormimos en las noches, pero ahí estamos mirando para arriba, cualquier ruidito estamos al pendiente para salir corriendo, ya mejor vámonos definitivamente con los abuelitos, o vámonos para el otro lado.
Una vez le pegó a mi suegra porque me defendió, la aventó y la agarró a patadas, parecía que era su mujer, la dejó bien golpeada y a mí también. En otra ocasión se peleó con mi vecino, según él porque yo tenía algo que ver con ese hombre y dijo que yo no lo defendí, entonces la agarró contra mí.
Me pegó bien feo, me dejó bien golpeada la cara y no me soltaba del cabello --desde esa fecha yo juré no dejarme crecer el cabello--, me soltó porque uno de mis niños agarró un fierro y le dio un fierrazo en la cabeza y lo privó, por eso fue que me soltó; quién sabe de dónde le salieron fuerzas al niño, para ese entonces mi hijo ya tenía ocho años.
Yo todo el tiempo andaba toda moreteada.
Le aguanté 18 años porque lo quería, pero claro que él no tenía derecho de hacer lo que hacía.
Ahora me siento más tranquila, porque yo considero que no necesito del papá de mis hijos, gracias a Dios me ha ido muy bien acá y espero que me vaya otro poquito mejor en este año. Las ideas que tengo a mí nadie me las quita de la mente y yo lo que quiero, más que todo, es progresar y que mis hijos estudien, porque estando allá yo no les puedo dar los estudios que mis hijos quieren. |
|
|
|
La palabras de Esperanza al narrar su historia migratoria revelan que es una mujer valiente quien no dudó en aventurarse a pasar de "mojada" dos veces, viviendo la experiencia de caminar a mitad del desierto durante horas, "a salto de mata", ocultándose de la "migra", sin comida, ni agua, ni abrigo, persiguiendo la ilusión de encontrar en "el otro lado" un empleo digno.
Su narración da fe de una vivencia experimentada en forma parecida por muchos mexicanos, que suman miles diariamente, y se ponen en manos de los tratantes de ilegales, arriesgándolo todo para lograr llegar a los Estados Unidos.
Esperanza nos da cuenta de que en momentos así emerge la solidaridad, la cooperación, el compañerismo y la organización de las gentes, para conseguir empleo, compartir la vivienda, economizar los recursos, y, aún, para darse apoyo afectivo estando la familia ausente. |
|
|
|
|