Hay aves que cruzan el pantano sin mancharse
Lucy
 
 

Una de las actividades laborales más incomprendidas es conocida como la "profesión más antigua del mundo", que en palabras llanas se designa como prostitución. Quienes se dedican a este oficio tendrán para nosotros el nombre de "sexoservidoras" o "sexoservidores", términos que son menos agresivos y más cercanos a lo que es el trabajo de estas personas.

Lucy es una sexoservidora que pasa de los cincuenta años de edad. Viuda desde hace más de quince años. Sólo tiene estudios de primaria y con mucho esfuerzo ha logrado mantener a sus tres hijos; quienes son unos ya jóvenes y radican en Sinaloa, lugar de origen de Lucy.

 
 
Los motivos de Lucy
 

Tengo quince años viniendo aquí. Yo vine por cuestión económica, porque tengo un hijo que tuvo problemas de cáncer en el pulmón y me lo operaron en Estados Unidos; a mí la operación me costó muy cara.

Yo allá no trabajaba, soy viuda, nunca trabajé, me casé joven y ya últimamente, pues a fuerza me tuve que venir. No creas que fue de mi agrado, porque es muy difícil esta vida.

Me decidí a venir cuando vi a mi hijo muy grave; fue mi decisión venir a un lugar en donde mi familia no me viera.

Voy seguido a Culiacán. Hace poco fui a curarme de un problema en los riñones y duré allá ocho meses en los que nomás pasé hambres, porque no estaba ganando dinero.

 
 
Ejercer el oficio con dignidad
 

El trabajo, cómo te diré, si me hubiera venido a una maquiladora no me alcanzaría, si me hubiera venido a una casa, tampoco. En esto se gana dinero, pero se corren riesgos.

Al venirme a trabajar de esto aprendí que me debo cuidar de las enfermedades, usar un condón, que en aquel tiempo de mi juventud ni conocía.

Al principio batallé mucho para que usaran el condón, pero yo les hacía ver, yo les explicaba, se me pasaba el tiempo aquí en el cuarto por estarles explicando, diciéndoles. Qué tenía que perdiera yo treinta, cuarenta pesos, pero les explicaba. Muchos llegaron a agarrar la onda, otros se fueron y ya no volvieron. Yo me quedo nada más con los que quisieron. Es lo que he aprendido, y golpes que da la vida.

Yo he sabido irla librando poco a poco; como me dice la doctora:

--¡Ay! Lucy, tú que bonito cuello de la matriz tienes.

--Pues sí, porque me cuido doctora --le digo.

Yo nunca he tenido ningún problema. Tenemos una doctora de sanidad pagada por el gobierno. Nos atiende muy bien, cada semana nos cobran veinticinco pesos. Aparte son los estudios de cada seis meses que nos salen como en unos trescientos y feria, que son para el SIDA, la sífilis y luego una exploración vaginal, un cultivo vaginal y el del cáncer.

Mira, yo nunca he probado ningún tipo de drogas. No tomo, ni fumo, menos otro tipo de droga, no me gusta desvelarme.

Yo de aquí me voy a mi casa, a dormir, a descansar, soy una mujer muy sana, gracias a Dios. Nunca he tenido problemas de violencia aquí, será que yo he sabido tratar a la gente. Si les veo cualquier tatuaje... no; o meterme con personas viciosas, tampoco, evito todo eso. Al menos a mí me ha ayudado mucho.

Y, pues como te digo, yo gano mi dinero, yo lo administro. Las jovencitas, a esas muchachitas que ves ahí, ellos las obligan a darles determinada cantidad. Yo, lo que gano, es para mí, para mis hijos, para pagar lo que debo. Veo problemas con esa juventud, y digo: "yo no voy a tener el mismo error".

Me vengo temprano a trabajar. A las nueve de la mañana, por decir, estoy aquí, y me voy temprano, a las seis o siete de la tarde más o menos me voy. Nomás de día, en la noche no. Aparte de que hace mucho frío, ya cuando está la gente tomada y todo eso... mejor no.

Yo nada más lo normal, a veces que te piden pues así, que empinadita, que con un... así de diferentes formas. A esos no les pongo problema porque digo yo: "No, pues prefiero hacerles eso y no que me vayan a pedir otra cosa".

Son mis amigos, amigos, yo nunca les he dicho clientes, les digo: mis amigos. Yo sí, tengo muchos amigos, gracias a Dios, que me ayudan. Muchas veces, me dicen: "ándale Lucy, ten y mañana vengo" y hay veces que no vienen; o hay veces que vienen y nos ponemos a platicar y ya se van contentos.

No todo el tiempo tengo relaciones, yo he sabido sobrellevarlos a todos.

Ayer me dijo un muchacho --ten--, y me enseña cien pesos.

--¿Con cuánto me quedo?

--No, pos agárralo todo, ya sabes que a veces pago los cincuenta y el cuarto y nunca me dices nada, agarra los cien.

--Ah, bueno.

¡Ah! Si yo les digo que yo soy de esas aves que cruzan el pantano y no se manchan. Yo soy una de esas, porque yo estoy cruzando por el pantano y no me he manchado.

 
 
Nunca me hacen preguntas
 

Yo les digo a mis hijos que llevo la contaduría de un hotel, que trabajo haciendo el aseo para ganar un cinco más. Pero mira, a lo mejor se imaginan, ¿verdad?, se han de preguntar: ¿Cómo está pagando esa cuenta tan pesada? Pero nunca me hacen preguntas.

Sí, extraño a mis hijos, el cariño de ellos; me imagino que deben estar sintiéndose solos. Ellos me hablan por teléfono, por eso yo pago el teléfono, o cuando me entra la nostalgia, yo les marco.

Me los traje, ocho días estuvieron conmigo, esos días no vine al hotel porque me anduve paseando con ellos.

Un amigo que trabaja en el área de personal de una maquiladora, me hizo el favor. Me decía:

--Bueno Lucy, te voy a dar un día de permiso para que te pasees con tus hijos y mañana vengo a pasearme con ellos.

Venía conmigo y nos íbamos con él a pasear. Él me ayudo mucho en ese aspecto. Hicimos como que trabajaba con él.

Mira, por ejemplo, ahorita le mandé a mi hijo setecientos pesos, cuatrocientos pesos de la consulta y trescientos pesos del medicamento; el lunes mandé cien dólares para allá, que fueron mil pesos, pasadito de mil pesos; aquí pagué la renta, pago 180 cada semana; aparte tengo la luz, el recibo de teléfono que no lo he pagado.

Para la comida de mis hijos les estoy mandando quinientos pesos por semana, pero una semana al mes no les mando, porque cobran ellos los mil pesos de la pensión.

 
 
Las dificultades en la vida de Lucy
 

El cuarto de hotel cuesta treinta pesos y el condón cuarenta. Ya depende de lo que quieras hacer, yo cobro setenta, ochenta, aparte.

La mayoría son mis amigos. Mira: el 25 de diciembre me fue bastante bien porque me dijeron: ten tu aguinaldo, que cincuenta, que veinte, que treinta. Junté cerca de seiscientos pesos. Fue uno de esos días en que hay más movimiento.

¿Un día tranquilo? Yo gano como trescientos, con... como unos seis amigos. Desde las nueve hasta que me voy.

Pero unas veces hay más, por ejemplo, los viernes, y se saca un poquito más: quinientos, seiscientos; que es rara la vez, pero sí los llega a ver uno.

Otras veces no, como ahorita que me fui al Registro, pagué veinticinco pesos, fui y comí y no tengo más que sesenta pesos en la bolsa. No ha habido nada.

Sí, así están las cosas en esta vida, dicen que hay un libro que se llama La vida difícil de una mujer fácil, y sí, es muy difícil.

 
 

La historia de Lucy es la de una mujer que debió enfrentarse en muy malas condiciones a una viudez temprana, sin preparación escolar, sin respaldo económico y con un hijo enfermo, entonces tomó la decisión de alejarse de su familia, emigrar hacia otro estado y dedicarse a ofrecer servicios sexuales.

Ya no es una mujer joven, a pesar de lo cual se esfuerza por ejercer con gran dignidad el oficio. Cuida su salud, cumpliendo regularmente con las revisiones que indica la reglamentación y es altamente selectiva para elegir a quienes serán sus clientes o "amigos", como ella los llama cordialmente.

Rigurosamente toma medidas preventivas para no contraer infecciones de transmisión sexual: usa condón en todas sus relaciones y rechaza a aquellas personas que por su aspecto sean susceptibles de ser transmisores.

Igualmente rechaza a los tipos que tengan modos violentos y pone las reglas antes de aceptar cualquier relación. De esa manera se ha mantenido a salvo de sufrir actos de violencia.

Por el contrario, afirma haber creado lazos amistosos y perdurables con sus "amigos", quienes en determinados momentos han sido sus aliados.

Lucy es, también, una mujer organizada y cuidadosa en gastos e ingresos, pues de ello depende la sobrevivencia de su familia. Porque, finalmente, en el trasfondo de su historia de vida está el amor por los hijos y una fuerte conciencia de responsabilidad por bienestar.