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Doña Domitila es una mujer
boliviana muy activa; trabaja en el Comité de Amas
de Casa de su comunidad, y por lo exitoso de su trabajo, en
1980 la invitaron a Europa a compartir su experiencia.
Esto es lo que nos cuenta.
—Llegando allá, fui con un amigo a comprar víveres
y me llevaron al supermercado. Los huevos tenían una
caja muy cómoda y bonita; en Bolivia existen cajas
parecidas, pero casi nadie tiene porque cuestan, así
que se los llevan en bolsitas con el riesgo de que se rompan.
Yo pensé que era una ventaja vivir en un país
industrializado. Después de usar los huevos guardé
la caja, y cuando volví al super con mi amigo que me
servía de traductor, él me llevó al estante
de los huevos y me dijo:
—Ahí están, coge una caja.
—Pero yo no quiero una caja más, sólo
quiero los huevos
—le dije.
—No. Esta caja que traes tienes que tirarla y llevar
otra.
—¿Para qué la tiro si está buena
todavía? —le dije.
—¡No! Siempre que se compra una caja nueva hay
que tirar la vieja.
—¿Y qué hacen con tantas cajas? —pregunté.
—Las tiramos.
Esto me pareció tan absurdo. ¡Cómo se
podía tirar una caja nueva que podía servir
muchas veces! Y le dije a mi amigo que me llevara con el encargado
para ver si él aceptaba no tirar la caja. Pero mi amigo
dijo que siempre era así. Entonces yo le dije:
—Si ellos no aceptan es porque nadie les ha dicho, pero
yo no pienso llevarme otra caja porque me basta con la que
tengo.
Entonces mi amigo, riendo un poco, le dijo al encargado de
la tienda que Domitila no quería la caja y que sólo
quería los huevos. El responsable dijo que no, que
me tenía que llevar la caja. Yo acepté pero
le dije que como pensaba dejar la caja nueva que estaba vacía,
pues que me la restara del precio de los huevos. Pero él
dijo que no vendían huevos sueltos, y así…
Ni él entendía ni yo comprendía. Y bueno,
al final tuve que resignarme a llevar otra caja con huevos
y tirar las vacías, siendo que con el valor de esas
cajas podría haber llevado algunos huevos más
a la casa. Claro que a mucha gente le pareció chistoso.
Estaban acostumbrados a tirar estas y otras cosas. Pero al
final se dieron cuenta de que tenía un poco de razón,
que no era necesario consumir cosas que después se
tiraran, que ahorrando, ellos podrían tener más
dinero para la recreación y otras necesidades.
Hoy en Europa las cajas se dejan en la tienda para que las
vuelvas a utilizar o las manden a reciclar.
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Aquí también
Domitila. Testimonios
recopilados por David Acebey, México, Siglo XXI Editores,
1985, pp 138-139. |