Obras teatrales de los siglos de oro

Disfruta a través de la lectura del fragmento de la obra.

Introducción

Amor es más laberinto, cuyo argumento gira en torno al tema mítico de Teseo y el laberinto de Creta, no ha gozado, en general, de la misma apreciación crítica que Los empeños de una casa, la otra comedia escrita por Sor Juana. Su propio carácter de obra "en colaboración" ha sido en parte motivo para dudar del valor de su organización y unidad. No obstante, la obra ha merecido comentarios sobre todo en relación con los temas de la autorrepresentación de Sor Juana como mujer intelectual en el contexto de la sociedad colonial.

Reseña

La loa y dos de las jornadas de la comedia (I y III) fueron escritas por Sor Juana Inés de la Cruz, quien trabajó en colaboración con el canónigo Juan de Guevara, autor de la segunda jornada de la comedia.

La loa proporciona así un marco de reflexión política que define la naturaleza del festejo teatral en su conjunto. En tal sentido, es posible afirmar que, si bien la comedia que la sigue se estructura en apariencia como una comedia de enredo, la loa que da inicio al espectáculo "con su cuidada caracterización del héroe como dechado de varón ilustre y gobernante ideal" obliga a leerla desde esa perspectiva.

 

Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695)

Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana o Juana de Asbaje (de Asuaje según algunos). Escritora barroca novohispana (mexicana), poeta y dramaturga de la segunda mitad del siglo XVII. Nació en un pueblito del valle de México, San Miguel Nepantla, cercano a Amecameca, y aprendió náhuatl con sus vecinos. Hija ilegítima, su madre fue la criolla Isabel Ramírez de Santillana y su padre Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca, militar español de la provincia vasca de Guipúzcoa (Vergara). Descubrió la biblioteca de su abuelo y así se aficionó a los libros. Aprendió todo cuanto era conocido en su época, es decir, leyó a los clásicos griegos y romanos, y la teología del momento. Aprendió latín de manera autodidacta en veinte lecciones, según los datos que se mencionan en algunas de sus obras.

Personas que hablan en ella:

  1. MINOS, Rey de Creta
  2. ARIADNA, Infanta, su hija
  3. FEDRA, Infanta, su hija
  4. TESEO, Príncipe de Atenas
  5. ATúN, su criado gracioso
  6. BACO, Príncipe de Tebas
  7. RACIMO, su criado
  8. LIDORO, Príncipe de Epiro
  9. LICAS, embajador de Atenas
  10. TEBANDRO, Capitán de la guarda
  11. LAURA, criada de Fedra
  12. CINTIA, criada de Ariadna
  13. Dos SOLDADOS
  14. MúSICA
  15. ACOMPAÑAMIENTO
La controversia sobre el apellido paterno de Sor Juana puede deberse a la falta de claridad en las reglas de escritura del español en el Siglo de Oro. Asbaje, puede aparecer como Asuaje (escrito Asuaxe y pronunciado probablemente /asÎČaĆĄe/) por las mismas razones que en su tiempo la terminación -aba de los verbos en copretérito (pretérito imperfecto) se escribía indistintamente -aba y -aua.

Instrucciones

Recomendaciones


Despojos, consigue palmas.
¿Quién esta música ordena,
Cintia?

¿Quién puede ordenarla,
sino el Príncipe de Epiro
y el de Tebas, que con tantas
demostraciones os sirven,
y en cuestiones cortesanas
apurando los discursos,
por dar a entender sus ansias,
lo que por sí mismos lloran,
por ajenas voces cantan?
Y como sois Fedra y tú,
aun más que en la sangre, hermanas
en la belleza, os festejan
con iguales alabanzas,
y no como algunos necios,
cuya adoración cansada,
sólo piensa que a una sirve

con lo que a todas agravia.
Cortesana es la atención;
mas oye, que otra vez cantan.

En el Príncipe Teseo,
muestra la Fortuna varia
que puede haber vencimientos,
sin precederles batalla;
porque Fortuna ordena que, en sus hazañas,
haber pueda despojos, sin lograr palmas.

¿Qué es esto? ¿Qué tristes voces,
con cláusulas concertadas,
parece que contradicen
lo que las otras cantaban?
Pues cuando forman sus luces
competencias soberanas,
sin quedar una vencida,
quedan victoriosas ambas.
¡Oh, qué distintos afectos
explican sus consonancias;
que aquí cantan lo que penan,
y allí penan lo que cantan!
Tan infelizmente muere,
que aun no merecen sus ansias
que otro logre por trofeos
el fruto de sus desgracias.
¡Qué altivo sentir! ¡Qué bien
muestra en tan noble arrogancia,
que no merece ser pena,
una pena tan hidalga!
[...]
¡Suerte inhumana!

Reflexiona:

¿A qué maravilla crees que se refiere Fedra?

Pero ya tu padre, a quien
los Príncipes acompañan,
a recibir al cautivo sale aquí.
Pues, Ariadna, si tú gustas,
esperemos a ver una tan extraña
maravilla.
Ya obedezco
tu gusto, no por la causa
de ver al preso ateniense
a quien los hados maltratan,
sino por hablar a Baco,
cuya presencia gallarda
va en mi pecho a sus finezas
asegurando la paga.
No diré yo de Lidoro
eso, pues sus tiernas ansias
tanto más me desobligan,
cuanto obligarme más tratan.
Y tengo en esto razón,
pues demás de ser cansadas,
finezas que hace el abuso
deberlas sin aceptarlas,
con tan grande improporción
como querer que en las damas
sea preciso el deberlas
y voluntario el pagarlas,
se ofende mi vanidad,
de que quiera su ignorancia,
forzándose a ser querida
obligarme a ser ingrata.

Sor Juana leía, estudiaba mucho, y era tal su obstinación por aprender que  llegó a recurrir al método autocoercitivo de cortarse el cabello para poner como plazo que le volviera a crecer, para haber aprendido ya algo que deseaba.

(Salen el rey Minos, Baco y Lidoro, príncipes, Racimo, lacayo, y Tebandro, capitán)

¡Hijas!
¡Beldades divinas!
El cariño con que os ama
mi amor, no me ha permitido
que pueda tener el alma
contento, sin que vosotras
lo gocéis.

Tus reales plantas
besamos por tal favor.
Y después de darte gracias,
¿cuál es el gusto, Señor,
a que, con novedad tanta,
nos convida tu cariño,
y tu prevención nos llama?
Pues es cierto que después
que mi hermano, en quien estaban
de tu reino y de tu amor
fundadas las esperanzas,
murió de los atenienses
a las cautelosas armas,
nunca oímos en tu voz,
nunca vimos en tu cara
el semblante sin tristezas,
ni sin quejas las palabras.

Reflexiona:

¿Cómo crees que se siente el rey Minos al recordar?

De lo mismo que refieres,
pudieras bien, Ariadna,
claramente inferir cuál    
es de mi gusto la causa;
pues el ofendido, sólo
cuando se venga descansa.
Murió en Atenas mi hijo
"-¡ay, infeliz prenda amada,
no el referir me avergüence
tu muerte, que no desaira
su queja el que la pronuncia
a vista de la venganza"
y aunque mi valor pudiera
haberle dado a mi saña
bastante satisfacción;
pues ha tres años que airada, [...]
Felices edades vivas
porque vean que no empaña
en ti el ardor del acero,
la prudencia de las canas.
Y porque conozca el mundo
que vio tu sangre agraviada,
que el clamor de aquella sangre,
con otra sangre se aplaca.
Yo, Señor, quedo corrido,
pues con victorias tan altas,
le dejáis a mi valor
que os pueda servir en nada.
Yo no, pues antes, señor,
me dará vuestra enseñanza,
para facultad de triunfos
tantas lecciones de hazañas.
Cuánto, Príncipes invictos,
esa voluntad, el alma
os estima, no encarezco,
hasta que la satisfaga
con debida recompensa;
que queda muy desairada
la deuda que no se dice
con las voces de la paga.

Reflexiona:

¿Cómo crees que sea la relación entre el rey y sus hijas?

Gran señor, vuestra promesa
por satisfacción me basta;
pues quien promete, ya da
de contado la esperanza.
Escucha, Tebandro, a solas.
¿Qué me ordenas?

Reflexiona:

¿Qué Personajes no han aparecido hasta este momento en la historia?, ¿por qué son tan importantes para el desarrollo de la obra?

Tebandro, haz que venga luego el Príncipe.
   
Llégase Tebandro al paño y salen Teseo, Licas, embajador, y Atún, criado de Teseo

Ya a tus plantas
tienes al embajador
de Atenas, cuya desgracia
le dio tan infausto cargo
y comisión tan extraña,
como que por feudo tuyo
su mismo Príncipe traiga;
acción de tanto dolor,
que a haber sido voluntaria,
hubiera antes escogido
la muerte, que la embajada.
Alza del suelo, que quiero
guardarte en todo las sacras
exenciones que se deben
a embajador.
Excusadas
son tus mercedes, Señor,
con quien no puede aceptarlas;
que estando el Príncipe aquí,
no era razón que gozara
honores en su presencia
un vasallo; y más con tanta
desgracia, como estar él
en una suerte tan baja,
como la de prisionero,
y yo gozando las altas
preeminencias de mi cargo.
Discretamente reparas;
mas haz que llegue Teseo,
que aunque de verle la cara
tuve nunca la intención,
porque es en los reyes gracia
dejarse ver, y los reos
no es bien lleguen a lograrla,
con todo quiero esta vez,
incitado de su fama,
ver al Príncipe, y saber
de su boca sus hazañas,
para que mejor se temple
lo ardiente de mi venganza,
viendo cuán grande es la ofrenda
que sacrifico a sus aras.
Por cierto que es el favor,
como de su buena cara.
Llegue, Señor, Vuestra Alteza,
que el Rey espera.
¡Ah, tirana Fortuna!
Aquí está, Señor,
tu prisionero.
Repara que aunque vienes como reo,
mi benignidad te trata
este rato como a libre.
Y también besa tus patas
un Atún, que a ser comido
viene por concomitancia,
si no mandas otra cosa.
Aparte. (¡Qué presencia tan gallarda!
¡Ay, infeliz! ¡Quién pudiera
darle libertad!)
Aparte. El alma se me ha enternecido al verle.
¡Quién su libertad comprara,
aunque costara mi vida!
Haz, Teseo, de las altas
proezas tuyas la suma.
La suma de mis desgracias
pudieras decir más bien;
mas, pues gustas de escucharlas,
atiende.
Aparte. (¡El Cielo te libre!)
Aparte. (¡El Cielo te valga!)
Atiende para que sepas,
en dos acciones contrarias
en lo vario de una suerte,
lo que pierdo y lo que ganas.
¡Generoso Rey de Creta,
a cuyos gloriosos hechos
sirven de cortos archivos
las bibliotecas del tiempo;
glorioso legislador,
cuyo acertado gobierno,
como da leyes al orbe,
dará al abismo preceptos,
porque podrá tu justicia,
valor, rectitud y celo,
introducir la concordia
en el mismo desconcierto;
cuyas veneradas leyes
tendrán padrón tan eterno
que estés en su ejecución
reinando después de muerto!
Yo"aunque ya sabes quién soy"
referir de nuevo quiero
mi nombre, por si el olvido
le sepulta, que es muy cierto
que nadie conoce al que
ve en baja fortuna puesto.
Yo, pues, el Príncipe soy,
que de Atenas heredero,
antes pago sus pensiones
que gozo de sus imperios.
Poco te he dicho en decir
que soy príncipe, pues pienso
que es más que decir monarca
decirte que soy Teseo.
Y con razón, pues haber
nacido príncipe excelso,
se lo deberá a la sangre
y no a mis merecimientos. [...]

Escribe tres cualidades que le dice Teseo al rey Minos para que le perdone la vida. Continúa con la lectura.

1.
2.
3.

 

Admirado me ha dejado,
mas no me podrá ablandar;
haz, Tebandro, ejecutar
lo que te tengo mandado.
Venid, Príncipes.
Atienda,
Señor, Vuestra Majestad,
que no es bien que una crueldad
tan alto decoro ofenda;
y advierta, si de Androgeo
quiere la sangre vengar,
que no ha de resucitar
con la muerte de Teseo.
Cuando la condición fiera
admitió el reino al rendirse,
¿quién pudiera persuadirse,
que en el Príncipe cayera?
Cayó en él, ¡fiero rigor!,
y él, sin hacer resistencia,
fió de vuestra clemencia
lo que pudo en su valor. [...]
Aparte. (Quizá le perdonará              
mi padre con lo que ha oído.)
Aparte. (Quizá escogerá un partido, 
de los muchos que le da.)
Aparte. (¡Que este viejo, por capricho,
se muestre tan enemigo!)
Príncipes, venid conmigo.
Tebandro, lo dicho, dicho.
Aparte. Ya yo voy. (¡Condición fiera!)
Aparte. Ya te sigo. (¡Rigor grave!)

Reflexiona:

¿Por qué creen Freda y Ariadna que el rey perdonará a Teseo?

Sor Juan ha pasado a la Historia con los significativos nombres con que la critica la ha bautizado: 'La Décima Musa", "Fénix de América" y "La Monja Mexicana".

JORNADA SEGUNDA

Salen el rey MINOS y TEBANDRO

En esta del horror caverna obscura,
mi venganza insaciable hallar procura
modo con que templar el dolor fiero
del tormento mayor, del más severo
linaje de pesar y alevosía
que pudo fabricar la tiranía.
Ya Vuestra Majestad tiene en Tesco
satisfecho el desastre de Androgeo,
puesto que al Minotauro ya entregado,
pasto suyo, su fin habrá alcanzado,
donde pagado habrá su adversa suerte,
réditos de una vida con su muerte.
Aunque es verdad que es príncipe de Atenas,
tan crecido es el golfo de mis penas,
que en ondas de congojas fluctuando,
mi triste vida miro zozobrando
en un mar de tormentos repetido,
donde estoy de congojas sumergido.
Si opuesto siempre, el hado riguroso
dispuso que en el Príncipe, costoso
fuese el fin de sus prendas un violento,
trágico estrago, fúnebre lamento,
siendo los juegos en que se excedía,
tragedia de su misma gallardía;
pues con primor de partes las más diestras,
era rayo galán de las palestras,
en cuyas lides fue, sin desvarío,
el que daba lección al mismo brío.
Qué importa el que gallardo, osado lidia,
si feroz contra él tiene la envidia,
enemigo tan fiero e inhumano
que se precia de aleve y de tirano;
pues contra el que feliz más se previene,
tiene sed de lo mismo que no tiene,
cuya injuria de locas esperanzas
hidrópica de horror bebe venganza.
Pero con el tributo,
manjar viviente de un hambriento bruto
que habita el laberinto obscuro tanto
que es eco del pavor, voz del espanto,
han de acabar mis iras repetidas
tantas infames temerosas vidas.

Dé Vuestra Majestad a pena tanta
treguas de alivio hoy.
¡Tebandro, cuánta
fuera mi dicha, si aliviar pudiera
esta batalla de mi enojo fiera.
(Asómase atún al paño)
Por sacar la cabeza, a lo que infiero,
soy atún, y galápago ser quiero.
¡Muera Teseo!
¡Horrendo disparate!
éste, no hay que dudar que es fiero mate.
De cólera en mi enojo no sosiego;
todo soy iras, todo rayos.
¡Fuego!
Tu Majestad procure divertirse.
Déjelo, y más que llegue a consumirse,
que con aqueste rey tan aturdido,
el secreto sabré del consumido.
Las Infantas, Señor, tienen dispuesta
hacer a Vuestra Majestad gran fiesta
de un sarao en el Alcázar de Diana.
Témplese una congoja tan tirana,
y opóngase lo cuerdo al accidente;
porque un sentir, si es cuerdo, menos siente.
Por si puedo aliviar tanto tormento,
iré, Tebandro. [...]
Aunque pudiera, la muerte,
hoy por el hilo sacarte,
del bruto, tan bien la hiciste,
que el rey de ella está ignorante.
Pero di, el sarao que dices,
Atún, ¿de dónde lo sabes?
Sélo, porque al Rey, Tebandro
avisó, que festejarle
querían Ariadna y Fedra
por divertir sus pesares,
y que habían dispuesto
un festín de aquellos que hacen,
con cortesanos adornos,
las palaciegas deidades.

Reflexiona:

¿Cómo reacciona Teseo al escuchar a Atún?

Yo danzara, si tuviera
decente forma.
Millares,
de príncipes, has de ver,
que en forma y figura salen.
Para el caso galas tengo,
como tú sabes, bastantes;
pues por príncipe, aunque preso,
traje muy rico homenaje.
Que no las tienes, presumo,
según es fuerza empeñarte.
¡Qué sería que con Fedra danzara!
Siendo el tu autem
de que tú salgas, espero
te baile el agua delante.
¿En qué lo fundas?
¡Qué lindo!
En lo que llego a fundarme
es que se paga del viento,
y tienes tú muy lindo aire.[...]
Quien ama no teme riesgos.

Reflexiona:

¿Por qué se muestra tan seguro Teseo?

Quien sirve, los teme tales.
Yo he de salir con la mía.
Otros con la mía se salen.
¿Pero si lo sabe el Rey?
Luego al punto, si lo sabe...
¿Qué ha de hacer?
Por Dios que es lindo;
que otra vez nos minotaure.
Las infantas son hermosas.
Sí, pero el viejo es matante.
¡Oh si logro la ocasión!
¡Oh si me quieren de balde!
¡Oh si mereciese a Fedra!
¡Oh si Ariadna me rogase!

(Vanse Teseo y Atún, y sale Racimo)

Yo tengo un amo, Señores,
que con él, por mis pecados,
en buena filosofía,
he de conceder que hay Baco.
Yo no sé por qué ocasión,
saliendo aquí en un sarao
solicita ser de fiesta
hombre de tanto trabajo.
De aquí para allí corriendo,
por estar enamorado,
aunque me trae bien vestido
me trae siempre hecho pedazos.
Su amor no le da lugar
a mi amor, y es fuerte caso
el que se lo quiera todo
sin dejarme querer algo. [...]

Jornada tercera

Vase  ATúN.  Salen BACO y el rey MINOS

Baco: ¿Qué es, Señor, lo que mandáis?

Reflexiona:

¿Qué orden debe cumplir Baco?

Conozco vuestra prudencia,
y un cuidado fiaros quiero.
(¡Cielos, que ahora me venga Aparte
el Rey a estorbar que vaya
donde Lidoro me espera!)
¿Qué manda Tu Majestad?
Pues sabe que es la respuesta
de la voz de su precepto,
el eco de mi obediencia.
(¡Quién pudiera despedirse!)
Sabed, Príncipe, que apenas
tuve el gusto de pensar
que quedaba satisfecha,
en la muerte de Teseo,
con mi venganza, mi ofensa,
cuando un confidente mío
que tengo dentro de Atenas,
me avisa que así que supo
de su príncipe la nueva,
se alteró el reino, de modo
que no hubo persona exenta
que no se alistase, haciendo
homenajes y promesas
de no volver a la patria
sin dejar antes a Creta,
o convertida en cenizas
o reducida a pavesas. [...]
[...]
 
(Vase Teseo. Sale Baco)
¡Qué cansado ha estado el Rey!
No sé cómo lo he sufrido;
porque, como eran tan otros
sus cuidados de los míos
por más que me consultaba
sus políticos designios,
no pasaban sus razones
de aquel exterior ruido
que no pasa a la atención
aunque llega a los oídos.
Pero, ¿qué quietud es ésta?
A nadie en el Parque miro.
¿Qué fuera que de cansado
de esperarme, se haya ido
Lidoro? Pero, ¿qué es esto?
A los rayos mal distintos
de la luna, miro un hombre
que en mortales paroxismos,
da entre las muestras de muerto,
escasas señas de vivo.
¿Quién será? ¡Válgame el Cielo!
   
(Dentro, una voz)
Hacia el Parque fue el ruido.
   
(Salen Tebandro y Guardas)
Hacia aquí dicen las voces;
y no mal, cuando distingo
un hombre embozado, y otro
a sus pies, muerto o herido.
Llegad a reconocerlos.
Daos a prisión.
Mal reprimo
la cólera.
   
(Descúbrese)
  Ved, Tebandro,
que soy yo, y que a aqueste sitio
llegué apenas, cuando en él
vi lo que vos habéis visto.
Reflexiona:

¿A quién van a descubrir y cuál es su reacción?

Que vos lo digáis, Señor,
me basta; pero es preciso
reconocerlo.
Llegad.
¿Qué es esto, cielos divinos?
¿Qué es lo que miran mis ojos?
¿No es el príncipe de Epiro
Lidoro, el que casi ya
en los últimos suspiros,
está haciendo de su sangre
infelices desperdicios?
Cielos, ¿cómo pudo ser?
Señor, pues cuando vos mismo
habéis sido el agresor,
¿os admiráis?
Pues me admiro,
claro está que no fui yo;
que mal pudiera mi brío
querer, con negar la culpa,
hacer bajeza el delito.
Ved, Príncipe, que en palacio
estaban ya muy sabidos
los disgustos de los dos,
por causas que no averiguo.
Y a un hombre como Lidoro,
¿quién hubiera que, atrevido,
osara darle la muerte,
sino vos?
[...]

Vase. Salen Ariadna y Atún

Lo que te digo ha pasado,
Señora, y tengo por cierto,
que Lidoro queda muerto
y el palacio alborotado.
¿Y es Teseo quien le ha dado
la muerte?
No hay que dudar,
porque yo al verle bajar
al parque, armado y cruel,
bajé escondido tras él
y se lo vide matar.
Demás, que él ahora ha entrado
mostrando indicios no escasos
con apresurados pasos
y con aliento turbado,
el acero ensangrentado,
el rostro pálido y fiero,
el labio mudo, parlero,
el color tal, que pensara
cualquiera, que de la cara
se fue la sangre al acero;
que de esta manera ahora
allá dentro lo dejé.
¿Y sabes tú, por qué
fue la pendencia?
No, Señora.

Reflexiona:

¿Cuál crees que haya sido la causa del incidente?

¡Ay de aquella que le adora,
y una vida que advertida
guardó, ve casi perdida!
Pues si le prenden, no queda
hilo ya con que se pueda
restaurar el de su vida.
Temo le prendan; porqué
entonces el duro filo
cortará a su vida el hilo
que yo con otro anudé;
y porque mi industria fue
Laquesis, en mal tan fuerte,
¿qué razón hay, si se advierte,
que al mirarla combatida,
la Laquesis de su vida
sea Atropos de su muerte?
Cuánto es mejor el cruel
lance huir, pues con huir,
a él lo libro de morir,
y a mí de morir con él;
de manera, que fiel
a los dos soy este día,
pues de su nobleza fía
mi amor, que me restituya,
viendo que libro la suya,
en él la suya y la mía.
Parte, Atún, y di a Teseo
que venga a verme al momento.
Será con mi movimiento
un tullido tu deseo;
pues sólo tu ingenio, creo,
que nos podrá dar favor,
sacando de tu labor
vida que darnos, y agudo
darla en un dedal, quien pudo
darla en un devanador.
Pero si acaso ha salido
mi amo fuera, ¿qué haré?
Díle que no entre, por qué
puede de lo sucedido
resultar algún ruido,
y en todo caso será
bien que esté fuera; pues ya
no es segura la prisión,
que yo estaré en el balcón,
que al parque cae.
Bien está.
(Vase Atún)
Amo a Teseo, y temo de manera
su muerte, que me fuera más ligero
tormento si, muriendo yo primero,
los riesgos de su vida no temiera.
Mil veces mi temor lo considera
blandido sobre el cuello el duro acero,
y tantas veces yo del susto muero
cuantas presumo que él morir pudiera.
Y no es el mayor daño, si se advierte,
estar de tantos riesgos combatida,
que otro mal tengo que temer más fuerte;
que es pensar que con alma fementida,
en algún tiempo puede darme muerte,
a quien yo tantas veces doy la vida.
(Vase ARIADNA. Salen Teseo y Fedra)
¿Qué dices? ¿La muerte a Baco
le diste tú?
Sí, Señora,
que lo que atestigua el brazo,
mal lo negará la boca.
Recibí un billete suyo,
en que su pasión celosa
brevemente se explicaba,
por querer presuntuosa
remitir la explicación
de su cólera a las obras;
bien, que expresaba que yo,
por gusto o por vanagloria,
a las dos os sirvo, y que
le ofendo en entrambas cosas;
en la opinión con la una,
y en el gusto con la otra.
El cómo llegar pudiese
él a saber nuestra historia,
no me toca averiguarlo,
aunque sentirlo me toca.
Salí, en fin, al desafío,
fue mi espada más dichosa,
di la muerte; ya lo sabes
todo. Pues escucha ahora
a lo que vengo. Bien sabes,
adorada Fedra hermosa,
que desde el primer instante
que te vi, te entregué toda
el alma, tan sin reservas,
que aun mis ansias amorosas
no fueron mías, ni pude
merecer en las congojas;
porque a ninguno le pueden
dar mérito ajenas obras,
y siendo tuyas las mías
pareciera acción impropia
si quisiera mi cariño
que te obligaras de cosa
que era tuya; de manera,
que incapaz la vanagloria
quedó de poder servirte,
pues reducida a una sola
acción, la mayor fineza
fue no poder hacer otra. [...]
[...]
(Vase Ariadna y Baco se llega a la puerta por donde sale Fedra)
¡Válgame Dios, qué resuelto
y valiente es el Amor,
pues a una mujer obliga
a tan temeraria acción,
como que deje a su patria
y que abandone su honor
por seguir a un hombre!
Pero ya imagino que llegó
Teseo, pues hacia acá
se llega un hombre. ¿Sois vos,
Señor?
Pues quién puede ser
sino aquel que girasol
tan fino es de vuestros rayos,
que aun cuando su resplandor
con las sombras se disfraza,
conoce en la noche al sol.
Pues vamos, antes que sepa
mi padre que fuisteis vos
el autor del homicidio.
Seguidme, pues.

Reflexiona:

¿A dónde crees que se dirigen con tanta rapidez?

(Vanse apartando y sale Teseo, llegándose a la puerta)

Ya quedó
en el puerto prevenida
la nave, porque el Amor
es agente tan activo
que no sufre dilación.
En esta puerta me dijo
Fedra que esperaba; yo
quiero llegar.
(Sale Ariadna por la misma puerta que salió Fedra)
¡Qué turbados
pasos da mi confusión!
¡Qué mucho, si va en mi culpa
tropezando mi temor!
Pero acá se acerca un bulto,
si no me engaña el horror
de la noche; hablarle quiero.
¡Mas, ay, que la turbación
me ha dejado el sobresalto,
y se ha llevado la voz!
(¡Vive Dios, que está esperando Aparte
a la puerta! ¿Qué valor
al suyo iguala?) Señora.
¿Quién es? ¡Ay de mí!
Yo soy
el que soy porque soy vuestro,
porque mi ser, de mi amor
depende, y a no ser vuestro,
pienso que no fuera yo.
Pues vamos, porque he sentido
en el palacio rumor,
y dudo qué pueda ser.
Vamos. [...]
(Salen Tebandro y Soldados)
Matadlo si se resiste,
que esta orden el Rey ha dado.
¿Quién dice que es resistirse
el correr más que de paso?
Pero ¿qué es esto? En el parque,
resueltos y temerarios
dos hombres están riñendo.
¿Quién sois vosotros que, osados,
os atrevéis de este sitio
a quebrantar el sagrado?
Daos a prisión.

Mal conoces
mi valor.
Qué mal mis manos
conocéis.
Pues mueran luego.
¿Qué esperáis?
Si aquí alentado
no me resisto, la vida
y a Fedra pierdo.
Si osado
no me defiendo, a ArĂŻadna
pierdo, y la vida.

Riñen

Reflexiona:

¿Por qué crees que sea la riña?

Tirano
cielo, acaba, con mi muerte,
vida que te ofende tanto.
Si blanco infeliz mi vida
es de tus tiros airados,
y es el blanco el que te ofende,
acaba de herir el blanco.
¿Resistencia a la justicia?
Sale el rey Minos y acompañamiento
¿Qué es esto? ¿En todo el palacio,
sólo se escuchan pendencias;
sólo se miran estragos?
Señor, aquestos dos hombres
son, que intentan obstinados
resistirse a la justicia.
Pues prendedlos o matadlos.
Con estas damas, por quien
se estaban acuchillando,
según juzgo.
¿Por mujeres?
Prendedlas.
Ya es el librarnos
imposible; pues nos vemos
por todas partes cercados.
Descubrid esas mujeres.
¡Cielos, hoy la vida acabo!
¡Adiós, infelice vida! [...]

Reflexiona:

¿Qué va a pasar con Baco y Teseo?

(Descúbrese)

  Señor, si por Ariadna
se entrega a la muerte Baco,
no será bien que Teseo
no haga por Fedra otro tanto.
¡Ay de mí! ¿Qué es lo que has hecho?
(¿Qué miro? ¿Por Fedra osado Aparte
se entrega a la muerte?
Muera, que mi amor desengañado
de su ingratitud, convierte
en odio todo el agrado.)
¡Cielos! ¿Con vida Teseo,
y de Fedra amante, cuando
le juzgué muerto? Sin duda
es ella quien lo ha librado.
¿Es sueño lo que estoy viendo?
(Todos se han quedado helados, Aparte
y más que pudiera muerto,
espanta resucitado.)
¿Qué fuera que con Lidoro
nos sucediera otro tanto,
y tuviéramos en Creta
el Día de los Finados?
De suerte me ha suspendido
caso tan inopinado,
que me usurpa lo admirado
las acciones de ofendido.
¿Que estás con vida? ¿Que ha habido
tan villana compasión
que libertó tu traición?
En vano el pecho respira,
si cuando busco la ira,
topo con la admiración.
Hidra que mi enojo incitas,
pues cuando mi enojo piensa
matar contigo una ofensa,
con tantas me resucitas.
¿Por qué mi cólera irritas?
¿No te bastaba, traidor,
para agravar mi dolor
cuando tu industria me engaña,
haber burlado mi saña,
sin haber muerto mi honor?
¿Qué más agravios intentas
a la sangre hacer, que infamas,
si en Atenas la derramas,
y en Creta osado la afrentas?
¿Qué engaños nuevos inventas
para dejarla agraviada,
pues llevándola robada,
a tu intención homicida
no bastó verla vertida,
hasta mirarla afrentada? [...]
Aparte. (¿Con Fedra se casa? ¡Ah, ingrato!  
Murió la esperanza mía.
Mas pues no tiene remedio,
pagar de Baco la fina
atención quiero.)  Señor,
pues mitigadas, tus iras
han perdonado a mi hermana,
también yo a tus pies rendida
pido perdón, y te aviso
de que no fue el homicida
Baco, de Lidoro, sino
Teseo.

Reflexiona:

¿Qué información contenía el papel?

¿No ves que implica,
siendo de Baco el papel?
Quien lo vio, Señor, lo afirma. -
Dílo Atún.
Aquí entro yo.
(¡Gracias a Santa Lucía, Aparte
que tengo lugar de hablar!)
Sí, Señor, que mi codicia,
pensando que era de Fedra,
le llevó el papel.
No digas
más, que también entro yo,
que urdí toda la mentira
de miedo, y se lo entregué
a éste.
Y yo por las albricias,
a Lidoro lo llevaba,
cuando la desdicha mía
con mi amo me encontró,
que leyendo a toda prisa
el papel, no pude oír
qué era lo que contenía;
y viendo que estaba fresca
la nema, y que bien podía
cerrarse, volví a cerrarlo,
y a Lidoro con la misma
ignorancia lo entregué;
el cual, luego, echando chispas
bajó al Parque; y con mi amo,
que también fue...

Reflexiona:

¿Cómo va a terminar la obra?

No prosigas.
Déle la mano, Ariadna
a Baco. Y tú, agradecida,
a Teseo.
ésta es mi mano,
príncipe.
Ya a recibirla,
el alma, que es vuestra, sale.
Y aquésta, Baco, la mía.
En ella me dais, Señora,
todo el premio de mis dichas.
Cintia, ya ves que no ha habido
lugar de galanterías
de lacayos y fregonas;
pero, si quieres ser mía,
dispensando de galán
las amantes baratijas,
aquí estoy.
Y yo te admito,
porque fuera bobería
perder aquesta ocasión.
Laura, no es bien que la envidia
nos quede a nosotros.
Tienes
razón; no es bien que baldía,
cuando se casan los otros,
quede persona tan digna
como yo; y así, mi mano
es ésta.
Y perdón, rendida,
os pide la pluma que,
contra el genio que la anima,
por serviros escribió,
sin saber lo que escribía.

Reflexiona:

¿Qué parte de la obra te gustó más?, ¿por qué?

¿Cómo se llamó la obra?

Sor Juana aparece en los billetes mexicanos de alta denominación. Es la única escritora que aparece en los billetes, aparte de Nezahualcóyotl, también poeta. Inicialmente apareció en los billetes de mil pesos, que con la inflación terminaron volviéndose monedas. Después del recorte de los tres ceros al peso, Sor Juana salió de circulación brevemente, para reaparecer en los billetes de doscientos pesos.

Continúa con el Tema 3, de la Unidad 3.