Los suelos de nuestro planeta se han formado a lo largo de milenios, en condiciones naturales semejantes a las que se dan en la actualidad, no obstante, el deterioro de este recurso se debe a que en la búsqueda por satisfacer necesidades humanas, se ha descuidado su conservación y la de los ecosistemas que en ellos se desarrollan. Con el fin de aumentar el rendimiento de sus terrenos, los agricultores y ganaderos favorecen el dominio de determinadas especies animales o plantas en un área determinada. Por ejemplo, en el caso de la agricultura, cuando una especie domina por mucho tiempo, puede generarse lo que se denomina “agotamiento del suelo” y obliga a utilizar fertilizantes que compensen la pérdida de los nutrientes, más allá de lo que la propia naturaleza habría provisto. Durante más de 50 años, el henequén fue el principal cultivo en Yucatán. Como resultado de las prácticas agrícolas basadas en el monocultivo, los suelos agotan sus reservas naturales. Una forma de corregir este problema sin añadir productos químicos, es dejando los campos sin explotar durante largos periodos, o en su defecto realizar cultivos rotativos con plantas que fijen nitrógeno en el suelo, y remover la tierra profundamente para llegar a los ricos subsuelos y llevarlos a la superficie, situación improbable en Yucatán, ya que la mayoría son poco profundos. Además, en el desgaste y compactación de los suelos yucatecos, el excesivo pastoreo ha sido un factor muy importante. Los suelos yucatecos sostienen una vegetación tropical variada y, aunque algunos de ellos puedan ser muy productivos, son también frágiles. Si esta vegetación que protege al suelo es removida por causas naturales o por actividades humanas, éste se desgastará más rápidamente, reduciendo su productividad. El desgaste natural se agrava por actividades como la deforestación de la selva para dedicar esas áreas a la agricultura y a la ganadería principalmente.
La deforestación, o corte desmedido de árboles de un bosque o una selva, reduce la capacidad de los suelos para retener los nutrientes, además de provocar su erosión. El resultado es la reducción de la biodiversidad y de la capacidad de las selvas de albergar ambientes naturales y especies distintas. En Yucatán, la explotación de maderas llamadas “preciosas”, como el cedro y la caoba, constituyen una de las causas de deforestación que dejan un suelo desnudo, pobre y a merced de la erosión que lo degrada lentamente; la utilización desmedida de otras especies útiles como el ramón, el palo de tinte y el chicozapote, también ha alterado el equilibrio natural de las selvas yucatecas, cuya capacidad de recuperación es reducida. Otras causas de deforestación en el estado se deben al cambio de uso del suelo para ampliar las áreas agrícolas, intensificar la ganadería, desarrollar asentamientos humanos y construir vías de comunicación, principalmente carreteras. En la actualidad, el panorama del ambiente natural yucateco se presenta con amplias zonas de la selva original transformadas en pastizales a causa de la explotación ganadera. Igualmente la actividad henequenera dejó tras de sí un suelo despojado de más del 80% de su cobertura vegetal. El agotamiento del suelo yucateco, debido a todos estos factores, ha provocado el traslado de la población de las zonas rurales y de sus actividades económicas hacia las áreas urbanas y costeras, lo que ocasiona una demanda cada vez mayor de servicios y un crecimiento desordenado de estas localidades.
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