Manifestación de exquisitismo es todavía, con tradición de milenios, la laboriosa preparación del xtabentún, licor sutil y fragante que procede directamente de la miel. En los bosques del oriente de la península crece una trepadora que los indios aman. Su nombre quiere decir “enredadera de piedra” (xtabentún) y produce una flor blanca y olorosa. Cerca de ellas se construyen los colmenares.

La abeja, la miel y las flores son temas profundos que se ligan con la vida y la religión de los mayas; con ellos, la imaginación y conocimiento de los civilizadores ancestrales hacen símbolos místicos y sociales, y bellas alegorías.

 
La vida de las antiguas sociedades mayas tiene como modelo la organización colectiva de las colmenas. El pueblo es el enjambre. El individuo es una abeja que trabaja para todos. La reina es el jefe, el instructor, encargado de la guía y de la enseñanza. La “abeja guardiana de la colmena” (u balamil cab) que veían en la puerta para que no se introdujeran los insectos hostiles y para que no se perturbara el orden ni la paz del trabajo.

En la antigua sabiduría maya, la abeja es la representación del hombre civilizado que trabaja y produce; es la humanidad organizada para la realización del plan perfecto de la naturaleza y del espíritu. Sobre cada punto de la Tierra vuela una divinidad-abeja, que es su conductor y su maestro invisible.

 

La miel es el fruto del trabajo, la producción del esfuerzo inteligente, la obra humana perfecta, útil, dulce, fragante, que debe hacer cada hombre en su sitio en el mundo, en su celdilla para sostén, beneficio y alegría de la colmena, que son todos los hombres.

Todavía en los dolorosos comentarios de la conquista española dicen los escritores mayas:
“Los extranjeros blancos enseñaron el miedo. Para que su flor viviese dañaron y chuparon la flor de los otros...”.

Las “abejas” mayas se escondieron en sus empobrecidos colmenares. Las flores, exhaustas, se fueron secando. La miel amorosa y clara de los antiguos tiempos de luz caía, gota a gota, en el silencio oscuro de los vencidos, como el llanto de su sangre; y ve como llegan a sus bosques perfumados otras colmenas extrañas, que vienen de las tierras de los blancos, y que otras abejas van sustituyendo a las buenas y sencillas abejas de sus padres, que no son como aquéllas eran, porque “las abejas que vienen de lejos tienen aguijón...”.

Y el indio maya bebe su gota de miel, contempla su colmena, cultiva su flor y espera su día.

"El maya y la miel” (fragmento) del poeta yucateco Antonio Mediz Bolio.