Ante la crisis económica que Yucatán había vivido por la Guerra de castas y por la falta de posibilidades de venta para sus mercancías, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, la producción y comercialización del henequén fue el eje de la economía estatal. Durante el Porfiriato, el henequén fue un producto de gran importancia, principalmente para los industriales de Estados Unidos de Norteamérica, quienes con el propósito de transformar la fibra que se elaboraba para usos múltiples, introdujeron máquinas cosechadoras y desfibradoras. Esta maquinaria vino a sustituir el proceso de elaboración artesanal, transformándose así la producción henequenera en una gran industria. Los primeros en producir grandes cantidades de fibra fueron los hacendados, que contaban con un buen número de trabajadores y con tierras para la siembra del henequén. Los capitalistas yucatecos invirtieron para cultivar, obtener y explotar el henequén, debido al aumento en la demanda del producto en el extranjero, que hasta entonces podía ser cubierta por Yucatán, ya que reunía una serie de condiciones favorables. No sólo por su suelo propicio para el cultivo, sino por su cercanía con la península de Florida, lo que hacía más fácil la exportación a los Estados Unidos, pero lo más importante es que en nuestra entidad existía ya una forma de organización de trabajo en el campo: la hacienda, y un sistema de explotación de mano de obra barata y el endeudamiento a través de la “tienda de raya”, llamada así porque se pagaba la raya, moneda de la hacienda que no valía en ningún otro lugar, por lo que el trabajador estaba obligado a comprar en estas tiendas. Todo esto hacía posible que la fibra se produjera a muy bajo costo.
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