Lucía nació un jueves de fiesta y en una noche llena de estrellas. Allí, en su pueblo, la tradición obliga a que cuando nace un niño y se desprende su ombligo días después de su nacimiento, este último resquicio del vínculo corporal que une su cuerpo con el de su madre se cuelgue de un árbol fuera de la casa como símbolo del carácter masculino que sale del hogar al exterior a buscar trabajo, que se aventura al mundo para buscar fortuna. Es el que sale para proveer y proteger una casa, una mujer, unas hijas e hijos.
No es lo mismo cuando llega al mundo una niña como Lucía. No, el ombligo de ella se debe colocar junto al fogón para que esa vida también cumpla su misión. El lugar de esta misión se encuentra en los interiores de la casa, porque ella estará encargada de la crianza de la familia, de la preparación de los alimentos, del cuidado amoroso del hombre de la casa, de la educación y la preservación de la familia.
Ella cocinará, mantendrá el fuego, la casa limpia, cálida y acogedora para la hora del regreso del proveedor, marido y padre. Pero se comete una equivocación que a lo largo de los años se descubre.
Lucía desde que aprende a caminar se hace una asidua caminante y vaga por el camino para traer agua del río. Ella no se cansa y cada día camina más. Su cuerpo es atlético y fuerte. Ayuda a su madre en las tareas pesadas: trae la leña, lleva el almuerzo a los hombres. Se asoma a la escuela y por la ventana aprende las lecciones de los casi puros niños del salón. Así aprende las letras y escribe con varas en la tierra suelta, escribe su nombre, hace cuentas, conoce los números, también aprende a andar bicicleta y a trabajar fuera de su casa en oficios variados.
Cuando crece, Lucía no hace las mismas cosas que hizo su madre. Se fue por el mundo y todo lo hizo diferente, ya crecida abrió un taller para curtir pieles y luego puso una tienda.
Ella aprendió a estar dentro de su casa, pero también aprendió a salir de allí y conseguir cosas buenas para su vida; eso le permitió ser fuerte y no dejarse maltratar nunca por persona alguna.
Ávila López Domitila yMartha Patricia Castañeda Salgado, La corriente de la vida. Construyendo nuestra salud reproductiva. Pue., Puebla. pp. 15-16.