La Carpa, un espacio de seguridad
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Martín Juárez Guevara **
   
 
 
 
 
 

A fines del año 2002, el párroco de la iglesia de la Soledad, ubicada en el barrio del mismo nombre en la zona de la Merced, solicitó a Cáritas Arquidiócesis y a la VI Vicaría Episcopal el apoyo para hacerse cargo de la labor que él venía realizando cotidianamente con la población de calle de esta zona; asistencia médica y alimenticia a los jóvenes que vivían en los jardines alrededor de la parroquia.

 
 

*Este proyecto utiliza el Modelo ECO2 que es resultado de la investigación en la acción que una red de organizaciones civiles mexicanas realizaron de 1995 a 1998. Si quieres saber más, consulta: Juan Machín. "La prevención de las farmacodependencias en el Modelo ECO2 A.V., reflexiones sobre prevención", en Liberaddictus, núm. 75, México, 2003.

 
**Responsable del área de investigación del proyecto La Carpa, doctorante en Antropología social y maestro en Psicología social.
 
Esta iniciativa había fracasado porque la demanda de los jóvenes y los niños en la calle era muy grande y su situación de vida cada vez más precaria, además los equipos de trabajo de la parroquia no tenían una formación especializada para atender a esta población. En un inicio, el proyecto se había pensado para "los niños de la calle" pero a partir de un diagnóstico que realizó el nuevo equipo de Cáritas, nos encontramos que el problema era más amplio, se trataba de familias completas en situación muy precaria que convivían en la calle y pasaban la noche en los hoteles de la zona. Estas personas realizaban sus actividades en la Merced para conseguir el dinero suficiente para las drogas y el cuarto de hotel. Los adultos de estas familias habían sido niños de la calle en su tiempo y no habían conseguido reinsertarse a sus familias o alguna actividad productiva, por lo que organizaron una vida en la calle tomando como albergues los hoteles y la Parroquia. Las actividades que estas personas realizaban para ganarse la vida, eran la venta de diferentes productos a los transeúntes (actividad que encubría la prostitución en el caso de las mujeres y el robo en el caso de los hombres). El tráfico y consumo de drogas en el jardín de la Soledad es algo muy común, al igual que la violencia derivada de dichas actividades. La presencia de la policía es muy poca y cuando se presenta en la zona, se propician graves actos de violación a los derechos de las persona porque hay robo y uso de armas de fuego contra aquellos que no cometen delitos y que son detenidos. Las personas que verdaderamente cometen delitos están a "renta", es decir que los policías les permiten seguir robando con la condición de recibir una parte de lo robado, por esto consiguen salir libres cuando son detenidos.
 
 

Una gran parte de los habitantes del jardín han estado en el tutelar de menores y otros reclusorios, por lo que se ha conformado una cultura de los "caneros", es decir personas que han estado en "cana" o prisión y saben pelear o boxear, quienes frecuentemente rivalizan con los "callejeros", personas que viven en la calle y saben pelear, aunque para ello utilizan cualquier artefacto o estrategia para vencer a su rival, ya sea traicionándolo o golpeándolo entre muchos.

Estas dos identidades de violencia se conjugan con una creencia mágica y religiosa que es la de la santísima muerte. La violencia se acentúa en el jardín por varias circunstancias, entre ellas por los operativos policíacos, el consumo ocasional de pastillas psicotrópicas, la presencia de nueva población de calle, y cuando las personas que son preliberadas de los reclusorios de la Ciudad de México llegan a este lugar en busca de drogas, mujeres y la posibilidad de robo. En ocasiones salen tan resentidos de la cárcel o con algún tipo de problema, que cometen actos de violencia, sobre todo en contra de las mujeres, niñas, niños y jóvenes.

 
 

En el jardín siempre hay un padrino, es decir, una persona que asume el cargo de guardia del jardín y defiende a los chavos de la calle que se dedican a robar. Esta persona recibe la mitad de lo que los jóvenes han logrado obtener durante el día, estas entradas económicas se complementan con los recursos económicos obtenidos por la venta de droga.

La violencia es una forma típica de relación en el barrio, por lo que cualquier iniciativa de intervención que tenga como objetivo la población de la calle, debe considerar dicha situación para no reproducirla. La Carpa es un proyecto que se desarrolla actualmente en el jardín de La Soledad y consiste en una cafetería móvil en la que se escucha, se hace diagnóstico comunitario, seguimiento de casos personales y derivaciones a instancias que puedan resolver los problemas de esta población.
 
Actualmente construimos el proceso de tratamiento con base en los pocos recursos comunitarios con que se cuenta y tratamos de fortalecer otras iniciativas que se desarrollan en la zona porque nuestro trabajo se hace en red. La primera etapa de trabajo en La Carpa fue el establecimiento de un vínculo con la población de calle, lo cual fue muy difícil debido a que los jóvenes habían vivido varios fracasos con otras instituciones que agravaban su situación precaria y de violencia; además los vecinos del barrio veían con muy malos ojos que un trabajo comunitario se concentrara en la población de calle y no se tuviera una intervención directa sobre otro tipo de población, por ejemplo, los niños que viven en las unidades habitacionales que rodean la iglesia. Una gran parte de los vecinos pensaban que invertir tiempo, dinero y esfuerzo con los malvivientes no traería ningún resultado positivo. Los mismos jóvenes auguraban que el proyecto no duraría mucho, ya que de todos los proyectos que llegaron a atenderlos, el que más duró fue de tres meses. El vínculo que fortaleció el trabajo de La Carpa fue con los niños y las mujeres más vulnerables o dañadas del jardín, esto no era nada nuevo para nosotros, sabíamos que si lográbamos trabajar con estas mujeres, los otros chavos pronto llegarían a la cafetería móvil con algún interés de exigir que les regaláramos café, amedrentar al equipo, conseguir información para que los líderes de la Merced estuvieran enterados de qué se hacía en el jardín y quiénes éramos nosotros o simplemente a hablar de su vida. En la actualidad construimos los procesos para que estos mismos jóvenes sirvan a sus propios compañeros y a su comunidad.
 
 
¡Trabajar para otras personas que lo necesitan nos hace sentir útiles y darle un sentido creativo a nuestra vida!