Lea el siguiente fragmento de la tragedia Romance de lobos, del escritor español Ramón María del Valle Inclán, representante también, como Pío Baroja, de la Generación del 98.

Romance de lobos
Jornada tercera, escena final

La cocina de la casona. En el hogar arde una gran fogata y las lenguas de la llama ponen reflejos de sangre en los rostros. Los cuatro segundones aparecen sobre el fondo oscuro de una puerta, cuando la cocina es invadida por la hueste clamorosa que sigue al Caballero.

El Caballero. ¿Soy un muerto que deja la sepultura para maldeciros?

Don Farruquiño. ¡Padre, tengamos paz!

Don Rosendo. ¡Fuera de aquí toda esa gente!

El Caballero. ¡Son mis verdaderos hijos! ¡Para ellos os pedí una limosna y hallé cerrada la puerta!

Don Mauro. ¡Y la tiene franca!

El Caballero. ¡Llego para hacer una gran justicia, porque vosotros no sois mis hijos!... ¡Sois hijos de Satanás!

Don Farruquiño. Entonces somos bien hijos de don Juan Manuel Montenegro.

El Caballero. ¡Ay, yo he sido un gran pecador, y mi vida una noche negra de rayos y de truenos!... ¡Por eso a mi vejez me veo tan castigado!… ¡Dios, para humillar mi soberbia, quiso que en aquel vientre de mujer santa engendrase monstruos Satanás!... ¡Siento que mis horas están contadas, pero aún tendré tiempo para hacer una gran justicia! ¡Vuelvo aquí para despojaros, como a ladrones, de los bienes que disfrutáis por mí! ¡Dios me alarga la vida para que pueda arrancarlos de vuestras manos infames y repartirlos entre mis verdaderos hijos! ¡Salid de esta casa, hijos de Satanás!

A las palabras del viejo linajudo, los cuatro segundones responden con una carcajada, y la hueste que le sigue calla suspensa y religiosa. El Caballero adelanta algunos pasos, y los cuatro mancebos le rodean con bárbaro y cruel vocerío, y le cubren de lodo con sus mofas.

Don Mauro. ¡Hay que dormirla, señor don Juan Manuel!

Don Rosendo. ¿Dónde la hemos cogido, padre?

Don Gonzalito. ¡Buen sermón para Cuaresma!

Don Farruquiño. ¡No mezclemos en estas burlas las cosas sagradas!

Don Rosendo. ¿Dónde hay una cama?

Don Mauro. Vosotros, los verdaderos hijos, salid, si no queréis que os eche los perros. ¡Pronto! ¡Fuera de aquí! ¡A pedir por los caminos! ¡A robar en las cercas! ¡A espiojarse al sol!

El segundón atropella a los mendigos y los estruja contra la puerta con un impulso violento y fiero, que acompañan voces de gigante. La hueste se arrecauda con una queja humilde. Pegada a los quicios inicia la retirada, se dispersa con un murmullo de cobardes oraciones.

El Caballero interpone su figura resplandeciente de nobleza. Los ojos llenos de furias y demencias, y en el rostro la altivez de un rey y la palidez de un Cristo. Su mano abofetea la faz del segundón. Las llamas del hogar ponen su reflejo sangriento, y el segundón, con un aullido, hunde la maza de su puño sobre la frente del viejo vinculero que cae con el rostro contra la tierra. La hueste de siervos se yergue con un gemido y con él se abate, mientras los ojos se hacen más sombríos en el grupo pálido de los mancebos. Y de pronto se ve crecer la sombra del leproso, poner sus manos sobre la garganta del segundón, luchar abrazados, y los albos dientes de lobo y la boca llagada, morderse y escupirse. Abrazados, caen entre las llamas del hogar. Transfigurado, envuelto en ellas, hermoso, como un arcángel, se levanta El pobre de San Lázaro.


El pobre de San Lázaro. ¡Era nuestro padre!

La voz de todos. ¡Era nuestro padre! ¡Era nuestro padre!

La voz de los hijos. ¡Malditos estamos! ¡Y metidos en un pleito para veinte años!

Ramón María del Valle Inclán
(Español. 1866-1936)
Ramón María del Valle Inclán representa la profunda renovación que experimenta la literatura española en el cambio del siglo XIX al XX. Estas nuevas tendencias están representadas por varias generaciones literarias, como la del Modernismo.

Responda las siguientes preguntas con base en el fragmento de Romance de lobos.

¿Quién se le enfrenta a don Mauro, luego de que éste ha matado a su padre?


¿Quiénes son los que gritan: ¡Era nuestro padre! ¡Era nuestro padre!?


¿Cuál es el destino final que usted propondría para los hijos de don Juan Manuel y cuál para los mendigos a quienes él ayudaba? Escríbalo en las siguientes líneas:


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