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Cuando somos menores de edad, nuestros padres o las personas que se encargan de nuestra crianza, toman gran parte de las decisiones que nos afectan, tales como: el lugar donde vivimos, en dónde estudiamos, con quién convivimos, entre otras. A medida que crecemos, adquirimos más responsabilidades y libertad para tomar decisiones por nosotros mismos.
Muchas de las decisiones que trascienden, es decir, que dejan huella en nuestra vida, las tomamos cuando somos adolescentes o jóvenes; esto significa que son decisiones que influyen en lo que seremos o haremos en etapas posteriores de nuestra vida. Una de las razones por las que ocurre esto, es porque en la adolescencia y juventud surgen nuevos intereses y necesidades. Además, nos enfrentamos a diferentes opciones que nos afectan de manera importante, tales como: seguir estudiando o abandonar la escuela; continuar dependiendo económicamente de nuestros padres o buscar un empleo y crear las condiciones para independizarnos; establecer relaciones de pareja o mantenernos solteros o solteras; participar activamente en un partido político o comunidad religiosa, entre otras.
Una manera para tomar decisiones importantes para nuestra vida es buscar información oportuna y verdadera acerca de la situación o problema que enfrentamos, valorar o tomar en cuenta las ventajas, desventajas y consecuencias de nuestras decisiones.
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