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Hacia la búsqueda de una
nueva paternidad |
A continuación reflexionamos sobre algunos de los valores que creemos nos acercarían al disfrute de una paternidad más equitativa y agradable.
Este apartado contiene una serie de propuestas que se complementan unas con otras, con el objetivo de que cada padre elija las condiciones que considere idóneas para lograr una comunicación y relación más completa con sus hijos, hijas y pareja.
Algunos valores para una paternidad más equitativa

Diálogo. El diálogo es el componente en la relación con hijas e hijos que no podemos cerrar o cancelar nunca. Si estamos a favor de enfrentar y resolver los conflictos de manera no violenta, es necesario estar siempre abierto al diálogo como si fuera el único recurso.
Es un error confundir el diálogo con la negociación, el arreglo o la solución de las diferencias o conflictos. Por diálogo se entiende compartir puntos de vista, conocer el de los demás y, en todo caso, aclarar que se está hablando de la misma cosa, identificando las opiniones, coincidencias que se tienen o no sobre ese tema.
La negociación es buscar acuerdos en las diferencias, como resultado de un diálogo respetuoso, pero que no siempre implica la coincidencia o similitud de puntos de vista, la negociación busca satisfacer las necesidades e intereses de ambas partes.
Empatía y comprensión. Dialogar también implica escuchar a la otra persona con la intención de comprenderla, incluso con la disposición de ponerse en su lugar para entender por qué siente y piensa de esa forma.

No se trata sólo de estar de acuerdo con él o ella, sino de dialogar y escuchar con el ánimo de comprender. Consiste en tener la disposición de entender y ser empáticos, es decir, favorecer la comprensión y la confianza para propiciar la cercanía con las hijas y los hijos, poniéndose en su lugar por un momento.
Respeto. Es entender que existen diferencias entre las personas y que éstas no son justificación para rechazarlas o darles un trato desigual. Es entender que las hijas e hijos, según su edad y forma de ser, son diferentes, pero no por ello tienen menos derechos que los padres.
Respetar es no imponer nuestras ideas y decisiones a las hijas y los hijos, sino dialogar, conocer, razonar, proponer y negociar.
Consiste en tener el cuidado y la determinación de no afectar los derechos, el bienestar y la libertad de los otros, por considerarlos inferiores o diferentes.
Respetar es aceptar las diferencias y tratar de convivir de forma armónica para beneficio de todos los integrantes de la familia en comunidad.
Equidad y tratos no sexistas. Este valor implica no crear desigualdades entre las hijas y los hijos sólo porque tienen distinto sexo. Es considerar que mujeres y hombres merecen un trato equitativo por tener los mismos derechos y capacidades.

Equivale también a buscar la igualdad entre los miembros de la pareja, para compartir juntos el sostenimiento, el cuidado y la crianza de las hijas e hijos, de tal manera que estos ejemplos influyan positivamente en las nuevas generaciones.
Establecimiento de límites y normas familiares
claras y justas.
Este valor implica la necesidad de asumir las responsabilidades que a cada quien le corresponden en un ambiente familiar que se inicia con el intercambio entre adultos y menores de edad, quienes se van desarrollando como personas ejerciendo sus libertades y responsabilidades.
Consiste en establecer límites y normas familiares claras y justas, implica acordarlas y aceptar respetarlas, establecer sanciones cuyo fin no sea humillar, castigar o maltratar, sino aprender y fortalecer hábitos y valores.
Este es un valor que implica combinar el diálogo, la comprensión y la negociación.
Solidaridad. Consiste en compartir con la pareja en el cuidado, sostenimiento y crianza de las hijas y los hijos, e inculcarles la importancia de que participen y apoyen el bienestar familiar de acuerdo con su edad y posibilidades. Es el apoyo mutuo y constante que permite asignar de manera más justa y equilibrada las tareas y obligaciones dentro de la casa.
Actitud abierta y autocrítica. Consiste en aceptar que la paternidad es algo cambiante, que requiere la apertura hacia la transformación que implica una relación equitativa según la edad y las necesidades de hijas e hijos.

Para lograr adaptarse a estos cambios, es necesario mantener siempre una actitud crítica y autocrítica, que implica reflexionar y revisar constantemente la forma en que van estableciéndose las relaciones con las hijas, los hijos y la pareja. Los acuerdos con la pareja no son siempre los mismos, ya que estamos constantemente renovándolos y adaptándolos a los cambios de la familia. Autoestima. Consiste en tener un aprecio por nosotros mismos, querernos, aceptarnos y respetarnos; es practicar la paternidad con base en el afecto, la comprensión, el apoyo y el diálogo, para vivirla como una forma de relación más satisfactoria, y así conservar y elevar la autoestima personal y la de las hijas y los hijos.
También lleva consigo ser afectuoso, respetuoso y tolerante, reconocer que las hijas y los hijos son diferentes y que por eso el padre puede aprender de ellos.
Asimismo, consiste en reconocer que, si bien esto
es difícil, es importante asumir la paternidad con gozo
y compromiso y que el reto de ser padre es también ser
humilde ante la vida.
Hacia la búsqueda de una nueva paternidad, en: Paternidad equitativa. CORIAC, México, 1999, págs. 34-37
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