En el caso de cada uno de nosotros como personas, el
aspecto emocional es determinante, porque el modo de
actuar depende en gran medida, de cómo nos sentimos y de los valores que tenemos.

Cuando nos sentimos aceptados por los demás, a gusto con nosotros mismos, felices, importantes y queridos, sabemos que nuestras opiniones tienen valor y podemos aspirar a estar contentos, es más fácil decir no le entro a las drogas.

Si por el contrario somos algo tímidos, retraidos, inseguros, tenemos miedo; dependemos de la aceptación de otros para vivir, o no sentimos que nos quieran, nos comprendan y nos tomen en cuenta, estamos en riesgo de buscar o aceptar alguna droga cuando nos la ofrecen, para olvidar los problemas y las frustraciones.

Podemos creer que esto nos hará sentir mejor o diferentes, pero eso sólo es algo aparente, porque con el uso de las drogas nuestra situación con nosotros mismos, con la familia, la pareja y los amigos se pone ¡mucho peor!

El consumo de drogas muchas veces es el resultado de la necesidad que sentimos por resolver ciertas carencias,
especialmente las que tienen que ver con el afecto.

Es posible que otras personas busquen el consumo por un sentimiento de tristeza, desesperanza o desesperación
frente a la vida y lo que creen que puede ser su futuro. También se puede explicar por el espíritu de aventura o necesidad de experimentación; rebeldía, deseos de mostrar que somos "muy muy..." o por no respetar las normas sociales establecidas.

Sin embargo si reflexionamos, seguramente podemos encontrar otras maneras de manifestar nuestros deseos de ser distintos, de vivir y de enfrentar nuestra vida, sin que nos hagamos algún daño o lo causemos a otros.

Podemos canalizar algunas angustias y buscar apoyo por otros caminos, como puede ser el deporte, el estudio, el arte u otras actividades que nos gusten.

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