Ayer en la nochecita llegamos a la
lavandería de don Pepe, ahí estaban Jacinto,
que se dedica a bolear y reparar calzado; Lupita, que
vende verduras en el mercado; doña Rosa, que hace
quesadillas y sopes para venderlos en la Plaza del mariachi.
Y como don Pepe, no tenía para cuando empezar,
José Luis, un muchacho fornido que vende jugos
y licuados en una terminal de transporte urbano y que
llegó puntualmente como yo, le dijo,
—¡Ya Pepe! Vamos empezándole que se
hace tarde.
—Sí, pues, al grano, como ya les había
dicho, el asunto consiste en pedir un crédito por
cabeza que sirva para mejorar nuestros negocios. El primer
préstamo que podemos conseguir es de más
o menos 1 000 pesos a pagar en cuatro meses, con abonos
semanales fijos de 75 pesos. Si nadie falla y todos pagan,
el crédito siguiente puede ser por una cantidad
mayor. ¿Cómo la ven?
Sin pensarlo más todos empezaron a hablar
al mismo tiempo: ¡está bien! ¡Huy
sí! ¡75 pesos semanales cualquiera
los junta! ¡Es poco, pero sirve! ¡A
mí que me presten un poco más! Yo
nada más los veía callada, y movía
la cabeza.
Hasta que don Pepe me preguntó, —Pero
usted Juanita, ¿por qué está
tan callada? —Estoy callada, pero interesada
—les dije —no crean que no, sólo
que no veo la cosa tan sencilla, a mi difunto marido,
las deudas le comieron su negocio; lo embargaron
y nada nos quedó, por eso hay que pensarle
bien. Se puede pasar con mucha facilidad
del sueño a la pesadilla.
Ve cómo puede suceder esto.
Lee el siguiente relato con
atención:
Él es don Pedro, tiene una panadería en
la que el promedio mensual de venta es de 15 mil pesos.
De esa cantidad, ocupa 4 mil 800 pesos en la compra de
materia prima y el pago de servicios, y mil 200 pesos
en el salario del ayudante. Los 9 mil pesos restantes,
los utiliza en gastos de la familia. El mobiliario de
la panadería tiene fuertes rezagos, el horno es
muy antiguo y ya funciona mal, el mostrador se encuentra
deteriorado y urge sustituirlo porque da mal aspecto.
Un buen día, al establecimiento de don Pedro llegó
un vendedor y le ofreció: anaqueles, mostradores
y un horno nuevo que mucho lo emocionó. Con entusiasmo,
decidió que ya era el momento de estrenar un mostrador
y un horno de 10 mil pesos, pero como no tenía
dinero ahorrado, pidió prestada esta cantidad,
a pagar en cinco abonos fijos mensuales de 2 mil 80 pesos,
que incluían intereses.
Cuando don Pedro recibió el crédito, lo
primero que hizo fue premiarse con el “gustito”
de irse de compras y se gastó mil pesos en cosas
que no necesitaba.
Después, hizo un gasto médico inesperado
y a duras penas pudo completar para comprar el horno.
Pasó un mes y llegó la fecha de dar el primer
pago, lo cual no resultó fácil, pues para
ello don Pedro tuvo que tomar del dinero destinado para
la compra de materia prima para hacer el pan y para los
gastos familiares. Llegado el momento de la segunda mensualidad,
decidió no pagarla y utilizar ese dinero para comprar
más materia prima para hacer mucho pan y así
aumentar sus ventas para ganar más dinero.
Don Pedro hizo más pan, pero sus ventas desafortunadamente
no aumentaron. A este fracaso, se sumaron los intereses
de la deuda que no fueron pagados a tiempo. Cuando llegó
la tercera mensualidad tampoco pudo pagar. Como resultado,
lo que pensaba pagar en cinco meses, se convirtió
en una penosa carga que duró un año y el
horno salió mucho más caro de lo que don
Pedro imaginó.
Reflexiona sobre lo que le sucedió a don Pedro
y responde estas preguntas:
¿Cómo debió actuar don Pedro para
cumplir con su compromiso en el tiempo programado?
Imagínate en
el lugar de don Pedro, ¿qué gastos hubieras
reducido para pagar ese crédito?
Para que no te suceda lo mismo que a
don Pedro, ¡piénsalo bien!
Antes de seguir con mi relato, déjenme decirles
la ruta que seguimos a partir del día que nos reunimos.
Desde el momento en que se piensa pedir un préstamo
hasta que se aprovecha, se hace un camino en el que es necesario
hacer altos. Ordena los pasos que debes dar para pedir un
préstamo. Arrastra cada uno de ellos y colócalos
en el lugar correcto, solo tienes dos intentos para cada una
de las opciones:
No hay vuelta de hoja, antes de pedir fiado,
hay que detenerse un buen rato.
Ahora, tú platícanos si alguna vez has pedido
un préstamo, quién te lo otorgó, en qué
lo aprovechaste y cómo lo pagaste.
De la reunión, todos salimos muy animados, y ya de
retirada Jacinto dijo con entusiasmo: "¡Pues vamos
a echarle papel y lápiz al asunto! Que cada quien revise
qué necesita su negocio para levantarlo".
Con esa tarea pendiente, quedamos en juntarnos de nuevo en
una próxima reunión.