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Había una vez un príncipe que quería casarse con una bella princesa, pero quería que fuese una princesa de verdad: ¡había muchas princesas falsas! Un día se marchó a dar la vuelta al mundo para buscar una princesa con la cual casarse, pero a todas las que encontraba les veía algún defecto. Había muchas princesas pero nunca podía asegurarse que fueran de verdad, a todas les faltaba alguna gracia real.
Finalmente, cansado y desilusionado volvió a su casa muy triste porque no había encontrado a la princesa de sus sueños.
Una noche se desató una fuerte tormenta con muchísimos truenos y relámpagos, el rey mandó cerrar todas las puertas y ventanas del castillo porque iba a contar una historia, toda la familia real se reunió alrededor de la chimenea, al príncipe le gustaba mucho oír a su padre.
De pronto se oyeron unos golpes en la puerta del castillo, el príncipe bajó a abrir y se encontró a una jovencita guapísima que dijo ser una princesa que iba de viaje hacia otro reino y que, debido a la tormenta, había perdido a su comitiva. La pobre chica estaba mojada, muy cansada y dijo que quería irse a dormir. |
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La reina, que era muy lista, quiso averiguar si era una princesa de verdad y sin decirle nada a nadie se fue al cuarto donde dormiría la chica y puso tres guisantes debajo del colchón. Después colocó veinte colchones más, uno encima del otro, y además veinte edredones, en esta cama pasó la noche la princesa.
Por la mañana temprano cuando se levantó la chica, lo primero que le preguntó la reina fue qué tal había dormido y su respuesta fue:
—¡Oh, muy mal, muy mal! Había algo debajo del colchón que se me clavaba en la espalda y no me ha dejado dormir en toda la noche. ¡Tengo el cuerpo lleno de moretones! |
La reina sonrió y el príncipe también. ¡Por fin había encontrado una princesa de verdad! Estaba claro que sólo una verdadera princesa podía tener la piel tan delicada para notar tres pequeños guisantes debajo de veinte colchones y veinte edredones.
El príncipe y la princesa se casaron y fueron muy felices. Los tres guisantes fueron expuestos en el museo del castillo para que todo el mundo pudiera verlos. Y colorín, colorado este cuento se ha acabado.
Hans Christian Andersen, “La princesa y los quisantes”,
Versión del huevo de chocolate, [en línea],
<www.elhuevodechocolate.com/cuentos/cuento20.htm> |
F I N

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