Mamá gallina, cuida sus huevos cuidadosamente durante todos los días, se sienta encima, les da calor, los mira y remira, está deseosa de que nazcan ya sus hermosos pollitos.

Un buen día soleado su madre sale a buscar alimento, de repente un huevo se rompe y ¡zass! Ahí está el primer pollito.

— ¡Ya estoy aquí!, ¡ya he nacido!, grita Pío, encantado de la vida.

— ¡Pio, pío, pío! Pío no para de piar, tiene que probar su voz.

Todavía no ha llegado su madre, y ninguno de sus hermanitos han nacido, Pío decide irse a dar una paseo por el campo.

Dicho y hecho, Pío va en busca de amigos, con los que pueda correr, jugar y charlar un poquito.

— ¡Buenos días! dice Pío a un ratón de grandes orejas que le mira asombrado.
— ¡Tú no eres de mi familia! Contesta el ratón.
— ¿No te das cuenta, animalito distraído? Yo tengo unas grandes orejas, y un largo rabo, ¿tú tienes algo de eso?
Pío se queda callado, en ese mismo momento viene un conejo.

— ¡Buenos días! Dice Pío, ¿quieres jugar conmigo?
El conejo, le mira y se queda callado.
— ¿Eres hijo del ratón, verdad? ¡Son los dos igualitos!
El ratón y el conejo se mueren de risa:
— ¡Qué pollito tan gracioso!, contestan los dos.
— ¿Crees que soy como el ratón?, contesta el conejo entre grandes carcajadas, mira mi rabo, es mucho más corto, tiene forma de pompón, y mis orejas son picudas.

Pío se avergüenza y se queda callado, pues acaba de nacer, y todo se le queda muy grande para él, no entiende nada, decide seguir paseando...

Pío llega a un estanque y se sienta en la orilla, de repente vio a un pato que se acercaba a él.

— ¡Ahora sí, he encontrado un amigo! Es igualito que yo, ¿no es verdad?
El pato de la charca le mira y sigue nadando, con una sonrisa un poco traviesa, ¡sabe muy bien lo que está a punto de suceder!

El pollito Pío, se lanza al agua, feliz y contento.

— ¡Pobrecito! Se hunde, sale a flote, vuelve a hundirse y grita ¿¡pío! ¡pío! ¡pío!?
— ¡Los pollitos no saben nadar! grita el pato asustado, que va en su busca para sacarle del agua.
—Los patitos sí nadan; por eso tienen pies grandes, como las ranas.
¡Si el pollito se hubiera fijado bien antes de lanzarse al agua!
—Patas, orejas, rabos.... ¡cuanto lío! ¿Es que nadie va a ser como yo? grita Pío

— ¡Creo que volveré a casa!

Pero Pío está muy triste, porque no ha encontrado amigos, ¿es que va a estar siempre solo?

¡Qué sorpresa!
El gallinero está lleno de pollitos como él, sí, son sus hermanitos, todos tienen ganas de jugar y de correr...

— ¡Menos mal, ya han salido del cascarón! Soy el bebé pollito, más feliz del mundo.

Ana Maria Perales Mateos