Un buen día soleado su madre sale a buscar alimento, de repente un huevo se rompe y ¡zass! Ahí está el primer pollito. — ¡Ya estoy aquí!, ¡ya he nacido!, grita Pío, encantado de la vida. — ¡Pio, pío, pío! Pío no para de piar, tiene que probar su voz. Todavía no ha llegado su madre, y ninguno de sus hermanitos han nacido, Pío decide irse a dar una paseo por el campo. Dicho y hecho, Pío va en busca de amigos, con los que pueda correr, jugar y charlar un poquito. — ¡Buenos días! dice Pío a un ratón de grandes orejas que le mira asombrado. — ¡Buenos días! Dice Pío, ¿quieres jugar conmigo? Pío se avergüenza y se queda callado, pues acaba de nacer, y todo se le queda muy grande para él, no entiende nada, decide seguir paseando... Pío llega a un estanque y se sienta en la orilla, de repente vio a un pato que se acercaba a él. — ¡Ahora sí, he encontrado un amigo! Es igualito que yo, ¿no es verdad? El pollito Pío, se lanza al agua, feliz y contento. — ¡Pobrecito! Se hunde, sale a flote, vuelve a hundirse y grita ¿¡pío! ¡pío! ¡pío!? — ¡Creo que volveré a casa! Pero Pío está muy triste, porque no ha encontrado amigos, ¿es que va a estar siempre solo? ¡Qué sorpresa! — ¡Menos mal, ya han salido del cascarón! Soy el bebé pollito, más feliz del mundo. Ana Maria Perales Mateos
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