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En una comunidad rural, alejada de cualquier
centro de salud, nació Enrique, con la asistencia de
la comadrona del lugar. Como el parto fue complicado y largo,
tardó en respirar, lo que ocasionó que la piel
del niño presentara un color morado, por falta de oxígeno.
El pequeño tuvo dificultades para aprender a mamar; sin
embargo, con paciencia, la madre logró por fin alimentarlo
con su pecho. Su crecimiento fue normal, aunque pasados unos
meses, empezaron a sospechar que algo ocurría, ya que
cuando lo cargaban o lo sentaban, el niño tendía
a echarse hacia atrás. |
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A los nueve meses, todavía no se sentaba
solo; también tardó mucho en aprender a andar
y, cuando finalmente lo logró, caminaba torpemente, con
las piernas tiesas y las rodillas demasiado juntas.
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Un día la promotora
de salud que visitaba el pueblo, lo examinó y,
después de hacer varias preguntas a su madre, explicó
a la familia que Enrique había sufrido cierto daño
cerebral al nacer y sus problemas se debían a ello.
Les dijo que el niño necesitaba mucha ayuda para
aprender a hacer cosas que otros niños hacen fácilmente,
y les indicó la manera de remediar, en lo posible,
los efectos del daño.Los padres y hermanos de Enrique
siguieron al pie de la letra los consejos de la promotora.
Se esforzaron en mostrar al niño su cariño,
prestándole gran atención y animándolo
a ayudar en los quehaceres de la casa, a desgranar el
maíz y a cuidar los animales. Para que ayudara
en las actividades del campo, su padre lo llevaba con
él a caballo, siempre que tenía que trabajar
lejos de su casa. |
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Sin embargo, la
maestra lo aceptó con agrado, gracias a la explicación
dada por la promotora. |
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Al empezar a hablar, Enrique tuvo dificultades
para pronunciar algunas palabras, por lo que prefería
expresar sus ideas y deseos por medio de gestos; pero sus familiares
insistieron en que empleara palabras, y esto ayudó mucho
a que, con el tiempo, aprendiera a hablar más claramente.
Comenzó a conocer a los demás niños del
pueblo, hizo buenos amigos y se divirtió con ellos, tomando
parte en juegos en los que podía entrar, a pesar de sus
limitaciones físicas. No obstante estos progresos, los
padres de Enrique temían que no lo admitieran en la escuela.
Sin embargo, la maestra lo aceptó con agrado. Gracias
a la explicación dada por la promotora, además
del esfuerzo y la dedicación de su familia, las dificultades
de Enrique para hablar y caminar, no entorpecieron sus capacidades
para pensar y tener confianza en sí mismo y logró
adaptarse bien en el medio escolar. |
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