Más de 80 por ciento de los mexicanos considera que es válido hacerse justicia por propia mano. Tras este dato recogido por la Encuesta sobre corrupción y Buen Gobierno de la organización Transparencia Mexicana, hay historias concretas que muestran toda la barbarie que encierra el círculo impunidad-injusticia. Vamos a llevarlos al kiosco, vamos a quemarlos A ambos ladrones los tuvieron amarrados un buen rato. La gente se arremolinaba frente a ellos, muchos se acercaron y los golpearon. En ese momento y en ese lugar hombres, mujeres y hasta niños, cobraban poder a través de la violencia que consideraban justa. La ley se ejerció con la patada, el puñetazo, el escupitajo, el insulto. Pinche ladrón, por fin vas a pagar todo lo que debes... Alguien dijo que podían acusarlos por las muertes, de pronto se escucharon a lo lejos las sirenas. Fue así, como un par de asalta taxistas, salvaron su vida. Piratas del asfalto Las historias de quienes hartos de sufrir el asalto, el robo, el abuso, toman la justicia en sus manos, se multiplican en las calles de la ciudad. Las víctimas dan salida a viejos rencores con golpes y amenazas de linchamiento. La prensa ha registrado este año por lo menos otros tres casos de asaltantes de microbuses salvados del linchamiento callejero. E l 17 de noviembre del año pasado Héctor Carrasco, “el Pisaflores”, fue sorprendido cuando intentaba robar en el interior del departamento uno del Edificio Mesa Uno, en un conjunto de condominios en la colonia Santa Úrsula Xitla. Un grupo de vecinos lo golpearon y lo mantuvieron dentro del departamento por más de una hora. Alguien marcó el teléfono pidiendo ayuda, ante el temor de que como decían fueran a ahorcarlo ahí mismo. Cuando “el Picaflores” vio llegar a un par de hombres, que se identificaron como policías judiciales, lo primero que hizo fue confesar sus robos, 20 departamentos saqueados en menos de tres meses. Raúl Rodríguez, en un artículo… [periodístico] sostiene que son intentos de algunos segmentos sociales para poner límite “a los abusos de autoridad, a la negligencia de jueces, policías y funcionarios públicos”. También que estos hechos cuestionan el orden político y social existente, que son resultado de una “acción social colectiva que pretende restablecer el orden, aunque sea por medios violentos”. Mientras tanto, Francisca Beltrán, la madre de Carlos Pacheco, espera justicia. Víctor Ronquillo. Milenio semanal, 16 de septiembre de 2002, pp. 34-36. |