En México todavía no hay un consenso acerca de los sentidos y los usos de la democracia, por lo que ningún grupo puede atribuirse de manera legítima el monopolio en la definición de sus sentidos. En la medida que la democracia convoca a todos: a sus mayorías y minorías, abre la posibilidad de que cada uno de esos todos reformule su experiencia de vida bajo el manto prestigioso de la democracia. El problema de nuestros días consiste, precisamente, en la posibilidad de abrir causes democráticos para la expresión de los pueblos indígenas. Ante la crisis política y la crisis de derechos humanos que se vive en México, tanto los zapatistas con su consigna Mandar obedeciendo, como otros grupos indígenas están construyendo una visión alternativa del poder que involucra a la vez la tradición y la utopía. Así lo expresaron los totonacas en los diálogos de San Andrés: "Entendida por los mayores, la autoridad tiene su razón de ser en la palabra antigua que aún existe entre nosotros. Una de las grandes verdades que dicen sobre la autoridad los ancianos es que la autoridad debe ser servidora, debe cargar con el pueblo, debe ser su padre y madre. Y cuando una autoridad ya no es servidora, es porque se le ha metido otro pensamiento en la mente. Para la autoridad el valor más preciado es su pueblo, las personas, la comunidad". En lo político, los indígenas postulan una nueva relación con el Estado y el conjunto de la sociedad, basada en el respeto de sus propias culturas y en las formas de participación democráticas que no se restringen al sistema de partidos y a los procesos electorales. "Los espacios de participación –sostuvieron en San Andrés los comuneros de Nicolás Ruiz, Chiapas– no deben ser reducidos a lo electoral. Cuando sólo los candidatos y un pequeño puñado de individuos participan en las elecciones, los indígenas sólo sirven como escalera y otros son los que suben; además, los plazos y los ritmos electorales no corresponden con las formas de organización en las comunidades, donde se elige a las autoridades por asamblea de todo el pueblo. Por eso es necesaria una vía directa de ejercer los derechos y retomar la experiencia de participación independiente, sin tutela del gobierno y los partidos, fortaleciendo los procesos autogestivos ".
"No estamos en contra de que existan partidos –explicó un dirigente zapoteco– (...) los partidos deben aprender de los pueblos y respetarlos. Para las elecciones municipales no hay necesidad de partidos, pero no es que se les rechace; es que las comunidades ya tienen su forma de elegir a sus autoridades. (Sobre todo) debe respetarse una concepción distinta del poder de los pueblos indígenas, que no es de cuotas o de botín, sino de servicio". Adriana López Monjardin. "Derechos indígenas, democracia y fundamentalismos" en De ciudadano a ciudadano. Boletín informativo del Movimiento Ciudadano por la Democracia, Núm. 17, México, p. 8. |