En la educación con personas jóvenes y adultas, los asesores nos encontramos frecuentemente con situaciones en las que pensamos que alguna persona no puede aprender, por más esfuerzos que realicemos. Frente a la enorme responsabilidad que sentimos por lograr que nuestros adultos aprendan y acrediten un módulo o terminen un nivel, nos preguntamos: ¿por qué no puede aprender? ¿Qué puedo hacer?

¿Qué significa aprender?


Aprendizaje humano es, sin duda, un asunto complejo. Para empezar a hablar de ello, tendríamos que preguntarnos, en primer lugar, ¿qué significa aprender? El aprendizaje ha tratado de ser explicado desde muchas teorías, sin embargo, podemos considerar que aprender significa un proceso mediante el cual las personas, en nuestra relación con lo que nos rodea y con los demás, vamos incorporando, entendiendo y haciendo nuestros, contenidos informativos; desarrollamos habilidades; adoptamos y aplicamos nuevas estrategias o caminos para enfrentar situaciones y resolver problemas; y adquirimos, fortalecemos o cambiamos actitudes, valores y normas que rigen nuestros actos.

Es claro que todos aprendemos a través de nuestra experiencia de cada día, de lo que nos es más cercano, de lo que necesitamos o nos interesa. Además, cuando vamos a aprender algo, no somos una hoja en blanco, tenemos conocimientos previos, y maneras de entender la vida que se mezclan con las nuevas experiencias. El aprendizaje no se da aislado adentro de la cabeza de nadie, sino como parte del medio en el que nos desenvolvemos.

En el aprendizaje intervienen muchos factores, tanto personales como del contexto en que nos movemos. Entre los más importantes se han encontrado:

La motivación que tenemos para aprender algo, ya sea porque nos guste, nos interese o lo necesitemos.
La confianza en nosotros mismos y en nuestras capacidades.
La oportunidad de practicar lo que vayamos aprendiendo.
Lo que ya sabemos desde antes, porque lo adquirimos en nuestra familia, trabajo o comunidad, y cómo podemos relacionar eso que sabemos con lo nuevo.
La manera en que entendemos algunas ideas y conceptos, según nuestra cultura y medio social.
Las condiciones de existencia como: lugar en que vivimos y estudiamos, eventos que nos demandan atención y cambios de rutina como lluvias o huracanes, necesidad de atender el trabajo en el campo, la fábrica, el hogar, entre muchas otras.

¿Y cómo aprendemos?

Así como es variado lo que aprendemos, lo es también la manera en que lo hacemos. En primer lugar, sabemos que todos aprendemos, siempre con ayuda de los demás. Por ejemplo, desde que nacemos, las personas que nos rodean o se encargan de nuestro cuidado nos enseñan a comunicarnos, a caminar o cómo debe ser nuestro comportamiento. También aprendemos acerca de lo que nos rodea: los objetos, el ambiente natural, las costumbres. Esto es posible debido a que nuestro sistema nervioso central va madurando, pero también gracias a todo lo que hacemos en interacción con nuestro medio.

Cuando llegamos a otros espacios sociales como la escuela o un Círculo de estudio, se propician situaciones que tal vez favorezcan que nuestro aprendizaje se vaya haciendo más sistemático; esto ocurre cuando estamos en condiciones de compartir diferentes puntos de vista, para confrontar lo que sabemos con lo nuevo, para aplicar lo que estamos aprendiendo y analizar si funciona o no, o cómo lo estamos haciendo. Por eso decimos que aprendemos de lo que vemos, de lo que interpretamos, de lo que hacemos, de la reflexión, del ejemplo y de la experiencia.

La idea de que existen diferencias en el aprendizaje entre personas, grupos y culturas está directamente relacionada con la concepción del aprendizaje como un proceso activo. Si creemos que el aprendizaje equivale a recibir información de manera pasiva, lo que la persona joven y adulta haga o piense no sería importante, pero si, como ya vimos, el aprendizaje es una comprensión, elaboración y aplicación de la información recibida, seguramente entenderemos que cada uno de nosotros elaborará y relacionará los datos en función de sus propias características. Todos podemos aprender.

Hemos visto que no todos los seres humanos podemos aprender de la misma manera y que la diversidad entre las personas y grupos sociales tiene múltiples causas. En una sociedad como la nuestra, lógicamente los puntos de partida de quien aprende y el ritmo con que lo hace, son diferentes y, por ende, sus preferencias y caminos educativos son muy diversos. No se trata sólo de diferencias psicológicas en cuanto a nuestras capacidades, sino de lo que cada quien “procesa” en función del medio al que pertenece, y de las facilidades o dificultades reales que ese ambiente ofrece para, por ejemplo, asistir constantemente a una asesoría o comprender en su totalidad un libro o un examen.

Un ejemplo muy claro de lo que se ha explicado, es el de las personas que forman parte de una comunidad o grupo indígena. Como muchos sabemos, en nuestro país existen al menos 62 grupos indígenas, cada uno de ellos con su lengua y cultura.

Las comunidades indígenas, al tener su propia cultura, poseen maneras muy particulares de ver la vida y la naturaleza; de criar a los hijos, de trabajar, de organizarse; también, la mayor parte de ellas vive en condiciones de extrema pobreza y marginación, habitan sitios apartados de los centros poblacionales más grandes y comunicados, y no necesariamente dominan la lengua española, sino que poseen diversos grados de bilingüismo.

Algunos de nosotros, tal vez sin considerar éstas y otras condiciones, pensamos que las personas indígenas no pueden aprender, porque no leen y escriben el español rápidamente, o porque salen mal en un examen. Sin embargo, muy probablemente no nos hemos puesto a analizar factores como los siguientes:

¿Desde dónde viene esa persona? ¿Cuál es su trabajo? ¿Qué tanto domina el español? ¿Realmente comprende todas las palabras e ideas del libro que le estoy ofreciendo, o lo que estamos platicando? ¿Ha tenido posibilidad de asistir de manera constante a sus asesorías o hubo problemas con los caminos, las lluvias o la cosecha? ¿Realmente aquello de lo que hablamos en el Círculo de estudio le es útil y le interesa?

Otros de nosotros quizá creamos que personas que pertenecen a medios o culturas distintos a los nuestros, son inferiores; sin embargo, basta conocer y reflexionar un poco acerca de sus concepciones numéricas o sobre la naturaleza, para darnos cuenta de la riqueza que tienen todas las culturas que el ser humano ha creado.

Así por ejemplo, en la cultura denominada occidental, la mayoría de nosotros aprendimos a contar y medir con el llamado sistema métrico decimal, en cambio, muchas culturas indígenas de nuestro país, utilizaron, y aún utilizan, sistemas vigesimales, lo que es un testimonio de la íntima relación que las personas establecen con la naturaleza y su lógica, y de lo que les condiciona hasta el tipo de atavío, pues si tal medida nos suena extraña a quienes acostumbramos andar calzados, para quien camina descalzo o con huaraches no deja de ser más fácil recordar que posee veinte y no diez dedos.

Y si seguimos con los ejemplos, ¿podemos creer que carece de riqueza y de imaginación un idioma que, como el tojolab'al de Chiapas, tiene verbos distintos para señalar cuando lo que se come son cosas duras, enrolladas (a manera de tacos), alimentos elaborados, carne que requiere usar las muelas, cosas que sólo en parte entran en la boca, tortillas o, incluso, para denotar que se ingieren varias cosas al mismo tiempo o se mastica con la boca vacía? Si en español decimos “comer”, y en tojolab'al no existe una palabra que sólo señale el acto de comer, sino que puede especificar qué y cómo se come, ¿tendríamos que considerar a alguien como incapaz de aprender sólo porque le cuesta mucho trabajo entender a qué se refiere “nuestra” palabra tan general?

¿Cuál es nuestro papel en el aprendizaje?

Antes que nada, es importante recordar que cuando se trata de intervenir en el proceso de aprendizaje de otras personas para facilitarlo, para lograr que se realice de forma efectiva y con calidad, hay que tener presentes todos los factores que intervienen en el mismo.

Carl Rogers, quien fue un psicólogo humanista, decía que un facilitador del aprendizaje debe estimular a las personas para conocer, explorar, cuestionar, dudar y criticar sus propias maneras de vivir y ver la vida, y extraer sus propios significados de esas experiencias.

¡No podría ser de otra forma! Si pensamos en un Círculo de estudio donde cada persona estudia niveles y módulos distintos, es muy difícil hacer una actividad dirigida a cada una; en cambio, sí es posible tratar de conocerlas, para encontrar sus puntos en común y aquéllos que las hacen diferentes entre sí.

Esto incluye también, en todos los casos, hacer saber y hacer sentir a las personas que se cree en ellas y que se confía en sus capacidades.

Así, ya que tanto las y los asesores como las personas adultas tenemos que aprender muchas cosas distintas, con fines diferentes y en condiciones cambiantes, es necesario que seamos flexibles y estemos dispuestos a adoptar estrategias diferentes para cada una de ellas. Habrá que buscar siempre más información y probar diferentes ideas y soluciones.

cerrar