La educación a lo largo de la vida representa para el ser humano una construcción continua de sus conocimientos y aptitudes y de su facultad de juicio y acción.

Mucho se ha dicho –y es un imperativo hacer cada vez más para lograrlo– que la educación es un instrumento que contribuye al logro de ideales, como la libertad, la justicia y el mejoramiento de la calidad de vida.

Lo anterior lleva a la necesidad de considerar a la educación más allá de sus ámbitos formales, es decir, de aquella que se desarrolla en la escuela en torno a materias o asignaturas definidas por “los avances en el conocimiento”, para incorporar también lo que se relaciona de manera más directa e inmediata con la vida, intereses y necesidades cotidianas de las personas.

En el informe "La educación encierra un tesoro", elaborado en 1996 por la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI, presidida por el Sr. Jacques Delors y mejor conocido como el “Informe Delors”, se plantea cómo la educación debe ser capaz de revalorizar los aspectos éticos y culturales de la existencia, de hacer crecer a las personas según sus potencialidades, de intensificar el conocimiento de sí mismo y de su ambiente, de desarrollar la ciudadanía; todo ello para construir una humanidad pensante y constructora de su futuro. “La Educación a lo largo de la vida representa para el ser humano una construcción continua de sus conocimientos y aptitudes y de su facultad de juicio y acción. Debe permitirle tomar conciencia de sí mismo y de su entorno, y desempeñar su función social en el mundo del trabajo y en la vida pública”.

Esto sólo es posible si se concibe a la educación como un proceso continuo, que abarca todos los aspectos y ámbitos de las personas, así como sus diversos intereses y necesidades, y que se sostiene en cuatro pilares fundamentales:

Aprender a conocer, a indagar, a aprender, a saber más del medio social y natural, de los fenómenos y sus explicaciones, del mundo y los seres humanos; a comunicarse, es decir, adquirir los instrumentos de comprensión.
 
Aprender a hacer, a desarrollar actividades generales y trabajos especializados, a integrar los conocimientos teóricos con los prácticos, a trabajar en equipo, es decir, adquirir elementos para influir en el entorno.
 
Aprender a vivir juntos, a vivir con los demás, a descubrirse a sí mismo, a entender y conocer a los otros, es decir, a participar y cooperar en diversas actividades humanas.
 
Aprender a ser, a ejercer el pensamiento crítico y autónomo, a tomar decisiones, a desarrollar las potencialidades propias, es decir, adquirir los elementos para desarrollarse integralmente y desplegar todas las posibilidades humanas.


Asimismo, de ello se deriva la necesidad de concebir a la educación como una fuente y una posibilidad de que las personas adquieran y desarrollen competencias, es decir, experiencias, habilidades, valores, actitudes y conocimientos amplios, flexibles y adaptables a las muy diversas y cambiantes circunstancias, contextos y requerimientos del entorno y del quehacer humano.

Desde este marco, es injustificable dividir los periodos de la vida, así como los periodos de escolarización o educación, de manera rígida y tradicional; en cambio, puede hablarse de que el periodo de aprendizaje cubre toda la existencia, y que todos los tipos de conocimiento se relacionan entre sí y se enriquecen mutuamente.

Con frecuencia se piensa que la educación a lo largo de la vida es sinónimo de formación y actualización permanentes; pero, si bien es cierto que el adelanto científico y tecnológico y la transformación de los procesos de producción en aras de una mayor competitividad, han determinado que los saberes y las tácticas de cada individuo, adquiridos durante su formación inicial o mediante la experiencia, pierdan rápidamente vigencia y se acentúe la necesidad de desarrollar la capacitación profesional permanente, la "Educación a lo largo de la vida" va mucho más lejos, ya que “ha de brindar a cada cual los medios para alcanzar un mejor equilibrio entre el trabajo y el aprendizaje, y para el ejercicio de una ciudadanía activa”. (Delors, 1997: 108.)

Lo anterior tiene una íntima relación con la tendencia que se observa entre muchas personas a desarrollar el deseo de continuar estudiando y capacitándose cuanto más formación reciben. De ello se deriva la necesidad de crear espacios educativos flexibles y con diversas opciones, a fin de garantizar la igualdad de oportunidades de acceso a esa educación tan deseada:

“Esta problemática está vinculada íntimamente con la igualdad de oportunidades. A medida que se generaliza el deseo de aprender, aparece el riesgo de que se acentúe también la desigualdad, pues la carencia o insuficiencia de la formación inicial puede afectar gravemente la continuidad de los estudios a lo largo de la vida.”

“Si se toman en cuenta estas desigualdades y se procura corregirlas, la 'Educación a la largo de la vida' puede representar una nueva oportunidad para los que, por múltiples razones, no han podido seguir una escolaridad completa o han abandonado el sistema educativo en situación de fracaso.”

Por ello es muy importante fortalecer las capacidades de cada país, institución y grupo social, comunidad o personas que pretendan renovar y diversificar las prácticas educativas. Ello será posible ampliando la utilización de los métodos de educación abierta y a distancia, así como el autodidactismo, y diversificando la oferta educativa y la forma de operar la atención.