Antología

3. Dos maneras distintas de afrontar un conflicto

Alicia ha tenido últimamente algunos problemas con su hijo Esteban, un adolescente de 16 años, porque cada vez reclama más libertad y más independencia. Ella le exige que sea responsable para que se pueda ganar eso que tanto reclama. Siempre que lo deja salir se queda muy preocupada porque considera que algunos de sus amigos no son muy buenas compañías y que lo podrían meter en problemas.

Ese día, por ser fin de semana, Alicia le dio permiso de salir, pero le insistió que llegara a la hora acordada. Habían pasado ya más de dos horas de la hora convenida y Esteban no regresaba. Ella estaba muy preocupada y no sabía qué hacer. De pronto lo escuchó llegar, e inmediatamente corrió a la puerta a recibirlo muy enojada.

¿Qué horas son éstas de llegar? —Le preguntó con gritos desesperados, al tiempo que le soltaba sendas bofetadas, y agregó: ¿Que te has pensado? ¿Crees que yo me merezco esto? Me tienes muy preocupada, pero a ti no te importa, ¿verdad? ¡Sólo te importa pasártela bien con tus amigotes…!

Esteban, totalmente desconcertado, intentó darle una explicación, al tiempo que trataba de esquivar los manotazos de Alicia: —pero mamá… déjame explicarte… es que... —¡Nada de explicaciones! ¿Te parece correcto llegar a esta hora? ¡Hace más de dos horas que tendrías que haber llegado!

Mamá, tranquilízate por favor, hubo una razón para que me retrasara —volvió a intentar Esteban. —¡Si me quieres ver tranquila por qué llegas a estas horas! ¡No se vale que me hagas esto, siempre es lo mismo!

Por última vez, Esteban volvió a intentar: —¡pero mamá, déjame explicarte!—Alicia no quiso escucharlo, —¡No me tienes que explicar nada! ¡Quedamos a una hora y no llegaste!  ¡Así que ni se te ocurra pedirme permiso para salir!—y levantando el dedo índice de la mano derecha sentenció: —¡vas a estar castigado sin ir a ningún lado por lo menos en un mes! ¿Me oíste? ¡Vete a tu cuarto!—Esteban, muy enojado, se metió a su cuarto dando un portazo.

Segunda versión de la historia

Alicia ha tenido últimamente algunos problemas con su hijo Esteban, un adolescente de 16 años, porque cada vez reclama más libertad y más independencia. Ella le ha dicho que, en la medida que él se vaya haciendo responsable, podrá ganarse la libertad que reclama. Cada vez que lo deja salir se queda muy preocupada porque considera que algunos de sus amigos no son muy buenas compañías y que lo podrían meter en problemas.

Ese día, por ser fin de semana, Alicia le dio permiso de salir, pero le insistió que llegara a la hora acordada. Habían pasado ya más de dos horas de la hora convenida y Esteban no regresaba. Ella estaba muy preocupada y no sabía qué hacer. De pronto lo escuchó llegar, e inmediatamente corrió a la puerta a recibirlo muy enojada. Estaba a punto de reclamarle a gritos, pero se contuvo y optó por preguntarle: —¿Qué pasó? Me sentía preocupadísima al ver que no llegabas, pensé que algo malo te había sucedido. ¿Por qué llegas a esta hora?

—Lo siento mamá, pero pasó algo con lo que no contaba y no pude avisarte—le dijo Esteban, —yo también estaba preocupado pensando que me estarías esperando, pero no creí que te fueras a angustiar tanto… Tengo que contarte, es una larga historia…

—Bueno, pero ¿estás bien? Dime qué fue lo que pasó… ¿ya cenaste? Vamos para que comas algo mientras me cuentas. —Sí, qué bueno, me muero de hambre. Además, con el susto que me llevé con mis cuates, ni quién se acordara de cenar… Y así fue como Esteban se puso a contarte a su mamá lo que había sucedido esa noche.

Después de escuchar la historia y darse cuenta de que su hijo estaba bien y que había sido sincero con ella, Alicia se quedó tranquila y aprovechó para hablar más con él acerca de sus preocupaciones, de los reclamos que le hacía, el tipo de amistades con las que andaba… Cuando concluyó ese diálogo madre-hijo, Alicia se sintió orgullosa de la madurez y la responsabilidad que se reflejaba en los juicios de Esteban, lo que generó en ella una gran confianza y tranquilidad. También él se sintió orgulloso de tener una mamá comprensiva y cariñosa, que lo sabía escuchar.

*Adaptación de una historia elaborada por Roberto A. Guadarrama Barretero y Mariana Landa Redondo.