El maíz transgénico
En su momento, la Secretaría de
Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural (SAGAR) admitió
la importación de cientos de toneladas de maíz genéticamente
modificado (transgénico), proveniente de los Estados Unidos.
Este maíz llegó mezclado con el no modificado, práctica
regular de los exportadores de aquel país, a quienes ninguna
ley obliga a separar y rotular las variedades transgénicas.
Varias organizaciones ecologistas, entre ellas Greenpeace, protestaron
enérgicamente ante este hecho. Su temor es que el maíz
transgénico ‘ponga en riesgo la salud de la población,
la economía de millones de campesinos y la diversidad genética
nacional del maíz’. La cuestión es delicada
y no es fácil ponerse del lado de ninguna de las dos posturas.
“Las plantas transgénicas son plantas a las que
se les ha introducido material genético de otra especie
mediante manipulaciones del ácido desoxirribonucleico
o ADN que se encuentra en el núcleo de las células.
De esta manera, se han creado plantas que resisten, por sí
solas, el ataque de ciertas plagas y enfermedades, la aplicación
de potentes herbicidas, o bien tienen características
apropiadas para su embalaje o maduran en un periodo determinado,
de acuerdo con las necesidades del comercializador. En un futuro
próximo se espera contar con las plantas transgénicas
que resistan las sequías y otras que tengan un mayor
valor nutritivo. ¿Quién podría oponerse
a esta maravilla creada por el hombre? En realidad, mucha gente.
Y es que todas estas ‘ventajas’ podrían representar
riesgos importantes, algunos controlables, otros no.” |
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“Cuando los ecologistas temen por los riesgos para la salud
que el nuevo maíz podría representar, se refieren
a la posibilidad de que, como resultado de la manipulación
genética, se produzcan en la planta sustancias alergénicas
o tóxicas. Este riesgo se evita con análisis detallados
de los componentes del maíz transgénico, que ya se
realizan y permiten detectar —antes de la comercialización—
si dichas sustancias están presentes.”
“En lo que se refiere al impacto social y económico
que podría acarrear la introducción de maíz
transgénico, éste sería similar al que ya tiene
el uso de semillas mejoradas de maíz y otros cultivos (practicado
en México desde hace 40 años), principalmente en lo
que respecta a la dependencia que tiene el productor del proveedor
de esas semillas. En el caso de la reciente importación de
maíz, es necesario recalcar que el grano se compró
exclusivamente para el consumo, no para la siembra. Pero supongamos
que se importa maíz transgénico con el fin de sembrarlo,
¿qué pasaría?”
“El maíz que ha sido manipulado genéticamente
puede ser resistente a algunas plagas o herbicidas. En el primer
caso, el productor ahorraría en plaguicidas. En el segundo,
la planta de maíz no se vería perjudicada con la aplicación
de un potente herbicida para atacar las malezas; como sí
puede ocurrir con la planta no modificada. Si bien éstas
son ventajas importantes, el maíz transgénico requiere
de más cuidados — no por ser transgénico, sino
debido a que la manipulación genética se hace en variedades
mejoradas (plantas que son resultado de numerosas cruzas entre distintas
variedades)— lo que implica una mayor inversión por
parte del productor en irrigación, fertilizantes, etc., que
pocos agricultores mexicanos están en condiciones de hacer.”
“Las plantas de maíz transgénico que son resistentes
a herbicidas pueden generar otro problema: el ancestro silvestre
del maíz, el teocintle, se encuentra en abundancia en tierras
mexicanas y muchos campesinos lo consideran mala hierba; existe
el riesgo de que los genes que confieren esa resistencia al maíz
transgénico ‘salten’ y se integren al material
genético del teocintle haciéndolo también resistente.”
“En cuanto a si las variedades transgénicas son una
amenaza a la diversidad genética nacional del maíz,
ésta sería la misma que representan las variedades
mejoradas, cuyo cultivo ha ido desplazando a los maíces criollos;
lo que el maíz transgénico podría hacer es
mantener o exacerbar esta tendencia.”

“Las partes en conflicto tienen sus razones, una para importar
y otras para protestar, por lo que es preciso ser cautelosos y no
rechazar sin más los productos transgénicos, pero
tampoco menospreciar a los ecologistas. En todo caso, debemos exigir
estudios de impacto ambiental, social y económico para saber
cómo, cuándo y dónde resulta conveniente adoptar
estas complejas y novedosas formas de vida.”
Verónica Bunge Vivier
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