Don Guillermo del Guiñapo

Don Guillermo del Guiñapo
es un poco hipocondriaco.
Aunque es sano y está guapo,
él se siente enfermo y flaco.

Siempre tiene algún ataque,
tres punzadas, un dolor,
tal vez fiebre, un achaque.
De los males, el peor.

Aunque aúlle como espanto
del doctor jamás se fía.
Y aquí va, como adelanto
lo que hace todo el día.

En la cama muy temprano,
se despacha el desayuno,
veinte píldoras por mano
en traguitos de uno en uno.

Ésta me corta la gripa
que quería darme antier.
Ésta me alivia la tripa.
¡Ay, ya me empieza a doler!

La café para el aliento,
la morada pa’ la tos.
Como está soplando viento
de una vez me tomo dos.

Para quitar el mareo,
la de baba de avestruz
y ésta porque ya no veo
cuando me apagan la luz.

Para el corazón la verde.
¡Me la tomo de una vez,
pues oigo que se me pierde
y late de tres en tres!

¡Ésta es buena! ¡Quita el hipo aun antes de que me dé!
Y ésta es por si me entripo
como cuando era bebé.

Una contra las paperas
que me dieron hace un año.
Ésta quita las ojeras
y es muy buena pa’ ir al baño.

Ésta contra el escorbuto,
ésta contra el sarampión.
Y si me caigo por bruto,
ésta para el moretón.

¡No se me olvide la roja
para el dolor de tobillo!
¡Y por si un perro me moja,
tomo tres contra el moquillo!

Ésta porque oí rumores
de una fiebre en Conchinchina.
¡Dicen que causa temblores
y hasta carne de gallina!

Para cuando el señor baja
la comida está en su puesto.
Pero prueba una migaja
y ya está muy indispuesto.


 

A las cinco, té de ruda
con licor alcanforado.
Si la voz le queda muda
tome rábano yodado.

A las seis, su lavativa
seguidita de un purgante.
Verá cómo lo reaviva
y hasta pierde lo chocante.

¡Seis y media! ¡La jeringa
traigan pronto! ¡La inyección!
Don Guillermo ni respinga,
o le toca coscorrón.

Que le den como a las siete
una friega de alcohol
y a la cama se me mete
con un ungüento de formol.

A las ocho, el cataplasma
pa’ que duerma de corrido,
a las nueve, contra el asma,
su huevito bien batido.

A las nueve veinticinco
póngase el supositorio.
¡Acostadito y ni un brinco
que le hace daño el jolgorio!

¡Mire usted nomás que vida
la que lleva don Guillermo!
¡Pura roncha, pura herida
y ganas de estar enfermo!

Mire: ¡aviente las pastillas
y ya quítese la venda!
¡Venga usted, le hago cosquillas
pa’ que se cure y aprenda!

Que no hay remedio más pronto
ni cura más comprobada
que contagiarse a lo tonto
de fiebre de carcajadas.

Levántese de la cama
que no es sábana, ni trapo
y sepa lo que ya es fama,
don Guillermo del Guiñapo.

Para vivir encantando
con una salud maciza
no hay remedio más probado que morirse... de la risa.

Nuria Gómez Benet, "Don Guillermo del Guiñapo",
Verdehalago, México, 2005.