Consejos para recuperarnos
de un desastre natural
Un desastre natural como un tsunami, un huracán o un temblor, trae consigo grandes pérdidas humanas y materiales. Es común que las personas que han experimentado estas situaciones se sientan vulnerables y en constante estado de alerta.
Después de un desastre es posible que las personas reaccionen con miedo extremo o bien se sientan adormecidas e indiferentes; ambas reacciones son una forma normal de autoprotección.
A medida que pasan las horas, algunas empiezan a sentirse en un constante estado de agitación en el que parecen revivir lo ocurrido; su corazón late más rápido, sudan y tienen deseos de pelear o de huir. Estas reacciones tienden a desaparecer a los pocos días y la persona regresa a sus actividades normales; sin embargo, en algunas ocasiones el suceso es tan devastador que a algunos les toma más tiempo recuperarse.
Frecuentemente, quienes experimentaron un accidente o vivieron un desastre natural tienen sueños o episodios en los que “vuelven a vivir” lo ocurrido, lo que les causa insomnio y los mantiene en estado de alerta y ansiedad permanente.
¿Cómo recuperar el bienestar emocional?
Para restaurar la salud emocional y el sentido de control después de un desastre natural, podemos hacer lo siguiente:
- Aceptar los sentimientos de tristeza ante las pérdidas y tener paciencia para sanar nuestras heridas emocionales.
- Buscar el apoyo de personas que se interesan por nuestro bienestar.
- Platicar y reflexionar sobre la experiencia. Las discusiones en grupo nos pueden ayudar a comprender que otras personas en las mismas circunstancias muchas veces tienen las mismas reacciones y emociones.
- Manejar el exceso de estrés mediante del autocuidado; comer lo mejor posible, descansar lo suficiente, practicar técnicas de relajación para dormir mejor, evitar el alcohol y las drogas.
¿Cómo ayudar a los niños y las niñas?
La ansiedad intensa y el miedo que usualmente siguen a una devastación pueden ser problemáticos para niñas y niños que fueron víctimas del desastre. Es por eso que debemos prestar atención a comportamientos que antes no tenían, como temores nocturnos, orinarse en la cama, estar irritables o demasiado tristes; el desempeño escolar también se ve afectado y quizá hagan berrinches o se muestren solitarios.
Las personas que cuidan de los menores pueden ayudar a aliviar las consecuencias emocionales haciendo lo siguiente:
- Pasar más tiempo juntos. El afecto físico es muy reconfortante para los menores que han experimentado un desastre natural.
- Jugar para ayudar a aliviar la tensión. Pueden encontrar que compartir ideas y sentimientos sobre el suceso es más fácil al realizar actividades como dibujar, hacer teatro o contar cuentos.
- Platicar sobre sus pensamientos y sentimientos. Esto ayuda a reducir la confusión y la ansiedad relacionada con el desastre. Hay que responder a sus preguntas con sinceridad, usando términos que comprendan. Es necesario hacerles saber que los amamos y que nos esforzamos por comprender sus miedos y preocupaciones.
- Mantener un horario regular para actividades como comer, jugar e irse a la cama para ayudarles a reestablecer un sentido de seguridad y normalidad.
¿Cuándo debo buscar ayuda profesional?
Algunas personas son capaces de lidiar
efectivamente con las demandas físicas y emocionales que trae un desastre
natural, usando sus propios sistemas
de apoyo. No es inusual,
sin embargo, encontrar
que los problemas serios persisten
y continúan interfiriendo
con la vida diaria. Por ejemplo,
algunas personas se pueden
sentir agobiados
por el nerviosismo
o una tristeza
que les embarga, lo cual afecta adversamente
su desempeño laboral y sus relaciones interpersonales.
Quienes sufren
reacciones prolongadas,
que limitan su funcionamiento
diario, deben consultar
a un profesional de la salud.
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