¡Abrázame!
Sobre los abrazos y los abrazantes

El contacto físico no es sólo agradable. Es necesario. La investigación científica apoya la teoría de que la estimulación por el contacto es absolutamente necesaria para nuestro bienestar físico y emocional.

Si bien hay muchas formas de tocar, el abrazo es una muy especial, pues contribuye de un modo muy importante a la curación y a la salud.


El abrazo:

  • Es agradable.
  • Ahuyenta la soledad.
  • Disminuye los miedos.
  • Abre la puerta de los sentimientos.
  • Promueve la autoestima. (“¡Caray! ¡Quiere abrazarme a mí!”)
  • Fomenta el altruismo. (“Me cuesta creerlo, pero tengo ganas de abrazar a este grandísimo bandido.”)
  • Demora el envejecimiento; los abrazantes se mantienen jóvenes por más tiempo.
  • Ayuda a dominar el apetito; comemos menos cuando nos alimentamos con abrazos y cuando tenemos los brazos ocupados en estrechar a los demás.

Además:

  • Alivia las tensiones.
  • Combate el insomnio.
  • Mantiene en buen estado los músculos de brazos y hombros.
  • Ofrece estiramiento del cuerpo.
  • Es un ejercicio de flexión para los altos.
  • Ofrece una saludable alternativa ante la promiscuidad.
  • Representa una alternativa saludable y sin riesgo ante el alcohol y otras adicciones (¡Más valen abrazos que vino y pinchazos!)
  • Reafirma el ser físico.
  • Es democrático, pues cualquiera es candidato a un abrazo.

Y también:

  • Es ecológicamente aceptable, pues no altera el ambiente.
  • Ahorra energía al economizar calor.
  • Es portátil.
  • No requiere equipos especiales.
  • No necesita de un sitio especial; cualquier lugar es bueno para un abrazo: desde un umbral hasta una sala de conferencias para ejecutivos, desde el atrio de una iglesia hasta un estadio de futbol.
  • Hace más felices los días felices.
  • Hace soportables los días insoportables.
  • Imparte sentimientos de arraigo.
  • Llena los vacíos de la vida.
  • Continúa ejerciendo efectos benéficos aun después de la separación.

Requisitos para dar y recibir abrazos

Los requisitos para ser abrazoterapeuta y para ser paciente son los mismos: simplemente existir.

El abrazo terapéutico es un proceso de curación mutua. En realidad, el abrazante y el abrazado desempeñan papeles intercambiables. Como abrazoterapeuta, uno está abierto al niño que lleva adentro, necesitado de amor, seguridad, apoyo, cariño y juegos, en tanto se ofrece a las mismas necesidades por parte del otro.

El abrazoterapeuta no juzga ni culpa. Pero sabe reconocer que muchos de nosotros, en nuestra poco amable sociedad, no hemos aprendido a pedir el estímulo emocional que necesitamos. Si desde la infancia han escaseado el amor, el apoyo (o los juegos) tal vez nos sintamos heridos. Si los vericuetos del crecimiento nos han dejado una autoestima deficiente, podemos sentirnos indignos de amor, indignos de un abrazo.

Los abrazoterapeutas no pueden resolver todos estos problemas, pero sí respetar los conflictos y ofrecer comprensión, risas, palabras suaves y abundantes abrazos.

La abrazoterapia no es sólo para los solitarios y los doloridos. También da mayor salud al saludable, más felicidad al feliz. Y el más seguro entre nosotros se sentirá aun más seguro.


¡El abrazo es para todos!
Abrace con frecuencia.
Abrace bien!

Kathleen Keating,
Abrázame,
Javier Vergara Editor,
Buenos Aires, 1999.