¿Qué ha producido la globalización?

Los efectos de la globalización ya son visibles y también las protestas en contra del libre comercio mundial.

El Secretario General de la CEPAL dijo que entre 1998 y 1999, en América Latina creció el número de pobres, de 200 millones a 224 millones, por las crisis económicas y porque la región tiene una de las peores distribuciones de la riqueza en el mundo. Señaló también que la aplicación del modelo neoliberal está generando desequilibrios sociales y desigualdades económicas en la región, que en la mayoría de los países latinoamericanos ha aumentado el desempleo y que la calidad de los empleos existentes se ha deteriorado.

La COPPAL (Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina) también señaló que, en los últimos 20 años, el modelo económico neoliberal ha provocado crisis y creciente desigualdad entre los países ricos y los pobres.

Por su parte, Koffi Annan, Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), dijo que la globalización es una red mundial de comercio, comunicaciones y cooperación que ofrece oportunidades a algunos países y marginación a otros.

Aunque los defensores de la globalización se enorgullecen de ser “la primera generación” que ha podido realizar proyectos globales por cooperación internacional voluntaria, sin el empleo de las armas, en muchos lugares del mundo especialistas y ciudadanos comunes opinan que el comercio mundial no está beneficiando a la mayoría de los habitantes del mundo.

Una primera crítica a este modelo económico se refiere a que la globalización es una realidad parcial, puesto que no se interesa por integrar a amplias zonas del planeta como, por ejemplo, al continente africano y otras zonas empobrecidas; así, el desarrollo elige a unos y excluye a otros. El proceso de globalización no es mundial, a pesar de que se ha producido una gran mundialización del comercio; prueba de esto es que a principios de los años ochenta sólo la mitad de la población del planeta participaba en el comercio internacional y hoy, 20 años después, 90 por ciento de las naciones está integrada a éste.


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Se están globalizando la economía, el comercio, las comunicaciones, la información, pero no está sucediendo lo mismo con el bienestar humano, con los valores morales ni con otros aspectos de tipo social.

Otro motivo de rechazo se debe a la gran desigualdad que genera en todo el mundo. A esta heterogeneidad se le ha llamado la diferencia entre Norte y Sur, donde el Sur representa a las naciones pobres y el Norte a las poderosas; sin embargo, existen “sures” dentro de los países ricos y “nortes” al interior de los países pobres y en esa medida la globalización, más que uniendo, está fragmentando al mundo y a cada nación. Un estudio realizado por el Consejo Nacional de Población (CONAPO) mostró que en México se presentan diferencias muy grandes: en el Distrito Federal hay gente que vive como en Hong Kong, una de las regiones asiáticas más prósperas; en Nuevo León se vive como en Portugal, uno de los países de la poderosa Unión Europea; mientras que en Oaxaca se vive la pobreza como en Azerbaiyán, Asia, y en Chiapas como en Sudáfrica.

Tradicionalmente decimos que la unión hace la fuerza, pero los bloques económicos no están haciendo fuertes a todos los países unidos en ellos. Los países africanos declaran que los tratados comerciales que han firmado con la Unión Europea, la cual en los últimos 20 años ha aumentado su riqueza, no los benefician, ya que sus principales productos de exportación, los agrícolas, se encuentran con enormes dificultades para venderse debido a las múltiples medidas proteccionistas que benefician a los productos agrícolas locales.

Al firmar los acuerdos del TLC, México también ha hecho costosos gastos y han cerrado gran cantidad de las empresas micro, pequeñas y medianas, lo que ha representado la pérdida de empleos que no han sido compensados con la creación de nuevas plazas de trabajo en los seis años de vigencia del TLC. En las áreas rurales del país, donde vive una cuarta parte de la población, se ha concentrando una parte sustancial de los 28 millones de mexicanos que viven en una situación de extrema pobreza. También se ha desprotegido el desarrollo de la producción agrícola para dar paso a una creciente importación de productos alimenticios que son básicos para la población mexicana como el maíz, trigo, arroz, soya, sorgo y carne. En general, el sector agropecuario mexicano se deterioró a raíz de la entrada a nuestro país del TLC y, con esto, se deterioraron los ingresos de alrededor de ocho millones de trabajadores del campo.

Aunque lo nieguen, en Estados Unidos y en la Unión Europea está resurgiendo el proteccionismo, una política de defensa de sus industrias y de sus productos. El proteccionismo es una medida que ha permitido a muchas naciones generar una industria propia y fuerte ante el resto del mundo. Para los países ricos, la protección de sus enormes industrias; para los países pobres, la desprotección de sus pequeñas industrias y la apertura de sus fronteras para dar paso a los productos extranjeros.

Los defensores de la globalización aseguran que los países pobres, que no tienen capital propio para ingresar al mercado internacional, lo harán sólo por la vía de la globalización; sin embargo, los países pobres no se integran en igualdad de circunstancias al comercio mundial, sino como proveedores de materias primas y de mano de obra barata. México, como muchos otros países pobres, representa un “paraíso fiscal” y un territorio atractivo para los grandes inversionistas, ya que es un país en el que los salarios se mantienen bajos desde principios de los años ochenta. Todos los países poderosos quieren asociarse con países que sacrifican los salarios de sus trabajadores a cambio de ingresar al comercio internacional.

Así, los países pobres también compiten fuertemente unos con otros por ganar los mejores lugares en los bloques económicos y los mejores socios que les garanticen la entrada al primer mundo.

El modelo de globalización que hoy domina produce concentración del poder: nunca en la historia de la humanidad había habido personas y empresas tan ricas y poderosas como las hay ahora. Una sola empresa puede obtener por sus ventas más dinero del que ganan tres países considerados ricos. Mientras tanto, hay grandes regiones del mundo en las que la gente no tiene esperanza en el futuro y no pueden proponerse otra meta que sobrevivir. En esta forma de producción, los seres humanos cada vez son menos necesarios, porque “cuestan” más de lo que producen. Las fronteras deben abrirse para el libre tránsito de las mercancías y de los capitales pero no para el libre tránsito de las personas; en los planes de la globalización no se contempla la posibilidad de que la gente pobre emigre a cualquier país rico con el que su gobierno haya firmado un tratado de libre comercio. El secretario de la ONU lo expresó así: “En las normas de las naciones industrializadas se nota una falta absoluta de interés por los problemas sociales, los del medio ambiente, los derechos humanos y la diversidad cultural.”

Hasta ahora hay pocos ganadores; es limitado el número de naciones pobres que han podido insertarse exitosamente en la nueva economía mundial y hay mucho por hacer; por ejemplo, hay que reorientar el desarrollo para que sea más equitativo y hay que recuperar los valores humanos. Es necesario crear organismos y mecanismos que se conviertan en árbitros con calidad moral para promover el desarrollo de todos los países por igual. El libre comercio debe hacerse viable permitiendo que los países pobres tengan mejores oportunidades de competencia y no como víctimas de la economía global.

Los defensores del neoliberalismo tienen razón cuando aseguran que la globalización es inevitable; en lo que no tienen razón es en afirmar que la única forma posible de globalización es la de tipo neoliberal. No podemos evitar que las diferentes partes del mundo se comuniquen y se relacionen cada vez más, pero sí podemos influir para que ese acercamiento inevitable sea humano y equitativo, en vez del actual modelo excluyente.