Vivimos en un mundo desigual

En el planeta Tierra hay más africanos que europeos, más latinos que norteamericanos y más asiáticos que ningún otro grupo humano. La mayoría de los africanos, latinoamericanos y asiáticos del sur integran la población más pobre del planeta.

En África, Latinoamérica y el sur de Asia, donde abundan recursos naturales y grupos humanos, la gente no tiene niveles de vida dignos.

En África, hace más de un millón de años, apareció la primera especie que se puede considerar antepasada directa de los humanos. Latinoamérica concentra a una cantidad importante del total de especies animales y vegetales conocidas en el mundo y en su territorio existen importantes zonas declaradas reservas naturales. En Asia surgieron las religiones más importantes del mundo, así como muchos de los conocimientos científicos y tecnológicos en que se basan los adelantos actuales. A pesar de esto y de que África, Latinoamérica y Asia del sur forman un territorio mucho más grande que Europa y que Norteamérica, son territorios empobrecidos y menos poderosos que Europa, Norteamérica, Japón y otros países asiáticos, porque éstos han logrado ser las partes más industrializadas del planeta y aquéllos no.

En un mundo en el que las naciones interactúan cada vez más y se asocian para comerciar, ¿por qué no todas mejoran? Si lo que pasa en un país afecta a otros, ¿por qué sólo parece afectar lo negativo? ¿Por qué lo positivo no se difunde también entre todos? Actualmente la economía de Estados Unidos es próspera, pero muchos de los países latinoamericanos, que son sus vecinos y socios, reportan elevados niveles de pobreza. Europa vive una época de expansión sin igual, pero en la mayor parte de África la vida es infrahumana.

Muchas de estas situaciones se explican por la historia de cada una de estas zonas del mundo; no se producen espontáneamente, sino a lo largo de un proceso, por una serie de relaciones y de influencias entre ellas, que datan del pasado, que no han cambiado y que marcan agudas diferencias entre los países pobres y los ricos. Cuando las economías de dos naciones son tan diferentes como lo son la de México y la de Estados Unidos, la de Somalia y la de Francia, o la de Afganistán y Japón, se crean condiciones suficientes para que otro tipo de relaciones entre ellos también sean desiguales, como el trato humano, las oportunidades de desarrollo y las condiciones de vida de las personas.

En comparación con los países ricos, los pobres somos, principalmente, países productores de materias primas, de las cuales no fijamos los precios. Al igual que otros países pobres, los latinoamericanos dependemos casi exclusivamente del comercio de materias primas para sobrevivir. Hay países que basan casi toda su economía en la exportación de sólo tres productos agrícolas; es el caso de la mayor parte de los países africanos. Los precios de las materias primas que producen los países pobres se fijan en los centros comerciales de los países poderosos.

Los países pobres también nos caracterizamos por nuestra población numerosa y por tener altos índices de nacimientos; en nuestros países hay mucha gente que no sabe leer ni escribir y muy pocos tienen acceso a una educación de calidad y completa. Las economías de los países pobres se vuelven más vulnerables debido a la gran cantidad de capitales extranjeros que influyen en las condiciones laborales de nuestras poblaciones, generalmente provocando que nuestros salarios sean muy bajos. Los empresarios y los banqueros son responsables de esta situación, en parte, ya que conceden demasiada importancia a los negocios que reportan rápidas ganancias; ganancias que luego no reinvierten en servicios y apoyos para la población, sino que aprovechan para incrementar las riquezas personales de unas pocas personas y empresas. Así se acentúa nuestra situación de pobreza.

Los países pobres nos relacionamos con los ricos en condiciones de subordinación; las ayudas que recibimos frecuentemente están condicionadas a “ganarnos” las calificaciones y las certificaciones del exterior. Estados Unidos certifica cada año a México por su cooperación en el programa antidrogas; la certificación se nos otorga después de evaluar aspectos tales como: si hemos reformado o creado leyes para combatir el narcotráfico y la corrupción de funcionarios, si los grupos policíacos y militares actúan para decomisar drogas y capturar narcotraficantes, o si ha aumentado la seguridública en el país, entre otros. Estados Unidos certifica a otros 100 países más con el mismo motivo; nadie certifica a Estados Unidos.

Muchos países se afanan año con año en demostrar a los países poderosos que están cooperando verdaderamente en la lucha contra el narcotráfico, que están saneando su economía y mejorando el ambiente social para que los inversionistas puedan negociar sin riesgos en el país, o que están protegiendo el medio ambiente y las especies en peligro de extinción.

Las calificaciones y certificaciones permiten que las ayudas económicas no sean interrumpidas.

Los países pobres no pueden imponer restricciones a los países poderosos; durante 83 años, México no pudo vender aguacate en el mercado norteamericano y el atún todavía no recibe el visto bueno de las autoridades de ese país, a pesar de los acuerdos del TLC. Las materias primas de los países pobres son inspeccionadas rigurosamente y sometidas a estándares sanitarios que a veces aprueban y a veces no, con pérdidas graves para sus economías. Y aunque los países ricos exponen razones de tipo sanitario o de conservación del ambiente para no autorizar un producto latinoamericano o africano, también tienen el interés de proteger la venta de sus propias materias primas. Estas medidas proteccionistas dificultan que los países pobres diversifiquen sus productos y desarrollen nuevas empresas de producción.

En la medida en que un país vende al exterior sólo unos cuantos productos, es más vulnerable su economía y más fuertes sus lazos de dependencia de los países que le compran. En la medida en que un país vende sólo materias primas, o muy pocos productos industrializados, también depende fuertemente de los países que tienen una industria desarrollada.

La industrialización es un factor importante en la desigualdad de los grupos humanos. Las naciones que fueron pioneras en crear industrias, allá por el siglo XVIII, y que desde entonces no han dejado de desarrollarlas, actualmente son los países ricos que dominan al mundo. Los países que “llegamos tarde” al desarrollo industrial y que no tenemos condiciones económicas para fortalecer esta forma de producción, actualmente somos países pobres, con menor capacidad de influir en las decisiones mundiales.