Datos y relatos de una vecindad

Dicen que fue Porfirio Díaz, el dictador mexicano, quien pronunció la frase: “¡Pobre México! Tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. El periodista estadounidense Alan Riding llamó a Estados Unidos y a México, mientras que el escritor mexicano Carlos Fuentes calificó como una herida a la frontera que nos divide.

México y Estados Unidos no tienen mucho tiempo como vecinos, apenas cuatro siglos. En ese lapso, se enfrentaron en la guerra de 1847-1848, en la que México perdió gran parte de su territorio norte, y continuamente sostienen diferencias por los recursos naturales, por los migrantes y por las condiciones comerciales, entre otras. En el ánimo de una parte del pueblo mexicano existe la certeza de que los estadounidenses usan la fuerza, de un modo o de otro, en esta relación de vecindad. Entrando al año 2000, hay muestras como las siguientes:

Un hecho que vincula muy fuertemente a estos dos países es la continua migración* de mexicanos hacia Estados Unidos, en busca de trabajo y de mejores condiciones de vida. Durante muchos años, los norteamericanos se han beneficiado con esta migración de trabajadores que se desempeñan en los campos de cultivo o en las labores pesadas y peligrosas de la industria a cambio de salarios bajos. Los mexicanos indocumentados que trabajan en aquel país no reciben servicio médico ni otros derechos que tienen los trabajadores legales; viven con muy poca comodidad y siempre son perseguidos por la policía para regresarlos a México. Son discriminados por el color de su piel y por su condición de gente pobre; si sufren alguna injusticia, las autoridades no los defienden y con frecuencia se les acusa de delitos que no han cometido.

(*) Migración quiere decir pasar de un lugar a otro, inclusive de un país a otro. Migrante es la persona que deja su lugar de origen para establecerse en otro, ya sea en forma legal o no.

Actualmente, del total de personas condenadas a la pena de muerte en el país vecino, 19 son indocumentados a quienes se juzgó y sentenció sin que ellos entendieran el idioma inglés.

Los mexicanos cruzan la frontera y arriesgan su vida porque encuentran algunas ventajas en aquel país, aunque reciban un trato inferior y denigrante. Algunos estados de la República Mexicana, ya reconocidos por la gran cantidad de trabajadores indocumentados que “exportan” a Estados Unidos, son: Oaxaca, Guerrero, Guanajuato, Tlaxcala, Michoacán y Zacatecas.

La migración de mexicanos indocumentados también tiene una parte problemática para el Gobierno Estadounidense, que ha tenido que concederles derechos mínimos, como servicios médicos y educación. Actualmente debe haber más de 5 millones de personas viviendo ilegalmente en el país vecino y la mayoría son mexicanos. El censo de población del año 2000 en Estados Unidos posiblemente arrojará mayores cifras de trabajadores indocumentados viviendo en ese territorio, a pesar de todas las medidas de represión que se instalan en la frontera para dificultarles el paso.

El Gobierno de Estados Unidos ahora tiene que tomar en cuenta a los millones de mexicanos que viven en su territorio e influyen ya, de manera importante, en las elecciones de gobernantes y en la cultura de una parte del país.

El idioma español, por ejemplo, cada vez se habla más en las escuelas, en las tiendas, en las oficinas, en los hospitales, en la televisión y en las calles de muchos lugares de Estados Unidos. Miles de latinoamericanos nacidos allá, que no hablaban español, han decidido aprenderlo, enseñarlo a sus hijos, y presionar a las autoridades para que lo consideren un idioma tan importante como el inglés. A principios del año 2000, los candidatos a la presidencia de Estados Unidos dirigieron mensajes en español, pidiendo el voto latino, porque decenas de miles de ellos se encuentran en estados como California, considerado un lugar clave para ganar la presidencia.


Selena hizo famoso el estilo llamado “tex-mex”.

Como el idioma, otras costumbres latinoamericanas se van introduciendo más en el país vecino del norte, tales como la comida y algunas tradiciones.

Pero también en México se producen cambios por la migración. En algunos lugares de la República, a pesar de ser sólo pequeños poblados, el arreglo de las calles y las casas deja ver la influencia estadounidense así como sus pobladores, quienes utilizan aparatos electrodomésticos y coches traídos de ese país. Esos poblados son los lugares de origen de trabajadores indocumentados, a donde llegan los envíos de dólares para ayudar a la familia y donde se cambian algunas costumbres regionales por costumbres extranjeras.

Durante 8 ó 10 meses al año, Purépero, Michoacán, parece pueblo fantasma, de tan poca gente que hay; lo habitan mujeres solas, con niños y ancianos, todos en espera de que terminen los trabajos del campo en el país vecino y que los hombres regresen, con algunos dólares y con ideas y costumbres que no tenían antes de irse. Algunos mexicanos sueñan con ser como los estadounidenses; algunos no regresan a México.

La migración beneficia y perjudica a los dos países vecinos. Estados Unidos necesita mano de obra barata para bajar sus costos de producción y para desempeñar trabajos que muchos norteamericanos no quieren hacer; gracias a que hay mexicanos que siembran el campo y asean los hogares y las oficinas, es que más estadounidenses pueden asistir a la escuela y aspirar a mejores trabajos. En México, el dinero que envían los indocumentados a sus familias ayuda a hacer menos grave la pobreza que vive esa parte de la población, con frecuencia de origen campesino; además, genera abundantes ganancias a las empresas que se dedican a cambiar dólares por pesos. Los envíos de dinero de los trabajadores migrantes, que suman millones de dólares al año, representan una de las principales fuentes de ingreso de dólares a México, junto con los que atraen los inversionistas y el turismo.