Progresa

Se buscó dar a las mujeres herramientas para ayudar a superar la marginación.

El Programa de Educación, Salud y Alimentación (Progresa) fue posterior al de Solidaridad y su principal objetivo fue atender las diferentes causas de la pobreza. Este programa que se inició en agosto de 1997, benefició de manera directa a las familias más necesitadas. Progresa se concentró en apoyar tres necesidades básicas: educación, salud y alimentación. El apoyo consistió en darles herramientas a las familias para superar la marginación y aspirar al bienestar. Progresa se inició en algunos estados de la República y, a principios del año 2000, ya estaba operando en los 31 estados del país y en 50 mil localidades de dos mil municipios, por lo que había beneficiado a 2.3 millones de familias.

Como parte del programa, se trató de garantizar la transparencia de los recursos, por lo que se buscó seleccionar, con gran cuidado, los lugares en los que se pondrían en marcha los apoyos y las familias, a las que se incorporarían mediante asambleas comunitarias. En esas reuniones se explicaban las características y la manera como funcionaba el Programa, y luego se nombraba a una promotora comunitaria voluntaria, a la que antes se entrenaba para orientar a los padres en cuanto a derechos y obligaciones; ella también vigilaba el uso adecuado de los recursos y se esperaba que sería una guía para las familias que tuvieran alguna solicitud o sugerencia.

Progresa no se detuvo ahí, sino que investigaba sus resultados a largo plazo; para ello realizaba el seguimiento de la evolución de las familias apoyadas, aplicando encuestas. El programa atendió principalmente a las personas de las áreas rurales, donde la pobreza es más aguda, sobre todo en las comunidades indígenas. Esta situación no se remonta a cinco, diez o veinte años, sino incluso a siglos atrás, de ahí que encontrar una solución no haya sido fácil.

El Gobierno, mediante ese organismo, se propuso promover, además, la igualdad de las mujeres, entregándoles a las madres de familia apoyos económicos para dar más importancia a su papel. Otra estrategia fue otorgar becas a las niñas de secundaria con un monto mayor que a los niños, esto con la intención de que las mujeres no suspendan sus estudios antes que los hombres, como sucede generalmente en muchos de los sectores más marginados del país. Progresa se basó en la idea de aumentar las capacidades básicas de las personas para que pudieran luchar, por sí mismas, para alcanzar un futuro mejor.

En alimentación, Progresa proporcionó a niños y niñas menores de cinco años y a mujeres embarazadas o en periodo de lactancia, un suplemento alimenticio con nutrientes fundamentales para una adecuada alimentación, con el fin de luchar contra la desnutrición infantil en la gestación y los primeros años de la vida.

Ayuda con dinero en efectivo para alimentación cada dos meses; la segunda mitad de 1999 la cantidad que se les dio fue de 125 pesos, cantidad que se ajustaba a la inflación.

En cuanto a la salud, las familias recibieron atención gratuita para los problemas más comunes, con especial énfasis en la educación preventiva.

El grupo principal es el de los niños y las mujeres. En los primeros la meta era que crecieran sanos, bien alimentados y con todas las vacunas; en las segundas se atendieron, sobre todo, los embarazos y partos, a la vez que se hizo hincapié en la prevención y detección del cáncer cérvico-uterino. También se ofrecieron cursos en materia de salud, nutrición e higiene, dirigidos principalmente a las mujeres.

En educación el objetivo principal de Progresa fue fomentar la asistencia a la escuela e impulsar el aprovechamiento de niños y niñas mediante becas con dinero en efectivo. El monto de las becas crecía conforme el grado escolar con el objeto de evitar que los alumnos abandonaran la escuela según subían de nivel.