Seguridad social y jubilaciones

En la década de los noventa, los sistemas de seguridad social sufrieron una importante transformación en toda Latinoamérica. Se implantaron reformas, principalmente, en el sistema de jubilación. En México, el proceso de cambio del sistema de pensiones para el retiro se inició en 1992 y culminó en 1997.


Muchas adultos mayores en plenitud carecen de apoyo económico.

Uno de los problemas del viejo sistema, que llevó a proponer el cambio, era que el valor de las pensiones de vejez y cesantía en edad avanzada se deterioraba por la inflación y además el Estado contaba con pocos recursos para incrementarlas. En ese viejo modelo, los trabajadores activos financiaban las jubilaciones, y el Instituto Mexicano del Seguro Social era el encargado de administrar las pensiones de retiro y le pagaba directamente al trabajador un sueldo mensual bajo, de por vida. El nuevo modelo separa, en primer lugar, al Instituto Mexicano del Seguro Social y se abren cuentas individuales a nombre de cada trabajador, en las que se depositan las aportaciones obrero-patronales y estatales. Además el trabajador puede hacer aportaciones voluntarias por el monto que desee.

Esa cuenta individual es manejada por una Administradora de Fondo de Ahorro para el Retiro (Afore) autorizada por el gobierno. Las Afores pueden ser los bancos, algunas casas de bolsa, grupos financieros y hasta el mismo Seguro Social que el Estado aprueba; el trabajador puede elegir, entre ellas, la que le parezca mejor. La ganancia de estas administradoras radica en las comisiones que aplican por el manejo de la cuenta. El Banco Mundial ha intervenido asesorando a varios de los países de Latinoamérica para que lleven a cabo dichas reformas.

En el nuevo modelo, el trabajador recibe, cuando se retira, el dinero que se encuentra en su cuenta y ya no recibe ningún sueldo, lo que significa que ya no tendrá una entrada mensual. Estos cambios fueron muy discutidos, hubo dos posturas principales. Una de ellas estaba en contra de este sistema de jubilación, pues opinaban que el trabajador, después de recibir el dinero de su cuenta quedaba desprotegido. Ese dinero podía ser bien invertido, pero también cabía la posibilidad de que se gastara por algún problema familiar, una mala inversión u otra causa.

La otra postura fue apoyada por personas que argumentaron que tenía varias ventajas, entre ellas, se protegían las aportaciones de los trabajadores y opinaban que garantizaban un retiro suficiente para su vejez; además los jubilados podían, con el dinero junto, emprender un negocio, comprar un terreno, pagar alguna deuda importante o invertir de alguna otra manera, opciones que no tendrían con el poco sueldo que recibirían mes con mes con el modelo anterior. Por otra parte, las cuentas individuales fomentaban el ahorro interno de nuestro país, pues se alentaba al trabajador a abonar periódicamente algo de dinero. Todo ese ahorro interno serviría para la creación de nuevos empleos, lo que beneficiaría a muchos mexicanos. En resumen, de un sistema de reparto con beneficio definido y con administración centralizada se pasó a otro de reparto único, manejadas por especialistas, que el gobierno garantiza. Pero usted, ¿qué opina?