El tratado de libre comercio en América del Norte

En 1990 los empresarios de todo el mundo, incluyendo a los mexicanos, invertían su dinero en el continente asiático y en países de Europa oriental. Por eso se consideró que un tratado comercial (un acuerdo escrito que facilita la compra y venta de productos) entre México y Estados Unidos, nuestros vecinos del norte, reactivaría la economía y favorecería a nuestro país con dinero y empleos; al mismo tiempo, se pensó, reduciría la distancia que tenemos con los países con mayores recursos económicos.

De esta manera empezó a idearse la firma de un tratado comercial con Estados Unidos y Canadá. Sin embargo, no todas las opiniones coincidieron en que el tratado fuera lo más conveniente: hubo quienes aseguraron que un tratado de este tipo sólo beneficiaría a las clases adineradas de Canadá, Estados Unidos y México, pues consideraban que nuestro país no podría competir con la industria de nuestros vecinos del norte, por lo que nos convertiríamos en una enorme maquiladora, es decir, sólo venderíamos nuestro trabajo a bajo precio.


El presidente Carlos Salinas de Gortari en la firma del Tratado de Libre Comercio.

En Estados Unidos las principales organizaciones sindicales se opusieron a la firma porque temían que la mano de obra mexicana, al ser más barata, propiciara que muchas industrias prefirieran emplear a los obreros mexicanos y faltaran empleos para sus trabajadores; también argumentaron que la protección de los derechos laborales estaba en riesgo, pues las leyes que los rigen no son las mismas que en Canadá y en México, lo que podría prestarse a abusos.

Algunas organizaciones defensoras del medio ambiente también se opusieron, argumentando que las regulaciones en nuestro país no eran muy estrictas, por lo tanto no garantizaban la protección ecológica, sobre todo en la región fronteriza.

Para lograr la aprobación del acuerdo que se llamaría Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el Gobierno Mexicano invirtió mucho dinero en publicidad con la finalidad de convencer a los congresistas de Estados Unidos para que votaran a favor.

Así, antes de aprobar el TLC, en Estados Unidos hubo una gran discusión entre organizaciones sindicales, defensoras del medio ambiente y distintos políticos. Eso no sucedió en México, donde el Congreso, todavía con mayoría perteneciente al partido oficial, lo aprobó rápidamente.

El TLC entró en vigor el 1o de enero de 1994 y afianzó a Estados Unidos como gran potencia, mientras que México consiguió prestigio en el exterior.

El TLC ha convertido a algunas zonas del centro del país como Guanajuato, Guadalajara y Puebla en exportadoras, principalmente, de piezas para sistemas de frenos de automóviles y de computadoras pequeñas. Desde entonces, el número de maquiladoras ha crecido 17% y el de trabajadores empleados 46%. Más de 500 mil mexicanos hacen piezas para autos y camiones, a la vez que arman vehículos.


Nuestro petróleo es un producto importante en materia de exportación.

Lo que México exporta, es decir lo que le vende al mundo como petróleo, café, jitomate, tequila, fierro o plata, por dar unos ejemplos, ha crecido al doble desde 1993. Otra de las ventajas que ha traído el TLC es que se han estrechado las relaciones con Canadá, país con el que no se había negociado mucho, y con el que México ha descubierto preocupaciones similares y ha podido, además de intercambiar productos, conocer y dar a conocer su respectivo patrimonio cultural. El TLC ha sido, pues, una relación comercial para que México se integre al supermercado del mundo.