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Adaptada de un artículo de Patricia Moguel y Víctor M. Toledo
En una región de la sierra
de Puebla olvidada de la modernidad, hay
5,800 productores indígenas, pertenecientes a 66 comunidades
que
intentan construir un sueño para sus hijos. Este grupo,
llamado Tosepan Titataniske (Unidos Venceremos, en náhuatl),
formó una cooperativa productora de café de
sombra. En las montañas casi inaccesibles han construido
verdaderos “jardines de café”, en los que
cerca de 200 especies de plantas se combinan con los cafetos.
Para restaurar el suelo e incrementar su productividad, establecieron
terrazas en las laderas de la montaña, elaboraron abono
con los desechos y tienen un vivero en el que producen alrededor
de un millón de plantas, principalmente café,
macadamia, mamey, caoba, pimienta, cedro rojo y canela entre
muchas otras. Estas plantas se distribuyen cada año
entre los socios para reforestar sus cafetales.
Por si fuera poco, los indígenas de la Tosepan reutilizan
las distintas
capas que cubren la semilla del café para producir,
a partir de ellas, hongos comestibles o alcohol industrial.
El agua de lluvia es almacenada y utilizada en el riego de
los cafetales, y gracias a su sistema de reciclamiento han
logrado disminuir en 90 por ciento el consumo de agua.
La mayoría de los cooperativistas vive dentro de sus
parcelas y en los traspatios tienen huertos familiares donde
crían cerdos y gallinas. Para dignificar la vida de
las mujeres han desarrollado un programa que, a 16 años
de iniciado, ha logrado que existan 800 mujeres socias que
tienen tiendas de artesanías, tortillerías y
panaderías distribuidas por toda la región.
Por todo este esfuerzo comunitario recibieron el Premio al
Mérito Ecológico 2001.

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