La vara de Kia

En las montañas, altiplanos, valles y costas de México se cuenta una leyenda sobre una ciudad muy antigua llamada Napiniaca.

Cuenta la leyenda que en Napiniaca vivieron mujeres y hombres sabios que se dedicaban a diversos oficios, como la agricultura, jarcería, elaboración de ropajes, bordado, orfebrería, cerámica y construcción. Estos hombres y mujeres sabios eran conocidos como los acajay. Algo que ocupaba su atención era la medición, ya que para desempeñar bien sus oficios necesitaban medir con precisión.

En un principio, los acajay medían utilizando partes de su cuerpo. Hoy en día, algunas personas todavía utilizan estas formas de medir; por ejemplo, utilizan sus pasos y cuentan cuántos se requieren para cubrir alguna distancia. A veces utilizan sus manos (cuartas) para medir cosas relativamente pequeñas, y también usan sus dedos.



La leyenda cuenta que en Napiniaca vivió una mujer acajay que se llamaba Numa. Ella se dedicaba a la elaboración de cestas. A Numa le ayudaba en su trabajo su hija Raxba. Una tarde llegó una clienta a pedir que le hicieran una canasta de
un tamaño específico. Como Numa no se encontraba en casa, Raxba tomó la medida utilizando su mano y la apuntó. Cuando regresó Numa, leyó la medida y vio que la clienta quería una canasta que midiera 3 cuartas de alto.

Al día siguiente la clienta fue por su cesta y notó que no era del tamaño que había solicitado. Numa se sorprendió, ya que había tenido cuidado de que la cesta midiera exactamente 3 cuartas de alto. Numa no entendía qué había pasado. Entonces, comparó su mano con la de su hija y notó que la suya era más pequeña; lo que con la mano de su hija medía 3 cuartas, con la suya medía 4.

Esa noche Numa se quedó afuera de su jacal mirando a Kia, que es el nombre que en Napiniaca usaban para la Luna. Numa estaba triste por lo que había sucedido ese día y, sin quererlo, se quedó dormida a la luz de la luna. Soñó que hablaba con Kia y le platicaba lo que había sucedido ese día. También soñó que platicaban sobre cosas similares que le sucedían con frecuencia a otros acajay. Era común que tuvieran problemas con las mediciones que hacían otras personas.

Numa soñó que Kia le hablaba y aconsejaba que utilizaran una misma medida, en lugar de usar las partes de sus cuerpos para medir. Esa madrugada, cuando Numa despertó fuera de su jacal, encontró a su lado una hermosa vara de caoba blanca, decorada con incrustaciones de oro, plata y jade, y que tenía figuras lunares.

En la tarde, Numa convocó al Consejo de los acajay y les relató su sueño. También les mostró la vara que había encontrado a su lado. Los acajay conferenciaron por muchas horas, discutiendo si sería conveniente que todos midieran utilizando una medida del mismo tamaño. Al final acordaron que así debía ser y les encargaron a los carpinteros que tomaran la vara de Kia y la copiaran
para que todos ellos tuvieran una vara que fuera del mismo tamaño.

Así se dice que sucedieron las cosas en la antigua ciudad de Napiniaca, cuna de hombres y mujeres sabios llamados acajay.