La lluvia natural es ligeramente ácida. Esto
se debe a que, en su viaje de las nubes hasta la superficie terrestre,
el agua de lluvia disuelve parte del CO2 de la atmósfera
y forma ácido carbónico (H2CO3),
que es un ácido débil.
CO2(g) + H20(l)
H2CO3(ac)
Si la atmósfera está contaminada por
óxidos de azufre y de nitrógeno, se producen los
ácidos sulfúrico (H2SO4),
nitroso (HNO2) y nítrico (HNO3).
SO3(g) + H20(l)
H2SO4(ac)
2NO2(g) + H20(l)
HNO3(ac) + HNO2(ac)
La lluvia contaminada con estos ácidos se
conoce como lluvia ácida y llega a ser tan ácida
como el jugo de limón. La lluvia ácida provoca oxidación
y corrosión de metales, que la fotosíntesis se realice
lentamente, que mueran las plantas y, por supuesto, los peces
de lagos y ríos. En ocasiones, los lagos tienen suelos
con gran cantidad de carbonatos; estos compuestos reaccionan con
la lluvia ácida y la neutralizan, es decir, anulan la acidez
del agua. De esta manera, algunos lagos se protegen naturalmente
de los efectos de la lluvia ácida, que no por ello deja
de ser un problema grave de contaminación.
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