La cantidad de una sustancia que puede disolverse
en cierta cantidad de líquido siempre es limitada. ¿Qué
ocurre cuando se añaden diez cucharadas de azúcar
en un vaso con agua? En algún momento, el azúcar
dejará de disolverse y parte de los cristales permanecerá
en el fondo, sin importar por cuánto tiempo o con qué
fuerza se agite la disolución.
La capacidad de una sustancia para disolverse en
otra se llama solubilidad. La solubilidad de un soluto es la cantidad
de éste, en gramos, que puede disolverse en 100 gramos
de agua hasta formar una disolución saturada. Se considera
que una disolución está saturada cuando no admite
más soluto, por lo cual el sobrante se deposita en el fondo
del recipiente.
Cuando se calienta una disolución saturada,
ésta disuelve más soluto que a temperatura ambiente;
por lo mismo, se obtiene una disolución sobresaturada.
Esto ocurre porque el aumento de temperatura hace que el espacio
entre las partículas del líquido sea mayor y disuelva
una cantidad más grande de sólido. Ejemplos de disoluciones
sobresaturadas son la miel de abeja y los almíbares.
La solubilidad de las sustancias varía; de
hecho, algunas son muy poco solubles o insolubles. La sal de cocina,
el azúcar y el vinagre son muy solubles en agua, mientras
que el bicarbonato se disuelve con dificultad, como se muestra
en la siguiente tabla:
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