Contribuye a la formación de ciudadanas y ciudadanos a fin de que puedan convivir en un ambiente de democracia y solidaridad, así como participar de manera responsable y comprometida en los asuntos de su comunidad y en la vida política del país. Para ello, se propone la construcción de una cultura de paz y de respeto a los derechos humanos, en los distintos campos de las relaciones sociales: la familia, el trabajo, la comunidad y el país. Por lo que resulta fundamental el conocimiento y la práctica de valores básicos para la vida democrática, entre los que se encuentran la igualdad, la tolerancia, la solidaridad, la libertad, la empatía, la justicia y el diálogo.

Busca formar y desarrollar en las personas valores y actitudes que les lleven a cuestionar la realidad, y de ser necesario transformarla, proponiendo formas para relacionarse, así como para resolver los conflictos de manera no violenta y hacer valer su dignidad. La práctica de los valores mencionados se concreta en actitudes de autoaprecio, rechazo a la discriminación, respeto y valoración de las diferencias (diversidad cultural), participación y compromiso en la solución de problemas.

En lo correspondiente a la metodología:

Se busca la formación de personas críticas y reflexivas, capaces de analizar su realidad y transformarla, esto se lleva a cabo a través de diversas situaciones en las que entran en conflicto valores, derechos humanos, normas, leyes, acciones, posiciones discursivas distintas sobre un mismo hecho. En estas situaciones se analizan las contradicciones y los intereses que se presentan, se buscan alternativas de solución o se argumenta la toma de posición.

Las situaciones o casos que se plantean para el análisis son retomados de lo que viven las personas o de lo que ha ocurrido en otros momentos de la historia de la humanidad. Con esto se espera lograr el diálogo y la escucha activa, la capacidad de argumentación, el respeto a las diferentes opiniones, la empatía y la modificación de posturas, todo ello, como condición para la formación y desarrollo de valores.

Se promueve el análisis de información vinculada con la vivencia personal para llevar a la reflexión sobre la importancia de practicar ciertos valores y actitudes que favorecen la convivencia solidaria y la resolución no violenta de los conflictos. Esto implica una forma de trabajo horizontal, participativa y lúdica.

La evaluación se hace a partir de situaciones en las que la persona debe tomar una decisión poniendo en juego saberes y valores propios.

Dentro de los aspectos que prioritariamente se atienden se encuentra la ciudadanía y participación. La ciudadanía se configura con características como la autonomía personal, la conciencia de derechos que deben ser respetados, el sentimiento de vínculo con quienes se comparten proyectos comunes (conciudadanos), y la participación en el desarrollo de esos proyectos. El concepto de ciudadanía considera la condición que tienen las personas al contar con una nacionalidad que le da derechos. Su ejercicio implica participar en la mejora de las condiciones de vida, proponer alternativas de solución a los problemas, exigir el respeto a sus derechos y combatir la corrupción; participar para elegir a sus representantes y autoridades y para exigirles transparencia y cuentas claras, o para ser elegidas como representantes y cumplir con sus responsabilidades.

Un aspecto vinculado con el anterior es el de la democracia, que como lo señala el artículo 3° constitucional, "...no [es] solamente una estructura jurídica y un régimen político, sino un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo. "La democracia implica el reconocimiento de la igualdad política de las personas, el respeto a sus derechos, la existencia de condiciones equitativas para que participen activamente en la elección de sus gobernantes y en la toma de decisiones en asuntos de interés común. La democracia como una forma de vida se expresa en la práctica de valores básicos como la igualdad, la justicia, la cooperación y el ejercicio responsable de la libertad, que deben caracterizar las relaciones interpersonales y la vida cotidiana.

Un aspecto más es el de los valores para la convivencia, que se busca reconocer y practicar para lograr una realización plena y una convivencia social armónica, esto se logra reconociendo a los demás como interlocutores válidos con quienes es posible dialogar, tomar decisiones conjuntas, establecer normas, acuerdos y compromisos.

Entre los valores para la convivencia se encuentra la tolerancia que se reconoce en la actitud o disposición para tratar de comprender y respetar creencias, opiniones, criterios, valores y conductas diferentes a las propias. Otro valor es el de la interculturalidad, entendida como la interacción entre las diferentes culturas basada en el conocimiento, comprensión, valoración y respeto a la diversidad cultural, para alcanzar una convivencia que se enriquece con las diferencias y es necesaria para formar una sociedad democrática.

Para lograr una sociedad democrática es fundamental el conocimiento, ejercicio y defensa de los derechos humanos, entendidos como las prerrogativas o facultades, que tiene cada persona, así como los principios éticos que deben orientar las acciones y las relaciones, que permitan a todos los seres humanos vivir dignamente. Estos derechos son reconocidos y garantizados por las leyes e instituciones locales e internacionales. La razón de ser de los derechos humanos es, por lo tanto, la dignidad del hombre y de la mujer, entendida como la exigencia de cada persona de ser tratada como semejante a las demás, esto es, respetar su libertad de pensamiento y opinión, su manera de ser, su apariencia, sus gustos y preferencias políticas, religiosas o sexuales. Por ello, es necesario desarrollar la conciencia de sí misma o de sí mismo como sujeto de derechos, así como las implicaciones que éstos tienen en la vida cotidiana, dentro de la familia, en el ámbito laboral y en el comunitario.

 

La identidad nacional se refiere a la conciencia y sentimiento de pertenencia a un grupo que se identifica como nación o país. La identidad nacional permite saber quiénes somos y quiénes podemos llegar a ser, recoger el pasado y proyectarlo hacia adelante, identificar valores comunes para la convivencia y construir la diferencia con otras identidades nacionales, reconociendo la igualdad y recibiendo el reconocimiento de iguales en dignidad y en derechos.

La formación de las personas jóvenes y adultas debe facilitar el proceso de construcción de la propia identidad como persona, pero también de su identidad como grupo o comunidad local, nacional y como parte de la humanidad.

Estos niveles de identidad se adquieren y se van construyendo a lo largo de toda la vida y están íntimamente relacionados. Es importante hacer énfasis especial en el nivel de la identidad colectiva, que abarca desde el grupo familiar al que se pertenece hasta el grupo que integra la nación de la que formamos parte.

Un último aspecto, la cultura de protección, que implica el desarrollo de valores como la cooperación, la solidaridad y el cuidado de la naturaleza, y de capacidades como la prevención, la organización y la planeación, así como de la responsabilidad de informarse para saber actuar ante accidentes y desastres naturales. Para lograr lo anterior, es necesario crear conciencia y desarrollar la actitud de protección de sí misma y de las personas con quienes se convive o con quienes se establecen relaciones, así como de los bienes individuales y colectivos, que abarcan desde el patrimonio familiar hasta los de la naturaleza y del planeta en el que vivimos.

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