15. Un brote de esperanza: el “regreso del corazón”
A finales de mayo de 1999, SIPAZ (Servicio Internacional para la Paz) fue invitado a participar en la celebración del primer aniversario del regreso de desplazados en una comunidad de Los Altos de Chiapas. Este regreso se dio después de un largo proceso de negociación y mediación, realizado en gran parte con el apoyo del Centro de Derechos Indígenas, A.C. (CEDIAC).
La historia del conflicto
En 1997, la comunidad aceptó un proyecto del gobierno para la construcción de un camino desde la carretera principal. Las familias que no estaban con el partido que gobernaba se opusieron a esta decisión porque temían que esto facilitara la entrada del Ejército. Decidieron no cooperar para realizar dicha construcción, lo cual fue percibido como violación a un acuerdo comunitario. Por eso, algunas personas que sí pertenecían al partido gobernante decidieron tomar medidas drásticas, quemando algunas casas del otro grupo. En consecuencia, varias familias huyeron de la comunidad y se refugiaron en la montaña. Los agresores vendieron animales y pertenencias de las familias que huyeron, al parecer, para comprar armas de alto poder. Unos meses después, regresaron algunos desplazados y asesinaron a cuatro personas del partido gobernante. También hubo varios heridos. Después de esta tragedia, más familias huyeron por miedo a que siguiera la violencia.
Iniciativa de reconciliación
Con la salida de las familias, la comunidad se quedó muy triste. El dirigente de la comunidad tomó la iniciativa de pedir ayuda a la diócesis (a las autoridades de la iglesia católica de San Cristóbal de las Casas, Chiapas). Así fue como una misión de jesuitas en Chiapas y CEDIAC contribuyeron en un proceso de reconciliación participando con un equipo de mediación conformado por una pareja de Jueces tzeltales (mediadores o melsanwanej) y una pareja de principales (autoridades tradicionales de los pueblos indígenas). También se involucraron otras dependencias en este proceso de reconciliación.
Uno de los papeles de los mediadores y de los principales es “fortalecer el corazón” de las personas involucradas en el conflicto dando palabras de aliento. Por ello, su primer trabajo fue hablar por separado con cada una de las partes. Los desplazados les informaron que los responsables de los asesinatos habían huido y que ellos estaban pensando establecer una nueva comunidad. Sin embargo, al hablar con los mediadores y sus esposas, se dieron cuenta de que esto sería poco factible porque no tenían ni terreno, ni dinero.
Por otro lado, lo que querían los militantes del partido gobernante de la comunidad era el castigo de los responsables de los asesinatos. Los mediadores les dijeron que era válida su demanda, pero que tenían que tramitarla por medio del sistema judicial (para hacer la investigación, emitir órdenes de aprehensión, juzgarlos y darles una sentencia). Además les hicieron ver que ellos también eran parte del problema al haber quemado las casas y robar algunos animales.
Desenlace
Al principio, había mucho resentimiento en contra de los desplazados por la muerte de los cuatro militantes del partido gobernante. Muchas pláticas fueron necesarias para que disminuyeran las tensiones y para que todos aceptaran su responsabilidad. Al final, todos estuvieron de acuerdo en que el retorno de los desplazados era la mejor solución. Se acordó que la comunidad iba a apoyar la reconstrucción de las casas de los desplazados, pagar las láminas, y que la madera se sacaría del ejido.
El regreso se realizó hace poco más de un año. Hasta hoy, la investigación oficial sigue pendiente. Mientras tanto, los indígenas de la comunidad continúan con el proceso de reconciliación. Todavía el dolor está presente entre algunas personas y se puede sentir la tensión. Pero en este caso, las dos partes involucradas siguen dispuestas a respetarse, buscando espacios para convivir juntos.
El “regreso del corazón”: integración de cambios y reconciliación
La idea de perdón requiere de mayor explicación cuando su entendimiento es muy distinto al que predomina en la actualidad. En tzeltal, se habla de “regreso del corazón”: el agresor pide a su víctima que le regrese su corazón, lo cual deja ver una concepción (idea o noción) muy profunda de la reconciliación, como reconstrucción de las relaciones. Cabe destacar que este acto de perdón se realiza en un ámbito comunitario, después de haber llegado a un acuerdo para solucionar el problema.
No obstante, el perdón no es olvido. Un ejemplo de eso es el que acabamos de narrar y el caso de las Abejas (las 45 víctimas de la masacre de Acteal en diciembre de 1997 que pertenecían a este grupo): poco después de la matanza, perdonaron públicamente a los asesinos, pero eso no les impide pedir que se haga justicia.
También la idea de justicia tiene un sentido muy profundo entre los tzeltales, como lo expresaba un coltaiwanej (promotor de los derechos humanos): “Hacer justicia es buscar la forma de quedarnos como hermanos y dejar de pensarnos como enemigos”.