Desde el momento mismo de nacer, el ser humano siempre busca los elementos que le dan placer y alegría, todo aquello que lo ayuda a ser feliz.


El bebé se satisface comiendo, durmiendo y sintiéndose amado por su familia.

Posteriormente empieza a jugar y jugando aprende.

Cuando se siente triste, cansado, de mal humor, o con hambre, llora para comunicarse y sus padres solucionan el «problema».

El bebé volverá a sentirse feliz.

 

*

Sin embargo, conforme crecemos aprendemos a esconder nuestros sentimientos, a no llorar, no gritar, no hacer «berrinches», «no brincar y bailar de alegría». El comportamiento así no siempre es positivo, pues al llegar a la adolescencia no sabemos qué hacer con tantos sentimientos que luchan por salir.

¿Cómo podemos expresarnos?
¿Cómo demostrar alegría, gozo, tristeza? Pues así, tal y como lo sientes, escríbelo, piénsalo, comunícalo, léelo, platícalo...
En fin, la lista es interminable.
Lo único que necesitas evitar al manifestarte es lastimar a otras personas y a ti mismo, no sólo física sino también emocionalmente.

Para poder expresarte, comunicarte y divertirte, no necesitas utilizar ningún tipo de droga, ni de estimulantes, ni depresivos, ni alcohol, ni ningún tipo de sustancia que no sea la alegría natural que te da la vida misma.
Organiza con tus compañeros fiestas, reuniones, foros, de discusión, clubes de lectura, competencias deportivas y otro actos en los que no se utilice ningún tipo de droga, ni alcohol e invita a todos aquellos que saben divertirse sin recurrir a una «muleta falsa» (...)

       
  * Instituto de Educación Preventiva y Atención de Riesgos (INEPAR), «Diversión sin drogas» en Chimalli Modelo preventivo de riesgos psicosociales en la adolescencia. Ed. Pax-México, 1997, México.