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La esperanza de empezar un nuevo día se aboca a la gran urgencia por buscar, al necte, al que vende drogas. La dosis matutina inicia el ascenso a un viaje vertiginosos de fantasías y frustraciones. Más tarde, en la reunión con los brothers, los inigualables cómplices de la parranda, se planea la actividad nocturna matizada por grandes dosis de alcohol y droga, en un ambiente obscuro y concupiscente, apto para exceder los límites. Aquí las carcajadas, los miedos, el pasón, la resaca, y el bajón juegan un papel constante en el mundo de la actividad adictiva.  
  En este ir y venir del adicto se mezcla con conflictos familiares, pleitos, enojos, decepciones al ser rechazado por diferentes personas, miedo al efectuar la ilícita transacción de compra, una angustia flotante por saberse portador de una sustancia ilegal. La ansiedad se presenta pagando una buena lana por una aventura que dura poco. Los remordimientos, la culpa, la pérdida que acompañan este sube y baja existencial hacen un conjunto de experiencias que entrenan la mente del adicto, de esta forma el farmacodependiente aprende una forma de vida matizada por la intensidad emocional(...)
 
    * Pérez Iruaste, Carlos, « El columpio emocional: Yo nomás no me hallo» en Liberaddictus, Num.25, Año 5, Diciembre 1998, México.